En pantalla
El documental funciona como memoria personal y registro histórico de un lugar y un tiempo definido.
Nada que pueda decirle puede prepararlo para descubrir la densidad temática y emocional de “Shirkers”, la hermosa película de Sandi Tan. La película se llevó el premio al Mejor Documental Mundial en el Festival de Cine Independiente de Sundance de este año. Es testamento a su espíritu universal, que Netflix lo adquiriera para distribuirlo en todos los territorios donde opera.
La irresistible premisa es un misterio, envuelto en un enigma. A inicios de la década de los 90, Sandi Tan y sus dos mejores amigas, Sophia Siddique y Jasmine Ng, son tres adolescentes de Singapur, unidas por su devoción al cine. En sus vidas aparece Georges Cardona, quien se identifica como cineasta norteamericano. Nadie sabe muy bien que hace tan lejos de casa, pero les ofrece talleres de producción en un centro cultural alternativo. Pronto, el hombre se apropia de la iniciativa de Sandi, y el cuarteto termina filmando una película de verdad. Las muchachas, sus amigos y algunos actores amateurs trabajan en la producción mientras Cardona dirige por varias semanas. Al terminar, el hombre se lleva las latas de película a EE.UU., con la promesa de editar el filme. Jamás volverán a verlo.
El documental funciona como memoria personal y registro histórico de un lugar y un tiempo definido. Debo confesar que es la primera película de Singapur que veo, pero ese es uno de los problemas que Tan plantea. A pesar de la bonanza económica de su país, abonada por las décadas en el poder del “dictador benévolo” Lee Kwan Yew, el desarrollo de las artes cinematográficas no es una prioridad del sistema. Nuestras protagonistas se refugian en la música punk y el cine que logra importar a través de videocasetes piratas. En esta sociedad conservadora, mascar chicle está prohibido por ley -. Ellas canalizan su rebeldía creando sus propias revistas, y eventualmente, haciendo la película. Entre las ideas que reverberan en la saga de “Shirkers”, se materializa el poder del arte para cruzar barreras culturales, de tiempo y espacio, y conectar a los individuos en un plano profundamente personal. Tan y sus amigas son como los japoneses que se visten como músicos de rock-a-billy; los mexicoamericanos que idolatran al músico británico Morrissey; y los nicas que rinden culto al manga. Pero pasan de consumir arte, a hacerlo.
Cardona desaparece con el material en bruto, pero desde el principio, vemos escenas editadas con las entrevistas actuales, y el material de archivo que la cineasta usa en un collage que funde pasado con presente. La resolución del misterio trae su propio giro irónico, convirtiendo a “Shirkers” – el original y el documental – en un irresistible binomio: un “filme maldito” y su reflejo perfecto. La dinámica entre Cardona y las adolescentes refracta las desiguales relaciones de poder entre hombres y mujeres. También podemos leer en ella indicios de apropiación cultural e imperialismo. En un provocativo montaje, Tan encuentra ecos de su película perdida en clásicos contemporáneos de Hollywood, como “Heathers” (Michael Lehmann, 1988) y “Rushmore” (1998). Los países desarrollados se imponen en la cultura popular global por las ventajas intrínsecas a la riqueza, y el dominio de los medios de producción y distribución.
El impulso creativo es poderoso, y a pesar de la traumática experiencia, las tres amigas terminan trabajando con imágenes, en diferentes lugares del mundo. Son hijas de la globalización. Saltando de la adolescencia a la madurez, contrastando a las niñas de entonces con las mujeres que son ahora, la película se convierte en una conmovedora exploración del paso del tiempo, y como nuestras experiencias terminan definiendo quienes somos. Singapur se revela como un protagonista más, y en el contraste de las viejas locaciones con el registro de los espacios hoy, terminamos sintiendo nostalgia por un lugar que realmente no conocemos. O quizás sí. “Shirkers” es un filme específico, pero a la vez universal.
El fantasma de Cardona sirve como hilo conductor. Habla desde la extraña dimensión que habita a través de cintas grabadas y cartas. Otras víctimas alrededor del mundo surgen para ofrecer más piezas del rompecabezas. Nunca escucharemos de viva voz sus razones, pero al final, emerge un perfil psicológico que explica de alguna manera sus acciones. Al final, el Svengali es alma gemela de sus víctimas, pero sus propios traumas e inseguridades lo sumen en la oscuridad. Pero “Shirkers” es tan compasiva, que exorciza este fantasma de la forma más humana posible. Es una de las mejores películas del año.
⭐️⭐️⭐️⭐️ | MUY BUENA
“SHIRKERS”
(Shirkers: La Película Robada)
DIRECCIÓN: SANDI TAN
DURACIÓN: 1 hora, 36 minutos
DISPONIBLE EN NETFLIX