En pantalla
En el momento más impactante de la película se rompe la pared virtual de la pantalla y se mira directamente a la audiencia, reconociendo nuestra propia vulnerabilidad.
La estatura de Fred Rogers en la cultura popular estadounidense es diametralmente opuesta a su impacto fuera del país. Incluso con Tom Hanks en el papel titular, un filme biográfico tradicional tendría grandes dificultades para conectar con las audiencias globales. Sin embargo, la película de Marielle Heller dramatiza su filosofía de vida, abriendo la puerta a un poderoso drama sobre dolor y reconciliación.
La película está basada en un artículo de Tom Junod, quien se convirtió en amigo de Rogers cuando escribió un perfil sobre él en 1998, para la revista Squire. Su ‘alter ego’ en el filme se llama Lloyd Vogl (Matthew Rhys), un periodista atormentado, lidiando con las dificultades de su carrera, un nuevo bebé en casa, y una vieja rencilla familiar que abona la amargura de su carácter. Su padre Jerry (Chris Cooper) insiste en reinsertarse en su vida, pero solo encuentra desdén. Los parámetros de la discordia se revelan gradualmente, mientras crece la exasperación de su esposa, Andre (Susan Kelechi Watson). En el proceso de interactuar con Rogers, Lloyd encuentra un camino hacia la catarsis. Hanks sonríe beatíficamente desde el póster, vistiendo su emblemático suéter rojo, pero no es el protagonista.
“Un Buen Día en el Vecindario” evita ser la biografía de un hombre célebre —sea en clave de idealización o de denuncia— y presenta un proceso de educación emocional con una sensibilidad especial. No es una casualidad que el género del “melodrama”, quizás el más preocupado con las emociones, se haya convertido en una etiqueta negativa. En el cine, como en la vida cotidiana, se equipara la negación de los sentimientos con el valor y la fortaleza —échele la culpa al machismo institucional—. Fred Rogers se reveló contra esta idea. Su programa de televisión reconocía a los niños como seres emocionales, que tenían que aprender a reconocer y aceptar lo que sentían. La película extiende esta certeza a los adultos.
El guion de Micah Fitzerman-Blue y Noah Harpster emula la estructura de un episodio del programa “Mr. Roger’s Neighborhood”; desde la introducción en un set que emula su casa, hasta las transiciones que nos cambian de locación usando maquetas a escala. Esta decisión creativa explota la nostalgia de generaciones de espectadores, a la vez que introduce a los neófitos en el universo particular que construyó en décadas de trabajo en la televisión pública. La directora Marielle Heller (“Can You Ever Forgive Me?”, 2018) mantiene los pies plantados en la realidad de sus personajes, reduciendo las manipulaciones implícitas en movimientos de cámara y edición. Tome nota de una chocante explosión de violencia en una fiesta, filmada en una toma abierta, con mínima intervención.
En el corazón de la película, reside la fascinante actuación de Tom Hanks. Se dice que no hay nada más aburrido que interpretar bondad —no por casualidad, los villanos suelen ser más interesantes que los héroes—. Sin embargo, esto es una falsa reducción de la complejidad de actuar, o más bien, de existir. El ser humano nunca experimenta una sola emoción a la vez. Hanks matiza cada momento con la melancolía del reconocimiento. Rogers rinde testimonio silente de la crueldad que proyectamos hacia los demás y hacia nosotros mismos. Hay una furia silenciosa en su mirada, impotente frente a la imposibilidad de aplacar nuestros peores impulsos. En el momento más impactante de la película, rompe la pared virtual de la pantalla y mira directamente a la audiencia, reconociendo nuestra propia vulnerabilidad. Es como si Dios te interpelara con la mirada.
Rogers pertenece a la misma tribu de Marmee, la madre abnegada de “Mujercitas”, interpretada por Laura Dern en la reciente versión dirigida por Greta Gerwig, que confiesa a su hija Jo como, a pesar de su perenne sonrisa, ella está “furiosa casi cada día de su vida”. Rogers no se da el lujo de expresar su frustración verbalmente. Un buen golpe a las teclas del piano en la privacidad de un estudio vacío tendrá que bastar.
No hay que pasar por alto al resto del reparto, especialmente a Rhys, quien asume el peso del metraje de la película. “Un Buen Día en el Vecindario” es una de las mejores películas que vi en 2019. Mi única queja es que no basta para introducir al personaje a audiencias fuera de Estados Unidos. Tendrá que buscar el documental ‘Won’t You Be My Neighbor” (Morgan Neville, 2018) para completar el perfil.
“Un Buen Día en el Vecindario”
(A Beautiful Day in the Neighborhood)
Dirección: Marielle Heller
Duración: 1 hora, 49 minutos
Clasificación: (Muy Buena)