Las medidas de prevención implantadas por los países han hecho que apenas se hayan detectado infecciones por gripe en el mundo. Sin embargo, los casos de covid-19 no paran de aumentar y ya superan la triste cifra de los 100 millones de infectados y 2 millones de fallecidos.
¿Cómo es esto posible si las mascarillas y las medidas de protección deberían servir para los dos virus? ¿Estamos ante una conspiración a nivel mundial para hacernos creer que están aumentando los casos de covid-19 cuando realmente se corresponde con el pico anual de gripe?
Es normal que esta aparente contradicción genere confusión. Es lo que ocurre cuando se intentan comparar dos virus que, aunque parecidos en algunos aspectos, son muy diferentes.
A continuación podemos encontrar algunas de las razones por las que, aunque las medidas de prevención sirven para ambos virus, no afectan a los dos por igual:
1. El virus de la gripe es estacional
El virus de la gripe es un virus estacional cuya incidencia es mayor en los meses de invierno. En otras palabras, es un virus que circula continuamente alrededor del mundo y va saltando de un hemisferio a otro según la estación que corresponda. Por lo general, de diciembre a marzo hay más casos en el hemisferio norte; de junio a septiembre, en el hemisferio sur.
Por ello, la restricción de movilidad entre países y la disminución del número de viajes que hemos visto durante la pandemia ha podido favorecer que disminuya la diseminación del virus de la gripe de un hemisferio a otro.
Sin embargo, al contrario de lo que ocurre con el virus de la gripe, por el momento el virus responsable de la covid-19 no es un virus estacional. En consecuencia no se vería tan afectado por las restricciones de movilidad entre países.
2. Este año se ha vacunado más gente de gripe
La campaña de vacunación frente a la gripe se ha adelantado en 2020 con especial atención a residencias de mayores y sanitarios para evitar que se solape con el coronavirus.
Además, este año se ha vacunado más gente que en años anteriores, por lo que habría más personas inmunes al virus.
3. Los periodos de incubación son diferentes
El periodo de incubación del coronavirus es de entre 2 y 14 (o incluso más) días, un periodo mucho mayor que el de la gripe, que por lo general es de 1 a 4 días. Como consecuencia, si una persona tiene covid-19, podría contagiar a gente por un período más prolongado que si tuviera gripe.
4. El coronavirus es más contagioso
Aunque el virus de la covid-19 y el de la gripe son virus respiratorios que se propagan de modo similar, el coronavirus es más contagioso entre ciertas poblaciones y grupos de edad que el de la gripe.
Por lo general, se estima que el número de personas que se contagiaría a partir de un individuo infectado (número reproductivo básico o R₀) es de 1,3 en el caso de la gripe y de 2 a 2,5 en el caso del coronavirus.
5. La transmisión por aerosoles es fundamental
Los estudios parecen indicar que la transmisión por aerosoles podría jugar un papel muy importante en la transmisión del coronavirus. Los aerosoles son partículas que se producen cuando los humanos respiran, hablan, cantan o ríen (incluso en individuos asintomáticos) y se quedan suspendidas en el aire por más tiempo que otras gotitas más grandes. El principal problema de los aerosoles es que son tan pequeños que pueden permanecer en el aire, alcanzar más de 2 metros y acumularse en altas concentraciones en lugares mal ventilados.
Por otro lado, se considera que la principal fuente de transmisión del virus de la gripe es mediante gotas más grandes, las cuales no llegan muy lejos (unos 2 metros) y caen al suelo relativamente más rápido al ser más pesadas.
Por lo tanto, para contagiarse con el virus de la gripe haría falta estar bastante cerca del individuo infectado, cosa que se evita en gran parte gracias a la distancia de seguridad que tantos países han implementado.
6. El coronavirus genera más superpropagadores
Se ha observado que el coronavirus genera más casos de superpropagadores que el virus de la gripe. Un superpropagador es un paciente que puede transmitir una infección a un gran número de personas en comparación con un paciente medio. Por lo general, las superpropagaciones son eventos que tienen un impacto significativo muy importante en cómo se expande una enfermedad.
Esto significa que el coronavirus puede propagarse rápida y fácilmente a muchísimas personas y provocar la propagación continua entre las personas a medida que el tiempo avanza.
7. Los asintomáticos
La infección por el coronavirus genera una gran cantidad de individuos sin síntomas que, al no saber que están infectados por el virus, siguen haciendo vida normal repartiendo el virus a otras personas –aunque luego los desarrollen–. De hecho, los últimos estudios indican que los individuos sin síntomas serían responsables de más de la mitad de los contagios por el coronavirus.
Es cierto que la infección por el virus de la gripe también produce infecciones asintomáticas pero la principal diferencia es que en estos casos suele suceder por la existencia de una inmunidad previa parcial al virus. Por lo tanto, aunque estos individuos estén infectados y puedan contagiar no lo hacen con la misma intensidad que los que tienen síntomas.
8. La infección por coronavirus podría evitar otras infecciones
La infección por coronavirus podría evitar la infección por otros virus en un fenómeno de interferencia viral. Muy resumidamente, en algunos casos la infección por un virus hace que sea más difícil que esa persona pueda infectarse con otro virus durante un tiempo determinado. Esto suele ocurrir porque en la primera infección se crea un “estado antiviral” que impide otras infecciones.
En resumen, aunque es posible que la pandemia haya afectado a la capacidad diagnóstica de los casos de gripe, la disminución en los casos de gripe es real y tiene una explicación lógica. Por lo tanto, atribuir el aumento de casos de covid-19 a gripes no diagnosticadas o pensar que las mascarillas dejan pasar a unos virus sí y a otros no es demasiado simplista y no refleja la complejidad real de la situación.
Este artículo fue republicado de The Conversation bajo licencia Creative Commons. Lea el artículo original. Jose M Jimenez Guardeño, Investigador en el Departamento de Enfermedades Infecciosas, King’s College London and Ana María Ortega-Prieto, Postdoctoral research associate, King’s College London