Después de la primera semana de enero, llega la prueba de fuego y lo que define si en realidad esa lista interminable de propósitos que con tanta emoción redactamos el primer día del año –o un 31 de diciembre antes de medianoche— será exitosa, o terminará en febrero en la papelera.
En mi caso, luego de un mes los propósitos se empiezan a convertir en frustraciones. Y en marzo me percato que no he realizado ninguno de los viajes por Nicaragua que meses atrás me planteé, que no he leído ni la cuarta parte de los libros que me propuse leer y que aquella vida saludable que las primeras semanas de enero intenté llevar se convirtió en la misma rutina grasosa de siempre.
Sí, a los tres meses mis propósitos suelen caducar. A veces incluso antes.
Pese a eso, me es inevitable iniciar un año y no proponerme nada. Para este 2018 tengo lo que yo llamo “una estrategia infalible”. Lo primero que hice al proponerme una meta este año, fue ser franco conmigo mismo y contestar con honestidad si de verdad es alcanzable lo que me propongo.
Mis propósitos este año se reducen al crecimiento personal, desarrollar hábitos saludables, y aprender a manejar el tiempo y las cosas que en verdad importan. He reducido una lista interminable de metas a tres aspectos que quiero fomentar a lo largo del año. Estos encierran a su vez otros objetivos más específicos y palpables.
Pero, ¿cómo haré posible todo esto? También tengo trabajada una estrategia.
A lo largo de los años, leer cierta cantidad de libros representaba uno de mis principales propósitos de Año Nuevo, pero desde 2014 no logro cumplir con mi meta, debido a que he perdido mi hábito de lectura.
Es frustrante aceptarlo y no poder cumplir con mí cuota mínima, pero es necesario aceptar que hay hábitos que sin querer uno empieza a descuidar y que es necesario volver a crear.
En vez de proponerme a leer un número exagerado de libros, como el año pasado, me he propuesto a cultivar nuevamente el hábito de lectura leyendo una hora al día. Y sé que es posible. De hecho, si sumo el tiempo que paso sentado en una parada de bus o el recorrido que hago de mi casa al trabajo, es más de una hora. Si usara todo ese tiempo “perdido” podría leer muchas páginas al mes.
Ahí entran dos aspectos de mis metas para este 2018: crecimiento personal y manejo del tiempo. ¡Dos propósitos en una sola acción!
No crean que tengo el control absoluto para hacerlo solo, también lo haré con ayuda de algunas apps, como lo son HabitHub y Forest. Usar la tecnología para cumplir nuestros propósitos también es una buena opción.
La primera (disponible para Android y próximamente para iOS) es un gestor de hábitos. Es decir, escribís la rutina que deseás cultivar (en mi caso leer una hora al día) y en un calendario interno de la app vas marcando si lo cumpliste o no.
Se dice que para crear un hábito se necesitan 66 días repitiendo la misma acción y además de eso, compromiso y disciplina.
Cumplir propósitos en equipo
Todos empezamos el año queriendo ser más saludables. Admito ser muy inconsciente con lo que como, a tal punto que mi cuerpo me ha mandado señales de que pare de ingerir tanta basura.
De hecho, nunca he sido de gimnasios y no pretendo este año meterme a uno (como les dije anteriormente, lo importante es ser honesto con uno mismo), pero quiero sentirme saludable. Por esta razón, me ha planteado a dejar las bebidas gaseosas, los grasas trans y la comida basura. Y de paso, aprender a comer. Sí, como de verdad deberíamos hacerlo.
En el lugar donde trabajo no soy el único. De hecho, varios compañeros andan en la misma misión.
Realizar un propósito de Año Nuevo en equipo es una buena estrategia para cumplirlo, debido a que cuando uno se desanima, otro compañero puede incitarte a no parar a medio camino. También cuando en un grupo de amigos todos mantienen una sana alimentación, es más difícil caer en las “tentaciones” de la comida.
Cambiar mi estilo de vida
A veces no he logrado alcanzar cierta meta debido a que algo en mi estilo de vida no anda bien. Así que, ¿por qué no proponernos este año a mejorar nuestro estilo de vida?
Basta con mirar a nuestro alrededor y ver las cosas que tenemos para darnos una idea del estilo de vida que llevamos. Con un poco de autocrítica, he logrado identificar excesos y desórdenes a mi alrededor.
A finales de 2017, miré “The Minimalist”, un documental en Netflix sobre cómo llevar una vida “minimalista”. Siempre me ha llamado la atención esta corriente artística, por su absoluta sencillez, sobriedad y cuido en cada detalle, pero nunca pensé que se podría trasladarse a un estilo de vida.
El minimalismo es, básicamente, eliminar aquellas cosas que ya cumplieron su función en nuestras vidas. Se trata de vivir con lo esencial y no preocuparse por lo superfluo.
Muchas personas que han optado por este estilo de vida, han revelado que vivir sin tantos ornamentos hace que tu cerebro se concentre en lo que verdaderamente importa, como las metas y los sueños.
Hay diferentes grados y mi meta no es convertirme en un monje budista, sino ser simplemente más consciente a la hora de gastar y, sobre todo, al acumular cosas. Los minimalistas dicen que se encuentra la armonía en acciones tan sencillas como ordenar tu closet o donar y regalar las cosas que ya cumplieron su función.
Este cambio es tan notable que también es aplicable integralmente a nuestra vida: tales como nuestras relaciones, el trabajo, el manejo del estrés y nuestras finanzas. Llevar una vida minimalista puede ser un buen propósito para este 2018.
Si te interesa leer sobre esta corriente podés ir aquí, aquí y aquí.
No preocuparse tanto por las cosas materiales, también hace que enfoqués tu mente en otros objetivos, y esto me lleva y mi último propósito de Año Nuevo: hacer voluntariado.
Siempre he querido formar parte de una organización sin fines de lucro y realizar acciones que ayuden a un colectivo. Por algo, las personas que empiezan desprenderse de las cosas, sienten en algún momento la necesidad de compartir lo poco que les queda con otros.
Aún no sé qué quiero hacer con este punto, pero es algo en lo que estoy trabajando. Por un lado, el post de Facebook que se viralizó hace algunos meses me hizo desear ayudar los abuelitos del hogar San Antonio y quisiera ir a visitarlos nuevamente y escuchar sus historias.
Mientras escribo esto, me doy cuenta que este podría ser uno de los propósitos más importantes que alguien se puede plantear y que a la vez puede incidir en tantas vidas. Sí, hay mucho por hacer en esa materia, pero, ¿por dónde empezar? Creo que iré un paso a la vez y estaré más al tanto de mis redes sociales. Unirte al voluntariado de tu universidad es una buena opción, pero también a causas individuales convocadas por jóvenes lo son.
Mi recomendación es que nos propongamos metas que nos hagan crecer y sentir bien con nuestro cuerpo y alma. Los grandes sueños se cumplen con pequeñas acciones constantes, todos los días.
Y vos, ¿qué propósitos tenés para Año Nuevo?