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Tapias y volantines
libro El lobo Estero

Las obras principales de Blest Gana usan como telones de fondo grandes conflictos históricos.

     

(En el centenario de la muerte de Alberto Blest Gana, fundador principal de la novela chilena.)

Tolstoi sugirió que todas las familias felices se parecen. Por eso, las familias afortunadas tendrían poco interés para un narrador. La novela El loco Estero, de Alberto Blest Gana, comprueba esa intuición tolstoiana.

La acción de El loco Estero ocurre a fines de 1839 en una casona colonial de la Alameda, frente al cerro Santa Lucía. Una tapia divide esta casa en dos viviendas. En una de ellas habita una familia feliz; en la del lado vive una familia desdichada. Ambas familias son protagonistas. Pero la mayor parte de la trama ocurre en la casa infortunada.

Prisionero en esa morada infeliz vive el capitán Estero. Su propia familia lo declaró loco y lo encerró en una celda improvisada donde el excapitán ruge de rabia. En esa casa desdichada manda despóticamente la hermana del “loco” Estero: la bella doña Manuela, esposa infiel del pusilánime don Matías. También habitan ahí otros personajes, egoístas o apocados. Sólo la hermosa Deidamia, de dieciséis años, aporta alegría en esa familia triste. Pero ella también sufre cuando la comprometen con un soldadito cuyo único mérito es ser sobrino del amante de doña Manuela.

En la otra casa habita una familia feliz. Hay unos padres bien avenidos. Hay dos niños revoltosos. Sobre todo, circula por ese hogar un muchacho huérfano cuyas aventuras hilan la novela: el Ñato Díaz. Este Ñato ya tiene diecinueve años, pero se comporta como un niño, elevando volantines con sus amigos más chicos o embromando a los “pacos” (ya apodábamos así a la policía, a mediados del s. XIX). El Ñato, que estudia en el Instituto Nacional, es inteligente y generoso, pero desordenado. Este adolescente pícaro, afectado por “la petulante fuerza de su inexperiencia”, sólo madura un poco cuando se enamora de la vecina, Deidamia.

Romeo y Julieta santiaguinos, esos pololos (novios) se hablan por sobre la tapia que separa los huertos de ambas casas. El Ñato apoya una escalera y se trepa, mientras del otro lado Deidamia se sube a una silla. Empinándose, esos adolescentes se toman las manos, se hacen promesas y se besan. Hasta que los pillan.

Blest Gana construye esa tapia con la segura intuición del artista literario. Este muro divisorio es el eje estructural de El loco Estero. La tapia tapa. Y así ella vela el misterio que la novela devela. (Siempre, escribir y leer novelas es asomarse al misterio de un patio vecino). Cuando se encarama en esa valla, el Ñato Díaz transgrede el límite físico y simbólico entre cordura y locura, entre generosidad y codicia, entre felicidad y tristeza. Esta transgresión propulsa la novela. El loco escapa, la malvada Manuela colapsa, Deidamia se rebela, el marido cornudo se venga (a medias). Los enamorados traspasan la tapia de la infancia y se convierten en adultos.

Las obras principales de Blest Gana usan como telones de fondo grandes conflictos históricos. En Durante la Reconquista es la Independencia aplastada. En El ideal de un calavera es el motín de Quillota y el asesinato de Diego Portales. En Martín Rivas es la Revolución de 1851. Se ha dicho que El loco Estero es diferente porque su trasfondo es un momento de unidad nacional. Pero “la procesión va por dentro”. 

Uno de los mejores capítulos relata un desfile triunfal. El ejército chileno, vencedor en la guerra contra la Confederación Peruano-Boliviana, vuelve a Santiago en diciembre de 1839. Una muchedumbre lo aclama. El general Manuel Bulnes recibe el homenaje popular montado a caballo, bajo un arco triunfal de madera y tela construido en la Alameda. El humor irónico de Blest Gana relativiza esos fastos de utilería. La profesora Pineda sufre de un tic nervioso que la obliga a menear su cabeza, de lado a lado, como si negara las loas a Bulnes que una de sus alumnas recita. El general se pone nervioso.

Ese gran festejo unitario esconde una profunda división política. Nueve años antes, en la batalla de Lircay, los liberales fueron derrotados. Los venció, entre otros, ese mismo Bulnes que ahora regresa nuevamente triunfador. Entretanto, Diego Portales impuso con mano de hierro la república conservadora. Los jefes liberales fueron desterrados, sus subalternos quedaron arrinconados, silenciados y aislados. Vejados como si fueran locos.

La tapia que separa por dentro las casas del relato representa una división política. El arco triunfal simboliza la unión. La tapia detiene; el arco invita a pasar. Pero hay truco: mientras ese arco es de utilería, la tapia es sólida.

El “loco” Estero, encerrado por su propia familia, es uno de aquellos liberales derrotados y humillados. El Ñato Díaz trata de rescatar a Estero y reparar las injusticias cometidas contra él. Sus motivaciones no son políticas. Pero, en la práctica, los generosos esfuerzos del Ñato unirán al “loco” con los “cuerdos” en una sola celebración. La mejor fiesta es la que reconcilia a vencedores y vencidos.

La narración avanza con entusiasmo. A veces, las intrigas menores desorientan. Blest Gana es temerario, se mete en unos líos de folletín. Pero el argumento, en su conjunto, resiste. El tono fijado en las escenas iniciales se mantiene: las travesuras de los niños y muchachos nimban el relato con un halo de ingenuidad luminosa.

El estilo de Blest Gana es eficiente pero convencional (agregar que es anticuado sería una obviedad). Su talento no brilla en el estilo, sino en la creación de personajes muy característicos que actúan en ambientes sociales e históricos descritos con maestría. Pero ese don también ha sido la cruz de Blest Gana. La crítica tradicional lo encajonó en el realismo costumbrista. La crítica actual suele considerarlo un mero ilustrador de la ideología burguesa y el patriarcado. La propia modestia del autor preparó esas disminuciones cuando etiquetó algunas de sus historias como “novelas de costumbres”.

Esas reducciones menosprecian lo principal. Un lector desprejuiciado verá que la imaginación de Blest Gana y su espíritu romántico desbordan el vaso de su realismo.

La invención es el atributo superior de la narrativa de ficción. Blest Gana inventó tramas complejas y a menudo profundas. Inventó personajes originales en sus conductas, gestos y diálogos. Y todo eso lo inventó poseído por un entusiasmo de estirpe tardoromántica.

En una escena inolvidable, el Ñato Díaz libra un combate de volantines. El volantín del Ñato, elevado desde el huerto dividido por aquella tapia, derrota a varios enemigos mañosos y se adueña del cielo. Sin embargo, las trampas de “la casa infeliz” le roban el triunfo.

Batalla del héroe contra fuerzas tan superiores como el cielo, ese combate de volantines sintetiza la gracia aérea y aterrizada, a la vez, de El loco Estero. Esta novela asciende, vuela y revolotea como un volantín, sujeto a tierra por el hilo que controla, con mano firme y hábil, Blest Gana.