Presos políticos
Es alegre, le gusta cantar y ama el futbol. Ahora es uno de los rostros más conocidos de los presos políticos del régimen de Daniel Ortega.
En el momento en que Mercedes Dávila vio a su hijo, Edwin Carcache, sintió una emoción fuerte en el pecho y de inmediato empezó a llorar. Ella estaba en la parte superior del paso a desnivel de la Centroamérica y él pasaba por debajo montado sobre una camioneta. Desesperada, comenzó a gritar su nombre entre la multitud. Gritaba, gritaba, hasta que logró que la viera. Él alzó la vista y la reconoció. Ambos lloraron, y ella, sin pensarlo, le lanzó besos. Hacía más de un mes que no lo veía y había ido a esa marcha solo para verlo. Ese día se celebraba el Día de la Madre.
Carcache es el mayor de sus tres hijos. En febrero, cumplió 27 años y, desde que se involucró en las protestas que iniciaron en abril del 2018, siempre se le ha visto usando un gorrito azul y blanco que ella le compró, a pesar de no estar de acuerdo en que su hijo participe en las manifestaciones. El gorrito se volvió tan característico en él, que en las últimas marchas casi siempre acababa regalándolo y ella era quien se lo reponía, pues se conformaba con que su hijo no se asoleara.
La última vez que Dávila lo vio, habló con él a través de un teléfono y no pudo abrazarlo porque un muro de cristal los dividía. Él desde el 13 de septiembre fue trasladado de la Dirección de Auxilio Judicial, conocida como El Chipote, a una celda de máxima seguridad de la cárcel La Modelo. Lo están enjuiciando por terrorismo, robo agravado, portación ilegal de armas de fuego, tentativa de homicidio, lesiones gravísimas e incendio. Pero sus amigos y familiares insisten que su único delito fue salir a las calles a protestar.
Del futbol y otras pasiones
Quienes conocen a Edwin Carcache lo recuerdan o hablando de futbol o jugándolo. Siempre fue así. De niño solía organizar partidos con los amigos de su cuadra y se pasaba horas jugando con ellos. Y hasta antes de abril, no había un solo mundial en que él no siguiera a su equipo favorito: Argentina, o un solo “clásico” en el que no apoyara al Futbol Club Barcelona.
Ama tanto el futbol que en su último cumpleaños, su familia le organizó una fiesta sorpresa con decoración alusiva al Barcelona. Ese día llenaron la casa de globos, afiches y varios de ellos se vistieron con camisas de ese equipo. Ese día Edwin pasó animado, cantando y bailando. Así es como lo describen sus amigos y familiares: como un chavalo alegre, inquieto, buena persona y de poco enojarse. Según dicen él casi nunca peleaba y cuando alguien discute, él prefiere irse.
Antes que iniciaran las protestas, él y sus amigos de la universidad acordaron reunirse para ir a jugar futbol, pero ese partido nunca se dio, pues desde el 19 de abril, Edwin se unió a la lucha universitaria y poco a poco se alejó de ellos.
Su mamá, Mercedes Dávila, en varias ocasiones quiso que él desistiera de esa lucha. Le imploró que se quedara en casa, pero fue en vano. Su abuelita y su papá también trataron de convencerlo, pero fue inútil. Él siempre les respondía que no podía abandonar a sus compañeros, después les daba un beso y se desaparecía por varios días. Regresaba solo para cambiarse de ropa y cuando estaba lo veían pero no hablaba mucho de lo que pasaba en la Upoli, donde se atrincheró.
Para su familia esos días fueron una agonía. Cuando escuchaban en las noticias o veían en las redes sociales que la policía y los paramilitares estaban atacando la Upoli se ponían peor, es más de una ocasión pasaron la noche en vela esperando noticias suyas. De hecho, antes que lo detuvieran lo intentaron convencer que se fuera del país. Le gestionaron la visa y ya tenían todo para que él se fuera al exilio.
Amenazas de muerte
La mañana del 15 de mayo del 2018, el celular de Edwin Carcache sonó. Era un número desconocido y en cuanto él aproximó su móvil a su oído, alguien le dijo: “vamos a quemar la casa de tu mama”. Después le mandaron varios mensajes de textos en los que le decían lo mismo. Él comenzó a llorar. Estaba descontrolado.
“Ese fue el día que más golpeado he visto a Edwin. Estaba inconsolable. Estaba en llantos. No hallaba qué decir, qué hacer. Yo tuve que hablar con sus familiares porque él no podía ni tomar una decisión. Fue uno de los momentos que estuvo bastante mal. Ya hemos agarrado una experiencia bastante grande y más él porque es quien más amenazas ha recibido”, dice Jean Carlos López, amigo y compañero del Movimiento 19 de Abril.
A principios de agosto él hizo un vídeo en el que denunciaba que había recibido amenazas hacía su hija de cinco años. «Desde que la famosa Radio Ya mencionó que somos los rostros del caos, nos han hecho unas campañas negativas y amenazas hasta en contra de mi bebé de cinco años. En dos ocasiones intentaron quemar mi casa y la persecución ha sido constante», señaló.
