“El Tigre Blanco” cuenta una historia de superación personal con un giro criminal. Entre esta película y la reciente “I Care A Lot”, Netflix parece estar explotando una veta de celebración de conducta patológica. Sin embargo, la película de Ramin Bahrani es más exitosa a la hora de justificar las motivaciones de su personaje.
En horas de la madrugada, una camioneta de lujo corre desenfrenada por una calle desierta de Nueva Delhi. Balram (Adarsh Gourav) es el chofer de Ashok (Rajkummar Rao), el hijo menor de una familia de casta alta, pero en este momento, va inusualmente consignado al asiento de atrás, vistiendo un ridículo disfraz de marajá. La que conduce es Pinky (Priyanka Chopra Jonas), la esposa americanizada del amo. La travesura es una extensión de su fiesta de cumpleaños. Todo es juego y diversión, hasta que un niño pobre sale corriendo de la nada y es atropellado. Después del shock inicial, aflorara la convicción de que el sirviente asumirá la culpa. No hay duda al respecto, ni siquiera en Ashok. Y eso se convierte en el detonante para cambiar su destino.
Nada como un accidente mortal para iluminar la hipocresía de los ricos. Es un recurso dramático utilizado recurrentemente en la ficción —“El Gran Gatsby” y “La Hoguera de las Vanidades” saltan a mi memoria—. Eso, e iniciar la narrativa ‘in media res’, son recursos dramáticos tan comunes, que pueden operar en detrimento de la película de Ramin Bahrani. Afortunadamente, su guion, basado en la novela de Aravind Adiga, es tan rico y perceptivo, que los clichés no se experimentan como muletas para una historia deficiente.
Ashok es el narrador en primera persona —es una suerte que Gourav sea tan buen actor—. Desde el principio, queda claro que ha escalado en el orden social hasta convertirse en un exitoso empresario, un “emprendedor” en el argot de nuestros tiempos. Cuenta su vida desde su niñez en pobreza extrema —el fondo—, hasta un roce con el primer ministro chino —lo más alto—, pero el grueso del metraje se concentra en su tiempo al servicio de la familia más rica en su pueblo de origen.
La película hace un trabajo ejemplar a la hora de delinear los férreos parámetros de las barreras sociales de India, que no necesariamente se han derrumbado con el pasar del tiempo. Estas dinámicas son muy parecidas a las que experimentamos en nuestros países, desde la falacia de la movilidad económica, hasta la confusión emocional de la servidumbre en el seno de un hogar. Podremos felicitarnos mucho por decir “asistente del hogar”, o “colaboradores”, pero en el fondo, solo estamos usando palabras más amables. Ashok descubre que es “familia” solo hasta que eso deja de ser conveniente para los amos.
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Bahrani ascendió en el mundo del cine independiente norteamericano como exponente del neorrealismo contemporáneo. “Man Push Cart” (2005) y “Goodbye Solo” (2008) le valieron prematuras retrospectivas en museo y buenas críticas. Con tiempo, ha pasado de trabajar con actores no profesionales a estrellas consagradas —véase “99 Homes” (2014), excoriación del drama humano detrás de la explosión de la burbuja inmobiliaria, con Andrew Garfield, Michael Shannon y Laura Dern—. “The White Tiger” supone el siguiente paso. Su ritmo acelerado y tono triunfalista apelan a una audiencia más amplia, un público que puede considerar consumir una crítica social si viene en un vehículo rápido, de brillantes superficies.
No hay nada malo en que un artista experimente con un tono más comercial, especialmente cuando ofrece una pieza de entretenimiento con sustancia y agudeza. Tome nota de cómo ilumina cuan persistente y pernicioso es el privilegio de clase, incluso en las nuevas generaciones, que se precian de ser más progresistas —Chopra brilla a la hora de humanizar las contradicciones de Pinky—.
Bahrani, nacido de padres iraníes, es estadounidense de primera generación. Chopra, que también es productora del filme, fue estrella en Bollywood antes de incursionar en la industria anglosajona. Ambos conocen de primera mano la experiencia migrante. Creo que eso enriquece la idea subyacente, de que los pobres son migrantes dentro del país de los ricos. Podemos reprobar los métodos de Ashok, pero no podemos culparlo por usarlos. Pueden ser inmorales, pero así es el mundo también. “I Care A Lot” abrazaba el oportunismo y lo celebraba. “The White Tiger” lo considera como una característica trágicamente humana.
“The White Tiger”
(El Tigre Blanco)
Dirección: Ramin Bahrani
Duración: 2 horas, 5 minutos
Clasificación: * * * (Buena)
* Disponible en Netflix