Presos políticos

#PresosPolíticos: El asesinato de la «P del H»
Las madres de los primeros presos políticos piden la liberación de sus hijos, quienes ya cumplieron 13 meses de estar detenidos. Claudia Tijerino | Niú
Las madres de los primeros presos políticos piden la liberación de sus hijos, quienes ya cumplieron 13 meses de estar detenidos. Claudia Tijerino | Niú

Cuatro jóvenes fueron condenados por la muerte del hijo adoptivo de Francisco López, tesorero del FSLN. En el caso no hubo testigos directos y la autopsia no coincidió con cómo se narraron los hechos. Esta es la historia de los primeros presos políticos.

     

Roberto García Paladino conoció a quienes supuestamente lo asesinaron. Los vio crecer en el barrio. Jugó futbol y básquetbol con ellos y horas antes de morir, estuvieron juntos afuera del Palí de la P del H, tratando de impedir que saquearan ese supermercado. Era la noche del 22 de abril de 2018 y Roberto aún estaba vivo.

Ese día muchos supermercados y tiendas de electrodomésticos sufrieron saqueos -algunos casos por personas afines al régimen de Daniel Ortega y con resguardo de la Policía Nacional- y ante esa amenaza, muchos pobladores decidieron armarse con palos y piedras para impedir que siguieran robándose los productos. Roberto, de 40 años, fue uno de ellos.

Varios vecinos declararon, días después de su muerte que, a pesar de ser hijo adoptivo de Francisco López, tesorero de Daniel Ortega, quien recientemente fue sancionado por Estados Unidos, no estaba de acuerdo con los saqueos que surgieron después de cinco días de manifestaciones, en los que una veintena de jóvenes habían sido asesinados.

A Rommel Guillén, Juan López, Michael Peña y Fernando Ortega, de entre 20 y 22 años, tampoco les pareció correcto. Por eso, la tarde de ese domingo se unieron a los vecinos que hacían guardia frente al Palí. Horas después los cuatro jóvenes fueron detenidos y golpeados por la Juventud Sandinista y la Policía Nacional, por supuestamente haber asesinado de cinco tiros de escopeta a Roberto García. Ninguno aceptó esa muerte, pero el 27 de octubre de 2018 fueron sentenciados a 25 años de cárcel. A pesar de que las pruebas no fueron contundentes.

La lucha de las madres

Unos minutos antes sentarse para contar su historia, Mercedes Guillén se apuró a ponerse una camisa blanca que de frente decía: ¡Libertad para todos las presas y los presos políticos! Estaba tan nerviosa que se dio cuenta de que se puso la camisa al revés hasta que terminó de decir la última palabra y alguien le dijo: “te pusiste lo de atrás para adelante”. A ella se le escapó una risa nerviosa y se excusó diciendo “no importa porque atrás también dice presos políticos”.

Mercedes es la madre de Rommel Guillén, uno de los cuatro condenados por la muerte de Roberto García Paladino. Desde hace más de un año consagró su vida a pedir por la libertad de su hijo de 21 años. “Todo mundo sabe en el barrio que nuestros hijos son inocentes”, dice con voz firme.

A Rommel le gustaba jugar futbol, ese era su hobbie. Se pasaba horas jugando en las ligas que armaban en su barrio y varias veces tuvo partidos en los departamentos. Era buen jugador, confiesa su madre. Ahora en prisión él le dice: “hasta eso me quitaron”.  Antes de ser arrestado, Rommel había cumplido 18 meses de laborar en una zona franca. No pudo terminar el bachillerato porque en tercer año se salió y se dedicó a trabajar.

“Mi hijo ya tiene un año perdido al estar encerrado allí. Le quitaron allí todo lo que le gustaba. Él trabajaba, tiene su récord limpio, no es ningún delincuente”, dice su mamá.

En los partidos de futbol fue que Rommel conoció a Juan López, Michael Peña y Fernando Ortega. A Juan no le gustaba jugar, pero sí solía ir a ver los partidos, dice su mamá Sorayda Oporta. Él tiene una niña cuatro años y antes de ser arrestado trabajaba como ayudante de construcción. Tampoco pudo terminar los estudios, pero sus planes eran darle a su hija las oportunidades que él no tuvo.