A Edwin pocas veces se le había visto devastado. Al contrario, es él quien siempre está animando a sus amigos y compañeros cuando estos piensan en desistir. Alejandro Centeno, quien hace unas semanas fue detenido junto con él, es testigo de ello.
“Edwin siempre fue el más activo. Era el que andaba animando con el sonido, el que iba con las consignas. Él nos decía ′muchachos hay un plantón por los presos políticos′, ′hay un plantón en la UCA por las madres′, él siempre estaba muy activo en todo y nos invitaba. Incluso, ahora que estuvimos presos él animaba a los otros presos políticos”, afirma Centeno.
En el movimiento era el encargado de actualizar las redes sociales, de mantener contacto con los medios de comunicación y también era quien hablaba con los familiares de los presos y de las madres de los muchachos, pero según dice Centeno, a él lo que le gustaba era ir a los plantones y marchas.
“Él decía ′yo soy de calle′ ′yo tengo que responderle a la gente en las calles′, ′ yo tengo que responderles a las madres en las calles′. Así es él. Así es Edwin”.
Y es justo por su personalidad que pronto ganó popularidad en las manifestaciones. Pues, a pesar de las amenazas, él era uno de los pocos miembros de la Coalición Universitaria que siempre iba a protestar, se le veía en las manifestaciones gritando consignas y animando a la gente. Así se ganó el cariño de los autoconvocados.
«Ver a mi hijo en las protestas era una emoción agridulce porque por un lado me llenaba de orgullo, pero también temía por él. Al inicio la gente me decía ‘ay van agarrar a tu hijo, mucho se expone’, pero después me felicitaban por su valentía», confiesa su padre, Edwin Carcache Bello.
El sueño de ser periodista
Acababa de terminar la secundaria cuando Edwin le dijo a todos los que conocía que se volvería periodista. A ninguno se le hizo extraño oír eso porque, según cuentan, no había una sola fiesta o cumpleaños en que no él agarrara el micrófono y comenzara a animar a la gente. “Dale, dale, esto está aburrido”, decía y se apoderaba de la fiesta. Nunca estaba quieto.
En el 2008 entró a la carrera de Comunicación Social porque se ganó una beca en la Universidad Centroamericana (UCA). Sus compañeros de clases recuerdan que él se veía tan apasionado por el periodismo que en clases siempre estaba participando. Se involucró en concursos, investigaciones y hasta en la pastoral juvenil. A los pocos años de iniciar su carrera comenzó a hacer pasantías en un sitio web llamado Conexiones de la UCA y luego estuvo unos meses en la Radio Ya. Él sentía que su sueño de ser periodista se estaba haciendo realidad.
“Él decía yo quiero ser comunicador. Yo quiero socializar con la gente, quiero conocer a la gente”, cuenta su amigo de infancia, Luis Rodríguez.
Pero ese sueño se vio frustrado cuando terminó la universidad. Él quería ser cronista deportivo, pero no pudo encontrar trabajo en ningún lugar. Ese año su hija nació y obtener un trabajo se volvió su prioridad. La relación de pareja con la mamá de su hija también fracasó y él se fue a Panamá buscando mejores oportunidades, pero tampoco las encontró. Allá vivió por dos años, se volvió a enamorar y nació su segundo hijo. Después regresó a Nicaragua, consiguió un empleo y decidió estudiar administración de empresas como segunda carrera.
Con su hija siempre ha sido muy unido. No vive con ella, pero llega a verla de vez en cuando. Siempre que habla de ella dice que quiere un mejor futuro para «su gotita de miel» (así le dice de cariño). La niña tiene cinco años y en los últimos meses ha preguntado por su papá. Su abuela le muestra fotos, pero ella pide verlo.
La llegada al Chipote
El cuatro de septiembre que lo capturaron, iba a una reunión con los muchachos de la Coalición Universitaria. Había pedido raid para trasladarse y no tenían mucho de haber salido de la casa de seguridad en la que se ocultaba, cuando detuvieron el vehículo junto a cinco miembros más. A todos se los llevaron en el mismo carro que los detuvieron, pero a Edwin lo montaron a otra camioneta. Volvió a ver a sus compañeros hasta que llegaron a las celdas de El Chipote.
“Antes de todo el proceso me pusieron en una celda preventiva con él. Y yo estaba nervioso porque nunca me habían detenido ni nada y Edwin me dijo: ′Cálmate hermano, yo sé que vas a salir de esta, estate sereno′ (…) Después nos trasladaron a una celda y ya no lo pude ver”, cuenta Centeno.
