Si Olesia Muñoz no estuviese recluida en la cárcel de mujeres “La Esperanza”, junto a otra docena de presas políticas más, su voz de soprano habría resonado en los novenarios de La Purísima en su ciudad natal: Niquinohomo; y su hermana, Tania, vendería pan tal como lo hacía antes en un tramo del mercado municipal. Pero ambas están acusadas de terroristas.
¿Sus delitos?, según sus familiares, haber sido “solidarias” con los jóvenes que permanecían en las barricadas.
La cantora de El Chipote
En los galerones de la Dirección de Auxilio Judicial, conocidos como las celdas de El Chipote, la voz soprano de una mujer se alzó por encima de llantos y gritos provenientes de las mazmorras. Era pura y dulce. La voz que entonaba el Ave María recorrió toda la galera, hasta llegar a los oídos del joven Bayardo Siles, un matagalpino que pasó una semana recluido en la cárcel y que al salir narró lo sucedido. Olesia Muñoz, de 46 años, era la que cantaba. Antes de ser una presa política, cantaba música sacra, en la iglesia Santa Ana de Niquinohomo.
Ahora es acusada de los delitos de “financiamiento al terrorismo, crimen organizado, entorpecimiento de servicios públicos y de ser la cabecilla del tranque de El Calvario, en Niquinohomo”, imputaciones negadas por sus familiares, que afirman que las hermanas solo animaban a los muchachos y les llevaban café.
Olesia proviene de una familia de cantantes. Su padre y su abuelo se dedicaban a este oficio. Su voz de soprano se destacaba entre sus ocho hermanos, músicos también. Con el tiempo, Muñoz se convirtió en multinstrumentista y es capaz de ejecutar con maestría la guitarra, el violín, el violonchelo, la flauta y el piano. De hecho, a eso se dedicaba antes de que las protestas estallaran el 18 de abril y que los habitantes de “la cuna de Sandino” se alzaran contra el régimen.
“Ella era directora de la pastoral de la iglesia Santa Ana y era profesora a la vez. Tenía a cargo una de las comarcas donde estaba haciendo un corito de niños y coordinaba una comunidad católica. Antes de todo esto, todo iba bien”, reflexiona Denis Muñoz, hermano de Olesia y Tania.
Olesia también es una líder nata. Cuando en el pueblo se levantaron los tranques, la mujer asistía a las barricadas para llevarles café, pan y dinero a las personas que permanecían ahí durante la noche. Los jóvenes les decían “madre”, a ella y a su hermana Tania.
“Ella era bien querida con la gente de los tranques, le tenían afinidad. Ella apoyaba humanitariamente porque era algo común en su persona. Yo digo que los jóvenes se abocaban a ella porque ella ha tenido un liderazgo nato. El joven que se le acerca le dice que es divertida, es natural en mi hermana”, describe Denis.
Su labor humanitaria no inició en abril, sino desde antes. Muñoz ofrecía sus servicios canto gratis en las misas de difuntos de familias con escasos recursos. Llegaba a la iglesia, sacaba sus instrumentos y colocaba en el altar su propio equipo de audio. Hoy, solo le queda su voz, pues el 15 de julio, cuando los paramilitares del Gobierno entraron a Niquinohomo después de la «Operación Limpieza», invadieron la casa de las hermanas Muñoz y destruyeron todo a su paso, incluso los instrumentos musicales que Olesia había comprado durante la mitad de su vida: un violín, una flauta, un piano, una guitarra y los parlantes que utilizaba en las misas dominicales. Ese día, la mujer permanecía oculta en una bodega de la casa. Ocho días después sería capturada en Carazo junto a sus tres hermanos.
“Eran instrumentos difíciles de obtener y que solo ella los tenía en el pueblo. Cuando a ella la buscaban (para cantar) llevaba su propia orquesta. Al pobre no le cobraba, porque ella decía que Dios la bendecirá más”, agrega su sobrina, Rosemary Muñoz.
