En pantalla

“Rebecca” se precipita por el abismo de ambiciones de Netflix
Rebecca

Hay algo de justicia poética en el hecho de que “Rebecca”, la nueva producción de Netflix, no logre superar al fantasma de su antecesora.

     

Nuestra heroína (Lilly James) es una humilde dama de compañía, cuyo nombre nunca se menciona. Al servicio de la abrasiva Sra. Van Hopper (Anne Dowd) en el lujoso Montecarlo de los años 30, captura la atención de Max de Winter (Armie Hammer), un aristócrata viudo. Un cortejo expedito suaviza las diferencias de clase de la pareja, al menos hasta que regresan a casa como marido y mujer. La “casa” es una mansión tan imponente, que a diferencia de su nueva dueña, tiene nombre propio: Manderley. Nuestra protagonista se siente cada vez más inadecuada ante las demandas de ser una gran señora. No le ayuda la disposición pasiva-agresiva de la Sra. Danvers (Kristin Scott-Thomas), el ama de llaves que ostenta fastidiosa devoción a la difunta Rebecca, muerta en circunstancias misteriosas. Maxim se convierte en la sombra de sí mismo. La trama se complica con la aparición de Jack Favell (Sam Riley). El primo de Rebecca asegura que en el día de su muerte, recibió una carta de ella, demandando su visita. Tenía algo que contarle. El secreto se fue a su tumba en las profundidades del mar.

El fantasma que Netflix debe exorcizar fue creado por Alfred Hitchcock. El “maestro del suspenso” cruzó el Atlántico y plantó su bandera en Hollywood, contratado por David O’Selznick para dirigir una versión de la popular novela de Daphne du Maurier. El filme se estrenó en 1940, se convirtió en un éxito de taquilla, y es el único en su extensa filmografía que consiguió el Óscar a Mejor Película. Su “Rebecca” no es única —en los tempranos 80, la TV nicaragüense proyecto una miniserie de la BBC, por ejemplo—, pero tiene, a todas luces, una contundencia lapidaria. ¿Para qué rehacer un clásico? Pues, para venderlo nuevamente. Lo más probable es que el usuario promedio de Netflix no haya visto el hito de Paramount Pictures. Y los que ya lo hicieron, tendrán curiosidad de ver el resultado de esta tarea imposible.

El director Ben Wheatley es un talento emergente con estilo distintivo. En películas como “Sightseers” (2012) y “Free Fire” (2016) ostenta un gusto por la violencia grotesca y el humor negro. No es Hitchcock, —¿quién lo es? — pero habiendo visto sus trabajos previos, uno podría esperar una lectura interesante sobre la historia. Lamentablemente, la nueva “Rebecca” sofoca la oscuridad gótica con colores vívidos. La estética sería más tolerable si no viniera acompañada de la simplificación de la carga dramática, en busca de una reivindicación romántica. Seguro que para Wheatley debe haber sido un desafío interesante, moldear su sensibilidad particular a este tipo de material. Pero no logra nunca hacerlo suyo. Parece que está dirigiendo por encargo.

Es ingrato comparar a James y Hammer con Joan Fontaine y Laurence Olivier. Los actores no tienen chance de crear personajes distintivos. Él es demasiado norteamericano, joven y moderno como para convencer en el papel asignado. James es reducida a funcionar como un peón de la trama —o de las maquinaciones de la siniestra Sra. Danvers—. Su giro emocional en el tercio final, cuando toma las riendas de la situación, es poco convincente. James no es una mala actriz. Sirvió como invaluable alivio cómico en la serie “Downton Abbey”, otra exaltación romántica del viejo orden señorial —pero aquí no tiene oportunidad de mostrar la vida interna de su personaje—. Scott Thomas ofrece el tipo de sobreactuación que solo una buena actriz puede brindar.

Quizás la clave del fracaso se encuentre en el guion, denso en incidentes, pero descuidado a la hora de observar la psicología de los personajes. La nueva señora de Winter es una proletaria empujada por las circunstancias a una lucha que no buscaba, contra el sofocante orden social de la vieja Inglaterra. Tan opresivo como la oscura mansión que todos describen como magnífica, donde hombres como Maxim se sacrifican al servicio de un vetusto símbolo de poder. La desaparecida Rebecca encaja perfectamente con su duplicidad, de la misma manera en que la nueva señora de Winter es una refutación, solo por su origen humilde. Las ideas están ahí, pero la película se siente inerte y sin vida. Es el fantasma de un buen melodrama.

“Rebecca”
Dirección: Ben Wheatley
Duración: 2 horas, 1 minuto
Clasificación: * (Mala)
*Disponible en Netflix