Cultura
Conocé la incursión como historiador de Heberto Incer Moraga, con los dos tomos de "Una historia de Nicaragua", en esta reseña escrita por Guillermo Cortés Domínguez
Estudió Economía, estuvo en la Universidad Complutense de Madrid, pero especialmente define el temple de este hombre llamado Heberto Incer Moraga, devenido en historiador, haber sido preso político por su militancia sandinista, de la dictadura somocista durante dos años y medio, con cuatro meses en los calabozos subterráneos de la Oficina de Seguridad Nacional en El Chipote, aislado, encapuchado, apaleado, desnudo bajo aire acondicionado y torturado sicológicamente.
Incer Moraga nos entrega en dos tomos “Una historia de Nicaragua” de 812 páginas, incluyendo un rápido anexo de 21 páginas sobre los últimos 60 años. El primer tomo, de 400 páginas, que va desde los primeros pobladores hasta los 30 años conservadores, es ilustrado en su portada con una pintura de Goya titulada “Duelo a garrotazos”, una significativa escogencia del autor para graficar la esencia violenta de este periodo histórico.
No menos significativa es la imagen de portada de su segundo tomo, de 418 páginas, que comprende desde Zelaya, en 1893, hasta Somoza García, en 1956, con un anexo hasta hoy, que es una fotografía en blanco y negro de una desconsolada mujer que se tapa los ojos con sus manos, quizás para no ver los escombros que la rodean, como el país que tenemos.
El autor pretende revisar la historia, lo confiesa sin reparos, así que se toma la libertad de interpretar los hechos, porque considera que esta no debe ser dogmática, sino discutible y criticable, “porque polemizar sobre el pasado es la mejor forma de mantenerlo vivo iluminando al presente y configurando el futuro”.
Contra las interpretaciones sesgadas
Heberto Incer Moraga se aparta un poco de la visión tradicional u ortodoxa porque es consciente de que la Historia de Nicaragua tiene muchas narraciones e interpretaciones sesgadas de algunos que invocan el pasado con fines políticos, además de que en más de un caso la historia oficial falsifica a conveniencia, oculta acontecimientos importantes e inventa otros tantos.
El nuevo historiador quiere lectores curiosos, insatisfechos con lo que han leído de nuestro pasado, lectores escépticos e incluso lectores confundidos por tanta mentira y por eso afirma: “Mi propósito ha sido no tergiversar a sabiendas; si interpretar el pasado tal como yo lo entiendo”.
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Y es que el autor está fuertemente influenciado por R. G. Collingwood (“Idea de la Historia”), que plantea: “Cada nueva generación debe volver a escribir la historia a su manera; cada nuevo historiador, no contento con dar respuestas nuevas a viejas preguntas, debe revisar las preguntas mismas; y —puesto que el pensamiento histórico es un río en el que nadie puede bañarse dos veces— hasta un mismo historiador que trabaje en un mismo tema durante cierto tiempo puede, al tratar de replantearse una antigua pregunta, encontrar que la pregunta misma ha cambiado.”
La segunda parte del primer tomo de “Una historia de Nicaragua”, su autor la tituló con una frase de Shakespeare: “Amigo, ¿qué país es este?”, porque, como él explica, “requiere de mucho esfuerzo concebir a Nicaragua como un país normal cuando hemos leído su increíble trágica historia”.
Rescata a personajes con valía histórica que han sido borrados
Para Incer Moraga los acontecimientos están enmarcados en las posibles causas que los provocaron, las que se dificulta identificar porque con frecuencia hay múltiples motivaciones interactuantes y se necesita ser muy avezado para dar con ellas acertadamente.
Al emprender su enorme tarea, Incer Barquero ha sido consecuente con el pensamiento del historiador español Juan Pablo Fusi: “La historia como quehacer no es más que un ejercicio de revisionismo crítico: aspirar a analizar críticamente el pasado, a sustituir mitos, leyendas, relatos fraudulentos e interpretaciones deshonestas por conocimiento sustantivo, verdadero y útil”.
Desde el inicio de su obra el autor duda de la confianza y credibilidad de las versiones de los cronistas coloniales y por tanto cuestiona la verosimilitud “de todo nuestro pasado remoto”. De la misma manera endosa y amplía sobre Fray Bartolomé de las Casas porque le parece que su repudio a la conquista española merece ser mejor conocido.
Confiesa abiertamente Heberto Incer Moraga que en “Una Historia de Nicaragua” él ha hecho un tratamiento un tanto diferente al de los historiadores que hemos conocido, porque, entre otros, critica a personajes tabú de la historia nacional encumbrados oficialmente y rescata a otros con valía histórica que han sido borrados.
Finalmente, hace ver el autor cómo a lo largo de la historia los perdedores de elecciones han pretendido “gobernar desde abajo”, provocando inestabilidad, atraso, dolor y tragedia. Al respecto, explica: “Gobernar desde abajo significa sabotear por todos los medios a la autoridad legítima y en este afán no hay Constitución que valga. La consigna “gobernaremos desde abajo”, no tiene su origen en febrero de 1990 cuando el FSLN perdió limpiamente las elecciones; implícitamente siempre ha sido así, desde 1821”.