El arte sacro del retablo, importado por los colonizadores españoles para decorar los altares de sus iglesias, se popularizó en manos indígenas. Pasó de evocar episodios bíblicos, a replicar estampas de la vida cotidiana. Ahora, sirve de título e inspiración estilística a este emotivo drama peruano.
Noé (Amiel Cayo) es un indígena quechua, artesano maestro del retablo, que habita con su familia en una comunidad rural. Anatolia (Magaly Soler), esposa y madre, se encarga de los trabajos domésticos, mientras los hombres trabajan en un pequeño taller. Segundo (Junior Bejar), su hijo adolescente, es su aprendiz. En la primera escena, padre e hijo visitan el hogar de un hombre acaudalado que ha comisionado un retablo de su extensa familia. Noé tapa los ojos de Segundo, para qué describa de memoria la apariencia de la gente que posa como si se estuviera tomando una foto. El gesto está cargado de significado, porque no será sino hasta el final que Segundo podrá “ver” realmente a su padre.
Soler saltó a la fama internacional con “La Teta Asustada” (Claudia Llosa, 2009), y merece crédito por sugerirle al director que los diálogos de la película debían hablarse en quechua y no en castellano, contribuyendo a infundir credibilidad en el drama. Más allá de eso, cede el protagonismo a los actores menos conocidos, porque la relación entre padre e hijo es la más importante del filme. La acción se registra exclusivamente desde el punto de vista del muchacho. Y es a través de sus ojos que descubrimos un secreto que cambiará para siempre la dinámica familiar.
Si quiere sorprenderse, este es el momento para dejar de leer.
Noé tiene relaciones sexuales furtivas con otros hombres. Segundo no tiene el lenguaje o conocimiento para articular sus sentimientos, pero sabe que esto lo convierte en un paria. El guion acreditado al director Álvaro Delgado Aparicio y a Héctor Gálvez, tiene el acierto de concederle el desconcierto de la ignorancia. No sabemos exactamente si su rechazo viene por asumir desde la infancia la homofobia que prima en su entorno, apropiarse de la traición a la madre, o el miedo a verse reflejado en el padre. Quizás son las tres cosas a la vez. Esa incertidumbre hace que el personaje sea más creíble y humano.
Vemos en sus ojos cómo florece la confusión cuando la experiencia vivida —su relación con su padre— choca con las convenciones sociales que envilecen a su principal referente de masculinidad. Su otro referente es su mejor amigo, Mardonio (Mauro Chuchón), quien parece ser mayor y más adelantado en asuntos de alcohol y sexo. Al rechazar al padre, Segundo gravita hacia este modelo de masculinidad tóxica. Bajo su influencia, el muchacho embriagado invade una noche la habitación de Felícita (Claudia Solís), una bella vendedora de frutas. ¿Quiere probar su hombría mediante una violación? Me atrevería a decir que los mismos realizadores no tienen convicción en este giro de los acontecimientos.
Apartando ese paso en falso, hay mucho que admirar en Retablo. Delgado Aparicio evita caer en la idealización de la comunidad indígena, una debilidad común en las cinematografías emergentes. Después de todo, los linchamientos protagonizados por gente tomando justicia por su propia mano abundan en los noticieros y la aceptación de la diversidad sexual también encuentra resistencia en los “pueblos originarios”, que pueden ser tan conservadores y homofóbicos como los enclaves blancos y mestizos. Mientras destruye el taller, loca de dolor, Anatolia grita “¡Si le haces algo a mi hijo, te mato!”, haciendo eco de la falacia que equipara la homosexualidad con la pedofilia.
Las escenas iniciales son fascinantes en su atención a los detalles de un modo de vida aparentemente anticuado, que persiste en relativa cercanía a las grandes urbes. Por momentos, Retablo me recordó a “Honeyland” (Kotevska & Stefanov, 2019), extraordinario documental nominado al Óscar, sobre la vida de una campesina cosechadora de miel silvestre en Macedonia. Pero Delgado trabaja en el plano de la ficción, y toma las claves de su estilo del retablo mismo. La cámara retrata a los personajes como si ellos mismos estuvieran atrapados en uno. A veces, los observa como si estuviera tomando el lugar de una figura. La cuidadosa composición de sus imágenes refleja un orden social con rígidas expectativas para cada individuo. Noé y Segundo encontrarán maneras diametralmente opuestas de escapar. No se la pierda.
Retablo
Dirección: Álvaro Delgado Aparicio
Duración: 1 hora, 35 minutos
Clasificación: * * * (Buena)
*Disponible en Netflix