En pantalla
Sonia Braga ha experimentado el proceso de todas las estrellas latinas que logran insertarse en Hollywood.
“Aquarius”
Dirección: Kleber Mendoça Filho
Duración: 2 horas, 26 minutos
Clasificación: * * * * (Muy Buena)
*Disponible en netflix.com
Desde el éxito internacional de “Doña Flor y sus Dos Maridos” (Bruno Barreto, 1976) hasta su papel recurrente en la serie de Marvel “Luke Cage” (2016), Sonia Braga ha experimentado el proceso de todas las estrellas latinas que logran insertarse en Hollywood. La industria las define como espíritus de exotismo transnacional. “Aquarius”, la nueva película de Kleber Mendoçca Filho, la lleva de regreso a su Brasil natal, con un papel que le permite recuperar su individualidad.
Doña Clara (Braga) es una escritora jubilada, disfrutando su retiro, viviendo en un apartamento a la orilla de la playa. Pero una empresa constructora ha comprado toda las demás unidades, planea demoler el viejo edificio y construir en su lugar un lujoso condominio. El único obstáculo es Clara. Ella no quiere vender. Así, inicia una sorda lucha de poder entre la mujer y los empresarios. David versus Goliat, en el Pernambuco de hoy.
La sinopsis no le hace honor al carácter expansivo y novelesco de “Aquarius”. La película trasciende al conflicto principal, para pintar un retrato del individuo, su generación y la sociedad que habita. No es una casualidad que esté dividida en capítulos. En 1980, la joven Clara (Barbara Colen), su esposo y unos parientes se dan una escapada nocturna a la playa. Corren con su auto en la arena, y ella los introduce a los placeres de “Another One Bites the Dust” de Queen. Hay algo melancólico y evocativo en el momento. La razón se revela cuando regresamos al apartamento. El esposo de Clara habla sobre el triunfo de ella sobre el cáncer. Una fiesta de cumpleaños está en proceso, en honor de la Tía Lucía (Thaia Perez). Los discursos en su homenaje revelan que es una veterana abogada, defensora de los derechos humanos y perseguida por la dictadura. Ella se distrae viendo un mueble en su sala, recordando como alguna vez hizo el amor sobre él, en este mismo lugar, antes vacío. El momento se presenta con un corte chocante y explícito.
De esta manera, Kleber expone la coexistencia de lo personal y lo político, la identidad que proyectamos y el mundo interno que encerramos. Clara y sus pares entran a la madurez en los últimos años de la dictadura. Para la pujante clase media, la lucha política da paso a las aspiraciones materiales. Tienen el lujo de poder concentrarse en vivir bien, y lo consiguen.
De vuelta en el presente, la sexagenaria Clara se define como virtual heredera de su tía, pero su lucha es más simbólica que política, eminentemente personal y ”pequeño burguesa”. El joven ingeniero Diego (Humberto Carrao), nieto del desarrollador y educado en EE.UU., le recuerda a la combativa mujer que su lugar en la escala de poder del Brazil contemporáneo. Con una estocada pasiva-agresiva, la felicita por vivir de las rentas de sus propiedades. Ella y su difunto esposo fueron “esforzados”, pero a la hora de medirse contra la aristocracia de plata vieja, y una empresa aupada por un implacable proceso de gentrificación urbana.
Las diferencias de clase están a flor de piel. Clara tiene una relación cálida con su asistente doméstica, Ladjane (Zoraide Coleto). Pero cuando ella interrumpe un recuento de fotos familiares para compartir la foto de su hijo, muerto en un accidente de tráfico impune, el momento se registra con incomodidad. No importa cuánto se quieran, siempre las separará un abismo.
La sorda lucha de poder escala, pero Kleber no deja que su atención sea monopolizada por esto. La esfera más íntima de Clara es explorada: el deseo sexual en la tercera edad, y las tensiones generacionales entre padres e hijos. Las digresiones de la trama se convierten en la materia misma de la película. El metraje se extiende por más de dos horas, pero apenas puede contener su agudeza social. Es divagante, como la vida misma. Se siente específica al país, pero puede sentir los ecos en la realidad que habitamos.
La beligerancia define a “Aquarius”. Durante su estreno en el Festival de Cannes, sus realizadores denunciaron el golpe de estado contra Dilma Ruseff. En represalia, las autoridades culturales del gobierno de Michel Temer redujeron sus perspectivas comerciales al clasificarla como “solo para adultos”. La ignoraron a la hora de escoger al candidato de Brazil para el Óscar. No le podía haber pasado a un filme mejor.