La “mamá” de los autoconvocados de Niquinohomo
Al igual que Olesia Muñoz, su hermana Tania era conocida en Niquinohomo por ser humanitaria con los autoconvocados de su ciudad. Ambas no lideraban ningún tranque como la Fiscalía les acusa.
Cuando en el pueblo se empezaron a levantar barricadas, Tania pasaba dejándole a los jóvenes víveres y también les decía que la lucha era justo.
“Ella era bien expresiva y los defendía cuando llegaban orteguistas a asediarlos. Cuando habían infiltrados también los identificaba y se los decía en la cara”, rememora Rosemary Muñoz.
Según la familia Muñoz, ese liderazgo era el que incomodaba a los “orteguistas del pueblo” y también fue la razón por la cual los grupos paramilitares y la Policía Nacional “las tenía fichadas”.
Tania Muñoz era comerciante. En su tramo, ubicado en el mercado de Granada, vendía reposterías y pan. Cuando fue capturada por la Policía Nacional, su negocio fue confiscado. Ahora, junto a Olesia esperan a que el 11 de diciembre se les dicte sentencia. Pero sus familiares desean una Navidad sin presos políticos y con Olesia cantando villancicos.
“Las vacas sagradas”
El 15 de julio se llevó a cabo en Niquinohomo la «Operación Limpieza» del régimen. Tenía como fin desmantelar la mayor cantidad de tranques ubicados en Masaya, de cara a la conmemoración del 19 de julio, día de la Revolución Popular Sandinista.
Tania, Denis y Carmen se refugiaron en una casa de Carazo, mientras que Olesia decidió quedarse en el pueblo. Ese día, pasó escondida en una bodega de la casa por más de doce horas. Los paramilitares la buscaban, según sus familiares, la Policía había dado la orden de arrestarlas porque eran las “vacas sagradas” de Masaya. Los armados entraron a la casa y destruyeron todo, incluso los instrumentos que con esfuerzo Olesia había adquirido.
Ocho días después, Tania, Olesia y Denis fueron capturados en Carazo, en una casa de seguridad donde la familia se resguardaba. Luego, fueron trasladadas a la delegación de Masaya, donde permanecieron durante horas.
“Los jefes de la Policía decían ‘tenemos a las Masayas’ y hacían llamadas telefónicas. De mi hermana Olesia habían fotos en los postes de luz, desde el 15 de julio la andaban buscando”, comenta Denis, que a las horas fue liberado, pero sus hermanas llevadas a la Dirección de Auxilio Judicial, donde permanecieron más de quince días sin ser presentadas ante los juzgados, hasta que se les dictó prisión preventiva y fueron trasladas a la cárcel “La Esperanza”, donde permanecen.
“Había un plan para matarlas”
Tania y Olesia fueron golpeadas junto a otras 13 presas políticas el 26 de octubre, en La Esperanza. La noticia causó indignación a nivel nacional y una delegación del Mecanismo Especial de Seguimiento para Nicaragua (Meseni), de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) llegó hasta el presidio para constatar la salud física de las presas, pero no fueron admitidos.
Los familiares de las presas políticas denunciaron que más de cuarenta hombres vestidos de negro entraron a la celda donde se encontraban las mujeres.
“Mis dos hermanas nos dijeron que fueron personas especializadas en peleas. Al ver que las presas se defendían, metieron a más mujeres y varones dentro de la celda para reforzar”, denunció Carmen Muñoz.
Ante este ataque, y otras denuncias sobre “un plan para matarlas”, debido al liderazgo que tienen incluso desde la cárcel, la CIDH le otorgaron medidas cautelares. Pero ellas no se sienten seguras.
“Yo lo que puedo observar es que la están tratando peor que una criminal. Ellas no han hecho nada, están ahí porque alzaron su voz, porque quieren que sus nietos y sus hijas tengan un país libre de represión. Ellas si van a salir de ahí lo harán hasta que Nicaragua sea libre, porque tienen miedo que las vayan a asesinar. Allá en Niquinohomo tenemos a personas que le han deseado la muerte”, sentencia Rosemary.