De los cuatro a quien acusan de haber detonado el arma es a Fernando, de 20 años. Ese día su mamá, Johanna Alonso, le dijo que no saliera de su casa, pero él la desobedeció. Por eso, cuando pudo hablar con ella, él le pidió perdón.

Según cuentan sus madres ninguno de los jóvenes era afín al Gobierno. Michael, de 24 años, fue parte de la Juventud Sandinista cuando era adolescente, pero tiempo después se retiró. Por eso, cuando lo arrestaron lo golpearon más que a los otros y lo señalaron de traidor.

La muerte del “Popo”

Pobladores tratan de impedir que saquen el supermercado Palí de la P del H. Carlos Herrera | Niú
Pobladores tratan de impedir que saqueen el supermercado Palí de la P del H. Carlos Herrera | Niú

En el barrio, Roberto García Paladino era conocido como “El Popo”. Estaba casado y tenía una hija. Todos sabían de su parentesco con Francisco López, pero nunca hubo problemas con él. Durante el juicio por su muerte nadie de su familia asistió, afirman las madres de los condenados.

Según la versión que presentó la Policía Nacional, “El Popo” murió cuando regresaba a su casa la madrugada del 23 de abril de 2018 y se topó con dos motos en las que se transportaban Rommel, Juan, Michael, Fernando y Kevin Martínez, un menor de edad que fue liberado semanas después.

Entonces, de acuerdo al relato de la Fiscalía, Fernando se bajó de la moto y a una distancia de diez metros le disparó con un arma de fuego artesanal que usaba cartuchos de escopeta. En total fue impactado por cinco balines, uno le dio en el costado derecho del cuello, otro en el brazo derecho, dos más en la parte media de la espalda y otro en el glúteo derecho. No se menciona que antes de morir fuera golpeado, como sí lo indica el informe médico forense en el que se detalla que Roberto tenía morados en el pecho, en el brazo izquierdo, en la cadera y en la boca.

“La muerte ocurrió así: llegó una camioneta Hillux, una camioneta gris con los activistas de la Juventud Sandinista, la mayoría andaban de negro y ellos empezaron a disparar. Cuando ellos miran que Roberto Carlos Paladino no está de acuerdo con lo que ellos están haciendo, es cuando le dan el primer disparo. Hay gente que miró y dice que primero le dieron el disparo, lo golpearon y después lo tiraron en la camioneta gris. A él se lo llevaban vivo y él les gritaba “no me maten, no me maten”. Fue en la mañana que se oyó el alboroto de que Roberto Carlos Paladino había aparecido muerto en el (Centro de Salud) Francisco Buitrago”, cuenta Mercedes Guillén.

Esta versión coincide con el testimonio que incluyó el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) en su informe sobre la situación de Nicaragua. Allí una testigo cuenta que Roberto García trató de huir cuando llegaron las camionetas con activistas de la Juventud Sandinista, primero corrió hacia el norte y después se regresó para refugiarse en una casa, pero la camioneta lo siguió y él lo único que hizo fue agacharse y encogerse. En eso, un policía lo golpeó con un bate y él trató de correrse, pero fue cuando le disparó alguien que estaba en la camioneta.

― No lo hagas, somos los mismos, ― alcanzó a decir Roberto García, antes de que se lo llevaran.

Sin embargo, esta declaración no fue incluida durante el juicio, pero sí se incluyó el testimonio de una persona que no estuvo en el lugar de los hechos. Tampoco se incluyeron los videos de las cámaras de seguridad de los negocios aledaños al Palí, ni la evidencia que podría haberse encontrado en el celular de Michael que fue confiscado al momento de su captura. Asimismo, en el lugar no se encontraron rastros de sangre ni de la trayectoria de los disparos.

“Vas a pagar por la muerte de mi hijo”

Fernando Ortega, de 20 años, quien según la acusación fiscal es el que le disparó a Roberto García Paladino. Claudia Tijerino | Niú
Fernando Ortega, de 20 años, quien según la acusación fiscal es el que le disparó a Roberto García Paladino. Claudia Tijerino | Niú

Una hora después de que Roberto García Paladino fuera asesinado; Fernando, Michael, Juan, Kevin y Rommel, quienes viajaban a bordo de dos motocicletas, fueron interceptados por oficiales de la Policía Nacional en el sector de la panadería San Luis. Los agentes les pidieron que bajaran de las motos, los revisaron y sin más explicaciones los esposaron. Ellos regresaban a sus casas después de llevar agua a los estudiantes que estaban atrincherados en la Universidad Politécnica de Nicaragua (Upoli).

