La vi en la Feria del Libro de Madrid este año. Le pregunté si me firmaría un libro y, con algo de chulería, me respondió que para qué creía que estaba ella allí. Yo le contesté que nunca antes había acudido a la feria en Madrid y que no sabía bien cómo iba todo aquello. Luego nos pusimos a hablar: Con satisfacción pensé que mi compañía le debía agradar, ya que después de media hora seguía (más) hablándome (que escuchándome). Charlaba con soltura, confirmando lo que muestran sus libros: Que se trata de una mujer de verbo fácil.
La encontré más guapa de lo que la imaginaba y vestida con esmero (cuidadosamente descuidada). También me pareció desencantada y algo enfadada con el mundo, pero puede que esto último fueran solo imaginaciones mías.
Yo la había leído ya mucho. Hasta que tropecé con un libro suyo («Yo ya no sufro por amor») que ni era novela ni era ensayo sino todo lo contrario. No me gustó y, desde entonces, dejé de leerla. Entonces la reencontré en la Feria del Libro de Madrid y compré su última novela: «Dios no tiene tiempo libre».
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Para mi, Lucía Etxebarría (Valencia 1966) representaba el relevo de un escritor de cuya desaparición «aparente» (descubro ahora que, en realidad, nunca dejó de estar ahí) jamás llegué a sobreponerme. Me refiero a José Ángel Mañas, y más concretamente a su novela «Historias del Kronen». Se trata de un libro cuya publicación significó mucho para mí, ya que recogía todo la desesperanza en la que me encontraba en esos, mis últimos años universitarios.
Me unía con Mañas una infancia de niño fresa madrileño (de Ford Fiesta blanco y jersey amarillo de Hombres G). Pero nuestro vacío (me doy cuenta ahora) no era el mismo: En términos artísticos, el mío coincidiría más con un retorcido y amputado Egon Schiele, el pintor y grabador austriaco, cuya obra, torcida, llena de angustia de alguna manera me identificaba.
El vacío de Mañas, en cambio, es como la obra del pintor Edward Hopper, cuyas “escenas estadounidenses” retratan a una sociedad víctima de su propio éxito: superada la pobreza y asegurada la paz, el hombre afronta nuevos problemas, que tienen que ver con la soledad, el aislamiento, el vacío existencial, y todo lo que eso significa: Si superar unos problemas supone siempre tener que hacer frente a otros nuevos, entonces, ¿para qué tratar de superarnos? Quizás lo mejor sea aceptar nuestra condición insignificantemente imperfecta y dejarnos llevar… Y eso es exactamente lo que hace el protagonista de Historias del Kronen.
Cuando topé con «Historias del Kronen» y descubrí que no estaba solo en mi soledad, se me abrió todo un mundo. Traté incluso de imitar a Mañas y hasta escribí una novela… Pero no estoy aquí ni para escribir sobre mí ni para hacerlo sobre José Ángel Mañas. Se supone que este es un texto sobre Lucía Etxebarría: Volvamos a ella.
Lucia Etxebarría es un espíritu libre capaz de llamar vago a la cara al mismísimo Camilo José Cela por televisión y delante de toda España. Es capaz de decir alto y claro que ser madre es (entre otras cosas) un auténtico infierno y que quien diga lo contrario es un cursi y además miente. Es capaz de participar en concursos de tele-realidad y de atreverse con cualquier género literario que se le ponga por delante: Desde la novela hasta el ensayo, pasando por los libros de autoayuda y la poesía… cualquier cosa. Y, como nada en esta vida es gratis, Etxebarría paga por su osada libertad cuando la tachan de antipática, de borde y hasta de loca.
Sus novelas están llenas de personajes muy bien construidos que forman historias, a su vez muy bien construidas. Son textos amenos que combinan con frescura psicología, humor y sociología. Además reflejan una nueva generación que por primera vez en la historia de España se desenvuelve íntegramente en un país plenamente desarrollado. Con las ilusiones y las desilusiones que ello conlleva.
Hace unos años, en una librería de Bruselas, vi un estante enteramente dedicado a ella. Me sorprendió, porque nunca antes vi tales honores para un(a) escritor(a) joven español(a). Lucía Etxebarría lo ha ganado todo en España, incluido el generosísimo premio Planeta.
Hay que leer a Lucía Etxebarría porque, haciendo uso de una literatura de calidad, sabe entretener al lector. Además abrió un nuevo rumbo en la narrativa hispánica, uno en el que jóvenes y mayores encontraron un espacio de entendimiento común. Estoy seguro que a usted, lector nicaragüense, también disfrutará de la rebeldía de esta española.
En 1994, José Ángel Mañas quedaba finalista del literario premio Nadal, eclipsando incluso al ganador del galardón de ese año. En 1998, queriendo imitar a mi nuevo ídolo literario, presentaba yo ilusionado mi novela al Premio Nadal. No lo gané ¿Se imaginan por qué? Pues, entre otras cosas, por que la ganó Lucía Etxebarría.
Estas son las cinco novelas que yo recomiendo de Etxeberría:
• Amor, curiosidad, prozac y dudas (1997)
• Beatriz y los cuerpos celestes (1998). Premio Nadal
• De todo lo visible y lo invisible (2001). Premio Primavera de Novela
• Una historia de amor como otra cualquiera (2003)
• Un milagro en equilibrio (2004). Premio Planeta