Icono del sitio Revista Niú

Ser la otra

La primera causa de divorcio en Nicaragua es la infidelidad. De este dato podemos deducir que existe una masa significativa de mujeres que en algún momento de sus vidas deciden establecer relaciones más o menos estables con hombres que están en relaciones formales, lo sepan ellas conscientemente o no.

El nombre que le damos a estas mujeres: “la querida”. Me llama la atención porque denota que a esa mujer es a la que se quiere. Pareciera sugerir que a la esposa no se le quiere, sino que se entiende que se está con ella por que el matrimonio es para siempre, por lo hijos, etc.

Más allá de eso, el convertirse en amante de alguien es siempre una decisión. Por lo menos desde el momento en que se sabe o se sospecha que la otra persona tienen una relación oficial. Sin embargo, muchas mujeres, incluso sabiéndolo, continúan con esas relaciones. Algunas de las justificaciones que se utilizan son:

El amor: “Es que nos queremos” o “Es que lo quiero”. ¿Puede construirse algo positivo donde se generó tanto dolor a otros? Algunos teóricos sobre el tema dicen que no, que nada bueno surge de lastimar a otros, así sea en nombre del amor. Como he dicho en otras ocasiones, el amor no lo justifica todo. Según los que sostienen este punto de vista, el amor se desvirtúa si necesita del engaño y la mentira. Es un pensamiento digno de ser analizado.

La ilusión de que él deje a su esposa y se quede conmigo: ¿Cuántos hombres casados dejan a su esposa por una amante? Muy pocos. Incluso si pasa, las estadísticas indican que la relación no tiene mucho futuro. Esto porque las relaciones de “enqueridamiento” están basadas en ciertos factores y reglas que cambian radicalmente cuando “la querida” se convierte en “la oficial”. Y no quisiera, pero en este caso tengo que darle la razón a Pimpinela.

La mayoría de los hombres describen sus espacios con sus amantes como espacios de relajación, sin problemas. Con ellas tienen buen sexo y compañía agradable. No solo porque esa es la naturaleza de la relación, sino porque además la querida sabe que no tiene los mismos derechos que la esposa y por lo tanto exige, reclama y pelea menos. Esto se pierde cuando ella se convierte en la oficial. Oficializar a la querida es como echarle sal al postre.

Como toda decisión, ser “la querida” tiene consecuencias. De esas hablo la próxima semana.


Consultá aquí el blog de la autora.