“Ustedes se van a comer esta torta”, recuerda haber oído Fernando Ortega, mientras era trasladado a la casa comunal del Frente Sandinista, ubicada en la colonia Tenderí. Allí los esperaban simpatizantes sandinistas, contó días después.

“Cuando a ellos los llevan a la casa comunal están toditos los sandinistas. Allí les pegaron. En eso llegó ese señor, ese Chico López, y le puso la bota en la cara a mí hijo y le dijo que él iba a pagar por la muerte de su hijo. Él se quedó callado porque prácticamente le puso la bota en la cara. Él llorando me lo contó a mí”, narra Johanna Alonso, madre de Ortega.

Michael Peña le contó a su mamá que esa noche él reconoció a Carlos Saria, uno de los militantes sandinistas que es parte de la Juventud Sandinista y alcanzó a decirle “Ideay si somos de los mismos”, pero este le dijo “Yo no te conozco”. Después los siguieron golpeando y les echaron gasolina en el cuerpo.

“A ellos los iban a quemar. Les echaron gasolina, pero por la misma gente que dijeron que ellos no habían sido no los quemaron, pero ellos iban dispuestos a quemarlos vivos”, denuncia Alonso.

Mercedes Guillén pudo ver a su hijo hasta el 25 de abril de 2018. Para entonces tenía dos días de andar de delegación en delegación preguntando si él estaba detenido allí. Fue por casualidad que se enteró que a él y a otros jóvenes los estaban trasladando a los juzgados.

“Inmediatamente me fui a los Juzgados y le pedí al padrino de Rommel, que es abogado, que me ayudara y así fue que pude entrar a la sala para verlo. Allí me contó que en El Chipote los golpearon, los amarraron a una malla y les ponían unas cosas eléctricas para que aceptaran que ellos habían matado a Roberto Carlos Paladino”, dice Guillén.

Caso de la “P del H”

Sorayda Oporta, mamá de Juan López, quien fue condenado a 25 de años de cárcel por la muerte de Roberto Carlos García Paladino. Claudia Tijerino | Niú
Sorayda Oporta, mamá de Juan López, quien fue condenado a 25 de años de cárcel por la muerte de Roberto Carlos García Paladino, quien estuvo resguardando el Palí de la P del H. Claudia Tijerino | Niú

La muerte de Roberto García Paladino trató de encausarse como un asesinato ocurrido fuera del contexto de las protestas. Durante todo el juicio se evadieran las pruebas que favorecían a los acusados y tampoco se pudo recrear la trayectoria de los disparos, a pesar que la Policía si recogió evidencia balística.

“A Michael Enrique Peña, se le incautó un teléfono en el momento de la aprehensión, pero nunca se realizó la extracción de datos, ni se requirieron los datos de telefonía (…) Tampoco se encontraron perforaciones que orientaran una trayectoria de disparo, no obstante tratarse de munición de carga múltiple (escopeta) 30 cuyos perdigones -aquellos que no impactaron en la víctima- deberían haber dejado rastros de impacto.”, describe el informe presentado por el GIEI, en donde también se expone que el Estado no quiso colaborar con ellos dando información para conversar con la familia de García Paladino e investigar el caso.

“La familia no dijo nada y tampoco nunca llegaron a los juzgados. Ellos saben perfectamente bien quiénes mataron a Roberto Carlos Paladino. Su esposa, incluso llegó a la casa y me dijo ‘Yo sé quiénes fueron los que mataron a mi esposo. Yo sé que sus hijos son inocentes, sus hijos no mataron a nadie, fueron los de la Juventud Sandinista. A ellos los tienen como chivo expiatorio’. Eso ocurrió como a los nueve días que lo mataron”, dice Mercedes Guillén, quien afirma no descansará hasta que su hijo salga en libertad.