En pantalla

Quentin Tarantino escribe nueva carta de amor al cine

En esta película Quentin Tarantino utiliza nuestro conocimiento de la tragedia como combustible de la trama. Leé por qué este film merece cinco estrellas.

La curiosidad y el resquemor hicieron combustión cuando Quentin Tarantino anunció que “Once Upon a Time in…Hollywood” emplearía como elemento dramático los crímenes de Charles Manson. No sería la primera vez que el director se inspiraría en atrocidades de la vida real, pero sus reformulaciones picarescas del fascismo y la esclavitud operaban en un plano más conceptual. La actriz Sharon Tate y las demás víctimas de Manson, por la cercanía temporal, conservan su individualidad. El espectro del amarillismo flotaba en el ambiente. Los temores resultan infundados. A medio camino entre la melancolía contemplativa de “Jackie Brown” (1997), y el revisionismo satírico de “Inglorious Basterds” (2009) y “Django Unchained” (2012), “Once Upon a Time in… Hollywood” es una síntesis perfecta del cine de Tarantino.

Rick Dalton (Leonardo DiCaprio) es un actor de mediana edad en crisis profesional. La serie de TV que lo lanzó a la fama se extingue. Su ansiado ascenso al cine no termina de materializarse. Cliff Booth (Brad Pitt) es su doble, mezcla de asistente personal y mejor amigo. Cuando no está tomando su lugar en el rodaje de escenas peligrosas, mata el tiempo en su casa, en las colinas de Benedict Drive. Quiere la suerte que se muden al lado el director Roman Polanski (Rafal Zawierucha) y su nueva esposa, la actriz Sharon Tate (Margot Robbie). Son sal en la herida de Rick: jóvenes, hermosos y en la cúspide de la fama, su mera presencia le recuerdan que su tiempo ha pasado.

Tarantino utiliza nuestro conocimiento de la tragedia como combustible de la trama. Las constantes referencias a fecha y hora crean tensión, y anticipan el crimen. Eso mantiene encarrilada una narrativa deliberadamente cavilante. Seguimos a cada personaje por separado, en momentos rutinarios e incluso banales. Esta es una película de digresiones y tangentes. Pero juntos, estos momentos conforman el vívido retrato de un momento histórico —el final de los sesenta— y una industria en constante transformación. Hollywood como fábrica de entretenimiento.

La película está enamorada del proceso de hacer cine, y lo documenta con atención a detalle. Para Tarantino, reconocer sus límites —y su misma artificialidad— significa reconocer su nobleza. Seguimos a Rick mientras filma una “aparición especial” en el episodio de una serie de vaqueros. Le toca interpretar a “Caleb Dakota”, un despiadado forajido. Lo acompañamos en la preparación y el tránsito a través de tráileres de maquillaje, camerinos y sets inacabados. Una conversación con una actriz infantil (Julia Butters), mortalmente seria, lo aterra e inspira. Después de olvidar líneas y tener un ataque de pánico, se reivindica en una escena violenta. Es una victoria pírrica, pero el momento de gracia se nos presenta de manera indeleble, impoluto por consideraciones de gusto y mercado. Tarantino glorifica el impulso creativo, incluso cuando se manifiesta en productos de cuestionable valor artístico.

Booth es una figura marginal y proletaria. Sabotea una oportunidad de trabajar frente a la cámara por una insolente confrontación con Bruce Lee (Mike Moh) en el set de la serie “El Avispón Verde”. Su flirteo con Pussycat (Margaret Qualley), una de las “chicas Manson”, nos lleva a la guarida de la pandilla y mantiene viva la tensión. Las escenas que comparte con DiCaprio son geniales, y traen al frente de la cámara la preocupación del director por reconocer la amistad como una forma de amor.

El tratamiento al personaje de Tate es conmovedor. Tarantino no pierde de vista que antes que estrellas, los actores son gente. No en balde, nos muestra fugazmente, en dos momentos distintos, a dos actrices roncando. Aunque la industria las condene a ser proyecciones de perfección, no pueden evitar ser humanas. Seguimos a Tate mientras compra un libro de regalo para su esposo. Se sorprende al encontrar un teatro proyectando su última película, y entra a verla. O más bien, a verse a sí misma, en la pantalla grande. Margot Robbie, en una excelente actuación, consigue que estos momentos no funcionen como un ejercicio de ego, sino la franca realización de que puedes vivir haciendo lo que amas. Si Rick está en el final de su carrera, Sharon está el principio, y la promesa del futuro es intoxicante.
A este lado de la pantalla, sabemos lo que el futuro guarda para ella. Tendrá que descubrir por usted mismo cómo resuelve Tarantino el final. Basta decir que el desenlace de “Once Upon a Time…” es perfecto para la película.

“Había una vez en…Hollywood”
(Once Upon a Time in…Hollywood)
Dirección: Quentin Tarantino
Duración: 2 horas, 41 minutos aprox.
Clasificación⭐⭐ ⭐⭐⭐ (Excelente)


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