El silencio de las calles es ensordecedor. Más si una vive lejos del bullicio de la ciudad. En mi pueblo todavía se puede dormir con las ventanas abiertas porque lo único que suena es el viento y los pajaritos por la mañana. Una sensación muy placentera. Pero cuando acumulas horas y horas de silencio, este se vuelve asfixiante.
La vida parece que se detuvo de repente y de forma indefinida. Espero a que se despierte el mundo a mi alrededor y le ayudo un poco poniendo música.
Suenan los silbidos de los pocoyos en la canción de Carlos Mejía Godoy, seguidos de las notas graves del cello en alguna sinfonía cuyo nombre no recuerdo. Y en el fondo, una pequeña risa. Mi hijo ha despertado.
*Este texto es parte de la serie CróNicas, publicada en la Revista Niú, a partir de este 16 de marzo, sobre las experiencias y reflexiones de cómo los nicaragüenses en España viven las medidas de confinamiento tomadas por el Gobierno español. Te invitamos leer más testimonios en este enlace.