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The Founder: La historia de traición detrás de McDonald’s

Nuevo en Netflix: Michael Keaton es “The Founder” del sueño americano.

“Spider-Man: De Regreso a Casa” monopoliza la cartelera. Sus mejores momentos son dos conversaciones entre Peter Parker (Tom Holland) y Adrian Toomes (Michael Keaton), villano designado. Ambos visten ropa civil, despojados de la parafernalia de súper héroe y archienemigo. Son dos humanos, hablando. El único efecto especial que verá es la capacidad de Keaton para proyectar, en su rostro y mirada, los pensamientos de su personaje. Le recomendaría la película, si esas dos escenas no estuvieran rodeadas de más de dos horas de fórmula taquillera.

Los talentos de Keaton están mejor servidos por “The Founder” (Hambre de Poder), recién incluida en la oferta de Netflix. Es un nuevo asterisco brillante en su filmografía, después de dos ganadoras al Óscar a Mejor Película, “Birdman” (Alejandro González Iñárritu, 2014) y “Spotlight” (Tom McCarthy, 2015).

Ray Kroc (Keaton) encarna lo mejor y lo peor del espíritu norteamericano. En 1954 se encuentra en el umbral de la edad de retiro, pero sigue trabajando como vendedor itinerante. Trata de colocar batidoras múltiples en las cafeterías que pululan en márgenes de las flamantes autopistas surgidas del milagro económico de la postguerra. Por las noches, se arrulla con un disco motivacional en precarios auto hoteles.

Todo cambia cuando descubre el restaurante de los hermanos Dick y Mac McDonald (Nick Offerman y John Carroll Lynch). Han aplicado los principios de una línea de ensamblaje industrial a su cocina, reduciendo el menú a los elementos básicos de la dieta popular: hamburguesa, papas fritas, bebida gaseosa. Todo listo en 30 segundos.

https://youtu.be/u0L3KSRO7T8

Ya sabemos cómo termina esa historia. La comida rápida es un fenómeno global y los “arcos dorados” del McDonalds son un símbolo reconocible. Kroc fue responsable por eso.

La novedad de “The Founder” reside en utilizar la “historia de éxito” para examinar un siglo de historia de EE.UU., y desmantelar el modelo del emprendedor.

Los hermanos McDonald son sobrevivientes de la Gran Depresión, satisfechos con realizar un buen trabajo y ganarse la vida. Kroc vive entroncado en la clase media. Trabaja como loco para pagar un estilo de vida que no disfruta: la casa como mausoleo, habitada por una esposa física y emocionalmente abandonada, la membresía en un club social donde se roza con hombres ricos y ociosos.

Los tres son industriosos, pero solo Ray está dispuesto a ir más allá. Convertir el McDonalds en una franquicia nacional – volviéndose rico en el proceso – es el sueño americano en esteroides. Kroc deja de buscar inversionistas ricos para favorecer a matrimonios en la incipiente clase media. El dinero viejo cede paso al nuevo. Las referencias a Ronald Reagan no son casuales. La bonanza económica de los “reaganomics” de los 80 son el epítome de la filosofía del protagonista: vender por vender, y ganar por ganar.

Los hermanos McDonald son personajes fascinantes. Offerman, mejor conocido por su trabajo como comediante en la serie “Parks and Recreations”, es irreconocible como el nítidamente afeitado Nick. Fastidioso y detallista, entroncado en sus principios, es el opuesto perfecto de Ray.

John Carroll Lynch, tan efectivo en papeles siniestros, como el principal sospechoso en “Zodiac” (David Fincher, 2007), y el promotor de un culto siniestro en “The Invitation” (Karyn Kusama, 2015), proyecta una vulnerabilidad lacerante. Uno quisiera que la brillante Laura Dern tuviera más cosas que hacer, pero el tratamiento va a tono con la situación de su personaje. La película le concede a Ray su sentido particular de realización personal, pero toma nota del precio que pagan los demás.

Ray anticipa el corporativismo de finales del Siglo XX: la ambición desmedida como estado de gracia. Los principios, los viejos aliados, los acuerdos de palabra y los contratos… todo debe plegarse a la búsqueda del éxito, a cualquier precio.

Cuando asesta golpes brutales a sus viejos aliados, hay algo de resignación en el rostro de sus víctimas. En alguna medida, comparten su manera de ver el mundo. Saben que es lo que él tiene que hacer. Este prototipo del oportunista sin apologías sigue vivo, sea en la presidencia de EE.UU., o en la nueva burguesía socialista de Nicaragua. Verlo encapsulado en una película de época, con el carisma de Keaton, puede darle un falso sentido de seguridad. Estamos del lado de Ray, hasta que ya no podemos. Y no por eso dejamos de comer sus hamburguesas.

“Hambre de Poder”
(The Founder)
Dirección: John Lee Hancock
Duración: 1 hora, 55 minutos
Clasificación: * * * (Buena)
Disponible en Netflix

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