Una mujer y un hombre viejo departen alegremente en un restaurante. El tono es jovial, pero hay algo turbio en la escena. La efervescencia se siente forzada, pero el hombre ve lo que quiere ver: una conquista. Terminan juntos en un cuarto de hotel. Ahí, lo que se consuma es un castigo. Aida Cisneros (Diana Lein) es una autoproclamada vengadora de mujeres. Seduce y droga a los violadores para dejarles un recuerdo del trauma infligido: un gigantesco tatuaje en el pecho. El “Rencor Tatuado” del título queda justificado, al menos por un tiempo.
La inusual ocupación es su manera de lidiar con su propio trauma. Ella es la única sobreviviente de un violento asalto casero que cobró las vidas de su esposo y la asistente del hogar. Los perpetradores acuchillan el vientre embarazado de Aida y la dejan desangrándose en el suelo. Incapaz de retomar su carrera como fotógrafa, falsifica un suicidio y se dedica a dispensar justicia por su propia mano. Pero el cerco se cierra a su alrededor. La Policía le tiende una trampa. Vicente (Irving Peña), un apuesto periodista, está convencido de que vive, y quiere encontrarla.
Añada intriga política a la mezcla, y un extenso reparto de personajes: Divinidad Martínez (Itatí Cantoral), una popular locutora de radio aficionada a lo sobrenatural; Martha (César Romero Milagro), una prostituta transgénero con el corazón de oro; Flor (Giovana Zacarías), una costurera que cree en los fantasmas; y Eva (Victoria White), una “niña bien” que quiere desquitarse del hombre que la chantajeó por un video erótico.
El exceso es parte de la fórmula. “Rencor Tatuado” usa el sensacionalismo como vehículo de crítica social. Se inscribe en la tradición malsana del cine serie ‘B”. Tiene vestigios del “noir”, el “giallo”, el ‘thriller’ de venganza feminista y tantos otros géneros y subgéneros que su cabeza dará vueltas tratando de catalogarlos. La telenovela mexicana recibe lo propio. Peña llena el prototipo del galán, desde los músculos hasta la vacuidad. El ‘casting’ de Cantoral es un golpe maestro. Lástima que la priven de una escena que cierre en nota exclamativa el arco narrativo de su personaje —no contratas a la villana que inmortalizó el insulto “maldita lisiada” en “María la del Barrio” (1995) para que se desvanezca en el aire—. Con casi dos horas y media de metraje, la película llega a ese extraño punto en el que es, contradictoriamente, muy larga y demasiado corta.
“Rencor Tatuado” es atípica en la obra de Julián Hernández, fascinante cineasta contemporáneo mexicano. Él se ha labrado un nicho especial, con evocaciones poéticas del deseo homosexual. Sus películas son explícitas a la hora de mostrar el cuerpo, pero en un tono más cercano del romanticismo lánguido de Wong Kar-Wai que al morbo. En “Rabioso Sol, Rabioso Cielo” (2009), quizás su película con más proyección internacional, la atmósfera prima sobre la trama. “Rencor Tatuado”, en contraste es pura trama, barroca y gratuitamente complicada. El guion de Malú Huacuja del Toro recuerda las incursiones de Pedro Almodóvar el género “noir”, pero el director manchego habría destilado los elementos a un nivel más básico y disciplinado.
Hernández abandona el lirismo de sus tomas largas para abrazar las convenciones formales asociadas con el género. Expresionistas planos en picada y contrapicada desorientan intencionalmente. La imagen está compuesta en un marco de 4:3, como si estuviéramos viendo algo hecho para proyectarse en cine de 16 mm, transferido a una vieja televisión. La fotografía digital en blanco y negro da paso a ocasionales escenas en color que marcan eventos pasados. Ayudan a ubicarnos temporalmente en una narrativa que salta en la línea temporal con relativo abandono, pero a medida que avanza el metraje, la regla se rompe, contribuyendo a cierta desorientación en el trecho final.
La película tropieza a la hora de tratar de infundir plausibilidad en su arrebatada ficción. Una subtrama que involucra la complicidad de una amiga, para aclarar asuntos logísticos de las acciones de Aida, termina siendo innecesaria. En una línea que se dispensa sin mayor consecuencia, la vengadora aclara que sus “tatuajes” se borran cuando el hombre se baña… En el mundo real, no bastaría una noche para ejecutar un castigo de esa especie. Pero “Rencor Tatuado” vive en la ficción febril, quizás el único medio que le hace justicia al horror de la violencia.
“Rencor Tatuado”
(Tatoo of Revenge)
Dirección: Julián Hernández
Duración: 2 horas, 21 minutos
Clasificación: ⭐⭐⭐ (Buena, recomendada con ciertas reservas)
Disponible en Netflix