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The Night
El ganador de esta bienal es Rodrigo Blanco Calderón, de Venezuela. Cortesía | Niú
El ganador de esta bienal es Rodrigo Blanco Calderón, de Venezuela. Cortesía | Niú

The Night, novela ganadora del Tercer Premio Bienal Vargas Llosa, es, a su modo, un enorme palíndromo.

     

“¿Se es o no se es?”. Esta pregunta es un palíndromo: una frase que, leída al derecho o al revés, dice lo mismo. Esa pregunta reversible decide la vocación del personaje clave en la novela de Rodrigo Blanco Calderón, The Night (ganadora del III Premio Bienal Vargas Llosa). Este libro es, a su modo, un enorme palíndromo. Es un texto recursivo que puede leerse en direcciones distintas, manteniendo un sentido general.

El joven escritor Matías Rye quiere escribir una novela en medio de los apagones y la violencia de la actual Caracas. Esa ficción trataría sobre unos asesinatos en serie y se llamaría The Night. Bloqueado, incapaz de armar la trama de ese “policial gótico”, Rye le pide ayuda a Miguel Ardiles. Este es un siquiatra forense. Como tal, Ardiles debe investigar los crímenes cometidos por otro siquiatra, el Dr. Edmond Montesinos. Este último personaje se basa en el siquiatra real, Edmundo Chirinos, que fue Rector de la Universidad Central de Venezuela, terapeuta de Chávez y finalmente asesino y violador en serie.

Matías Rye, el escritor bloqueado, dirige un taller literario al que asiste Pedro Álamo. Este Álamo investiga obsesivamente la biografía de Darío Lancini, que fue un poeta y palindromista real. Lancini es el autor de Oír a Darío, una antología de sus palíndromos que incluye joyas discretas como ésta: “yo sonoro no soy”.

La vida de Lancini ocupa el tercio medular de la novela. Su existencia aventurera, sus combates políticos y sus lances amorosos, se acaban cuando Darío descubre ese palíndromo: “¿Se es o no se es?”. Desde entonces, Lancini dedica su vida a no ser. Se entrega a ése y a otros juegos de palabras (anagramas, acrósticos, textos bifrontes) como si quisiera desaparecer tras ellos. “Soy Nadie”, exclama, cuando pretenden entrevistarlo.

En otro pasaje de su novela, Rodrigo Blanco modifica la “Máquina de los sueños” inventada por el poeta beatnik Brion Gysin. En la versión de Blanco un foco es encendido por las propias ondas cerebrales del usuario. Sus destellos retroalimentan y exacerban las visiones del cerebro emisor. El artefacto opera como un palíndromo, precisamente.

The Night también funciona como esa máquina de los sueños. La rápida y pulsante sucesión de cuentos e imágenes, induce en el lector un ligero mareo alucinatorio. En ese mareo perdemos, un poco, el hilo de la lectura unidireccional. El juego de interconexiones entre los relatos nos lleva a leer los textos en múltiples direcciones. Esa lectura poliédrica se facilita porque la prosa de Rodrigo Blanco es tan inteligente como transparente.

The Night contiene numerosas historias verdaderas. Sin embargo, estas realidades son tan anómalas o perversas que parecen locuras, mientras que los relatos ficticios parecen más cuerdos. En un país donde los asesinos sicópatas rondan en la oscuridad de los apagones provocados por los sicópatas políticos, y donde el siquiatra más prestigioso pertenece a esas dos especies, las novelas resultan menos disparatadas que la realidad.

En las primeras páginas de The Night Blanco menciona al pasar un cuento de Borges: La muerte y la brújula. Este relato trata de unos asesinatos en serie; la clave para descubrir al homicida estaría en la Cábala. Los cabalistas leían sus libros sagrados como si fueran textos encriptados. Asignándole números a cada letra, sílaba o palabra, y combinándolos, los cabalistas buscaban significados ocultos en esos libros. Un objetivo final del cabalista era encontrar el nombre secreto de Dios.

En una conferencia sobre la Cábala, Borges resumió su tenaz interés en esa rama mística y esotérica del judaísmo. Borges dijo que algunos podrían dudar y hasta burlarse de aquellas ansiosas búsquedas de simetrías textuales, pero a él le parecía que la idea subyacente era respetable y conmovedora. Al igual que los gnósticos, los cabalistas sospechaban que este mundo imperfecto tuvo que ser creado por un dios imperfecto. Sólo esa imperfección divina podría disculpar la cruel e insolente omnipresencia del mal. Los cabalistas confiaban en que el desciframiento del texto sagrado podría revelar el nombre del dios verdadero. Revelado ese nombre, su perfección ordenaría y sanaría el mundo.

Sospecho que Rodrigo Blanco Calderón simpatiza con aquellos cabalistas. The Night transmite el ansia de hallar un texto armónico sepultado bajo los restos de esa sociedad descuartizada. Pero el autor evita la hipocresía de imponer su ansia de orden a ese caos insensato. Leída por el derecho, esta novela refleja una realidad demente y criminal. Sólo al leerla por el revés, The Night sugiere armonías verbales donde los protagonistas y sus lectores podemos refugiarnos.