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Opinión | ¡Rebelión estudiantil y explosión social!
Foto: Carlos Herrera | Niú

Marco Aurelio Peña Morales. Economista y Abogado. Movimiento “Avancemos”

     
  • 28 de abril 2018
A los universitarios caídos
¡Señor! Dame fuerzas para decir la verdad, aún delante de los poderosos”. Mahatma Gandhi

Los estudiantes universitarios nicaragüenses han sido determinantes en el giro de los acontecimientos sociales y políticos de abril de 2018. Varias golondrinas hicieron verano. Si John Reed escribió 10 días que estremecieron al mundo, nuestros bravos y heroicos universitarios lo han estremecido en menos de siete. La ola de protestas y manifestaciones a lo largo y ancho del país revela un potente espíritu de rebeldía con causa contra las figuras, esquemas y estructuras del poder político nicaragüense. El homo rebelde –del que filosofó Camus– es aquel que se levanta contra el yugo y la alienación ejercidos por su amo. El rebelado lucha por su emancipación espiritual y material, rebelándose contra toda forma de autoritarismo, totalitarismo y dominación. El ciudadano domado y atemorizado es alimento que nutre gobiernos y partidos autocráticos y corruptos.

¡Quién hubiera previsto que pasaríamos de la chispa a la llama! La rebelión estudiantil emprendida casi simultáneamente por los valientes muchachos de la Universidad Centroamericana (UCA), Universidad Nacional Agraria (UNA), Universidad Nacional de Ingeniería (UNI) y Universidad Politécnica de Nicaragua (UPOLI), lideró una auténtica explosión social con efecto dominó, debido a la indignación generalizada por un régimen político en descomposición al reproducir abiertamente las mismas aberraciones de la práctica política nicaragüense desde la Colonia hasta nuestros días. El mismo guion con diferentes actores. Se creyó que este “eterno retorno” terminaría el 19 de julio de 1979; sin embargo, haciendo una adaptación al verso del poeta Gordillo, a 40 años de distancia el enemigo es el mismo.

Como ironía de la historia, el movimiento estudiantil institucionalizado de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua con sede en Managua (UNAN-Managua), se mantuvo al margen de la rebelión estudiantil y el estallido social de abril de 2018 por su trama de intereses con la clase dirigente, granjeándose una infamia indecible al echar por la borda el legado del humanista beligerante y magnífico rector Mariano Fiallos Gil, padre de la autonomía universitaria y autor del lema “a la libertad por la universidad”.  

Foto: Carlos Herrera | Niú

Una rebelión estudiantil y una explosión social contra la represión y censura, contra la violencia paragubernamental, contra la brutalidad policial, contra la masacre y difamación, contra la corrupción y el desfalco, contra la dinastía y el nepotismo, contra la antidemocracia y contra un poder bipolar y centralizado, con fermentos de superstición y hechicería, que sucumbirá indefectiblemente por las leyes de la historia. La causa de la juventud universitaria es la causa de Nicaragua entera por ser un levantamiento contra la tradicional partidocracia decadente y contra el pensamiento político prostituido. Agrégase lo que escribió Rubén Darío en Los Raros: “…contra los engaños sociales, contra los contrarios del ideal, contra los fariseos de la cosa pública…”.

Las canciones de protesta, la cultura contestataria, las consignas de Sandino y el ideal de Carlos Fonseca, ahora se vuelven contra el partido sandinista que en el pasado protagonizó una revolución social. Ya en la lógica dialéctica encontramos que toda cosa tiende a transformarse en su contrario. Ese contrario es la conciencia burguesa en el seno de cada “revolucionario”. El régimen actual no es nada más que una forma transfigurada del régimen derrocado hace casi cuatro décadas. El enjambre de manifestaciones cívicas es fuerza motriz de cambio social que anuncia el fin de un ciclo para darle paso a otro. A los gobernantes y políticos carentes de sabiduría es preciso recordarles las palabras del Nazareno: cuando veáis caer las hojas de los árboles, sabed que el verano está cerca.

No deja de perder vigencia Karl Marx cuando previno que el poder político es el poder organizado de una clase para oprimir otra. Las contradicciones entre la clase gobernante y la clase gobernada en Nicaragua llevaron a la sociedad civil a rebelarse contra la vieja mentalidad de partido único, de manipulación de masas y de un discurso ambivalente (amor de palabra y violencia de praxis) zurcido con consignas tan apasionadas como huecas. El debate entre izquierda y derecha está fuera de lugar cuando el debate es distinguir entre honestos y corrompidos. Sin embargo, nuestro «abril de 2018» demuestra una vez más que la soberanía es el ejercicio de la voluntad general y la tesis contractualista del poder se nos presenta viable para la construcción de un modelo democrático que facilite e impulse un proceso de desarrollo económico, humano y sostenible, a la altura del mundo civilizado.

Foto: Carlos Herrera | Niú

La Gran Marcha del 23 de abril de 2018, sin distinción partidaria, ideológica o de clase, fue la movilización de hombres y mujeres respaldando a los estudiantes universitarios politécnicos que se rebelaron en su alma mater. El nicaragüense se ha sublevado gracias a una generación millennial que usó sus celulares y las redes sociales para expresarse, convocarse y comunicarse en tiempo real. Ya no está dispuesto a seguir siendo conducido por dirigentes de conciencia turbia a caminos de servidumbre. Fue una marcha pacífica y ejemplar, tan multitudinaria –al decir de muchos–, como el último adiós que le dio el pueblo pinolero en 1978 al mártir de las libertades públicas Pedro Joaquín Chamorro Cardenal.

Han pasado 100 años desde el llamado «grito nacional de Córdoba» de 1918 en Argentina, que inició la «Reforma Universitaria» como movimiento estudiantil, social y cultural de alcance continental. Ya transcurrieron 50 años desde la llamada «Revolución Estudiantil» de mayo del 68 en Francia, que hizo temblar al gobierno de Charles De Gaulle. Los estudiantes franceses, liderados por Daniel Cohn-Bendit –por mencionar uno–, se manifestaron contra la guerra, la sociedad de consumo y los prejuicios sexuales. Son inolvidables sus consignas como “prohibido prohibir” o “la imaginación al poder”. Vale la pena recordar la masacre del 68 en México por las protestas estudiantiles contra el PRI y la implosión de protestas estudiantiles en la Plaza de Tiananmén en 1989 contra el PCCH en la China continental. Como vemos, el estudiante universitario es factor de transformación social.

La juventud siempre es generadora de nuevas formas de pensar, sentir y actuar; ella inspira a todas las clases sociales. Nuestra generación de millenials nicaragüenses ha entendido que cada generación debe defender su propia causa y tratar de cambiar el mundo. Sabe que la crisis actual es por mucho una crisis de valores y principios. A las masacres estudiantiles de Nicaragua del 23 de julio de 1959 y la del 22 de enero de 1967, se suma el verano caluroso y sangriento de «abril de 2018», caracterizado por un movimiento estudiantil y social no organizado de alto impacto, que independientemente de su desenlace, es el nacimiento de una nueva leyenda de autorrealización histórica de la juventud universitaria en particular y la sociedad civil en general contra su Hidra de mil cabezas: el poder político dominante.

 

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