Las celdas de El Chipote son oscuras e inhóspitas. Miden aproximadamente unos tres metros de ancho y dos metros de alto. Hay cuatro literas de cemento, un hoyo para defecar y orinar y hay una pileta donde cae el agua de lluvia. En el techo hay un hueco en el que entra la luz solar y así es como los presos se dan cuenta si es día o si es de noche. Es tan oscuro que entre ellos no se ven. Por eso se comunican por medio de gritos, describe Centeno.
― Hermano, ¿quién vino nuevo? ¿Está Judith?, ¿está Iskra? ― grita uno de los presos.
Alejandro reconoce la voz y se apura a decir: ― ¡Carcacheee!
― ¿Qué pasó hermano? ― responde con otro grito.
― Las muchachas ya salieron ―grita Centeno.
― Gloria a Dios. Gracias hermano, ánimo, yo sé que vas a salir de esta, ánimo, ― responde Carcache.
La última vez que Centeno habló con Edwin fue el seis de septiembre. Ese día Edwin fue presentado por la Policía Nacional como terrorista. Recuerda que cuando lo llevaron a su celda los demás presos le preguntaron:
― ¿Cómo te fue hermano?
― Bien―gritó él.
― ¿Cómo te presentaron?―gritó alguien.
― Como terrorista― respondió Carcache.
Segundos después todos comenzaron a reír. Y él alcanzó a decir: “Ya me presentaron, pero hay que ser muy fuertes, de esto vamos salir”.
Unas semanas antes que lo apresaran dijo en el programa televisivo Esta Noche: «Hoy por hoy todos los que estamos en esto corremos riesgos. No obstante, vamos a continuar en ello porque sabemos que es la única forma que podemos desplazar este poder que quiere perpetuar Daniel Ortega».
Tortura y violencia en la cárcel
Desde que Edwin fue detenido el cuatro de septiembre su familia poco ha podido hablar con él. Durante la primera audiencia que se realizó el 11 de septiembre su papá tuvo solo cinco minutos para hablar con él y dos de ellos los usó para abrazarlo. Su mamá ese día no pudo verlo.
Quien más ha tenido comunicación con él ha sido su abogado, Julio Montenegro, asesor legal de la Comisión Permanente de Derechos Humanos (CPDH). Según afirma, a Edwin lo han torturado, pues él mismo le confesó que le han pegado en el estómago, la cabeza y en las manos. Además, que en la celda lo tienen en ropa interior. Eso notablemente ha dañado su salud mental, pues, el día que fue llevado a los juzgados todos se asombraron al oírlo decir “Capitán. Capitán. Capitán. ¿Y el capitán? ¿Puedo hablar con el capitán?”.
“Edwin ha tenido un cambio drástico. Es una persona que cuando yo entré y le dije que era de la Comisión de Derechos Humanos se echó en llanto. Cuando le dije que iban a visitarlo sus familiares otra vez se echó en llanto. Y eso de ninguna manera compagina con el Edwin Carcache que yo he visto cuando hemos andado en las marchas cívicas”, confiesa Montenegro.
Según cuenta, las pocas veces que ha podido hablar con Carcache siempre está a la par un policía escuchando lo que dice. Él le ha pedido al juez que lo deje hablar a solas, pero lo único que ha logrado es que el policía retroceda un paso y, entonces, Carcache se aproxima a su oído para contarle todo lo que está viviendo.
El 13 de septiembre, Edwin fue trasladado a la cárcel La Modelo. Ese día su papá Edwin Carcache Bello llegó a dejarle un desayuno al Chipote, pero no se lo recibieron. Le dijeron que su hijo ya no estaba allí. Según el doctor Montenegro el traslado fue ilegal porque él aún no ha sido condenado.
Edwin que forma parte de la Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia es uno de los 204 encarcelados, que admite el Gobierno de Ortega hasta la fecha. Sin embargo, organismos de derechos humanos han registrado más de 400 reos políticos.
Desde que Edwin Carcache fue detenido, su mamá, Mercedes Dávila, no lo había visto. Fue hasta el 14 de septiembre pasado que pudo hablar con él, a través de un teléfono, pues su hijo está preso en una celda de máxima seguridad de La Modelo. @Revista_Niu pic.twitter.com/40Ked5T6zs
— KeylingT.Romero (@KeylingTRomero) 19 de septiembre de 2018
El viernes pasado sus familiares pudieron verlo. Él les dijo que estaba en una celda de máxima seguridad. Preguntó por su hija, sus hermanos y sus primos. También preguntó por su caso y le pidió a su papá que preparan una buena defensa. Después se despidieron y se fue.
Su mamá es quien más está sufriendo por su hijo, pero a pesar de eso, desde el día que lo detuvieron, ella ha salido a las calles a marchar y a exigir la liberación de Edwin. Cada que habla de él se le quiebra la voz y se le ponen aguados los ojos. A veces se queda en silencio ve hacía el horizonte y le tiemblan las manos. Cuando su nieta, la hija de Edwin, pregunta por su papá se pone peor. Hace unos días lo vio en la televisión y le dijo que quería estar donde estaba su papá. Ella no pudo más y se soltó en llanto.