En 1979 mi papá, que vivía en Costa Rica, decidió venirse a Nicaragua a luchar en la revolución. Dejó a su familia, a su novia (mi mamá) y de la mano de sus 2 hermanos menores con su mochila al hombro cruzó la frontera dispuesto a todo. “Patria Libre o Morir” era uno de los lemas de la revolución, así que él sabía muy bien que la probablidad de morir a manos de la guardia somocista era alta. Aún así se armó de valor y regresó a la tierra que lo vio crecer para derrocar una dictadura sanguinaria.
Cuando el FSLN triunfó, mi papá y mi mamá con la convicción y la fe puestas en la revolución decidieron venirse a vivir a Nicaragua. Mi mamá dejó a su familia y su país natal para abrazar la utopía de un gobierno socialista y de ese sueño nacimos mi hermana y yo, hijas de la revolución como todos los de mi generación. Tengo muy pocas memorias de los 80’s, recuerdo que mi hermana y yo acompañábamos a mi mamá a recoger el Paquete AFA. Aún hoy puedo señalar el lugar exacto donde hacíamos la fila. Cuando mi papá me contaba las historias de la revolución era como escuchar el cuento de Blanca Nieves, distante, lejano, irreal, pero todo cambió el pasado 18 de abril de 2018.
En mis 34 años de vida jamás necesité la frase “Patria Libre o Morir” para protestar en contra de una dictadura. Jamás imaginé llorar la muerte de mi pueblo caído en combate, mucho menos pedirle a una persona extraña que me dejara esconderme en su casa mientras huía de los antimotines. He sentido de todo rabia, impotencia, una enorme tristeza por ver mi ciudad destruida, a los estudiantes heridos o muertos, a mi país oprimido, y sobre todo mucho temor, temor por mí y por mi hijo. ¿Qué está pasando?, ¿estamos en guerra?, le pregunté a mi tío el viernes 22 de abril. Él paternalmente me contestó mientras me abrazaba “Ay amorcito esto es solo el principio”. De repente el cuento de Blanca Nieves se había vuelto real, y yo estaba en una de sus páginas.
Duele mucho despertarse del letargo en el que todo el país estaba sumido, una vez que el hechizo de los Chayo Palos se rompió no pudimos callar más. Las casuelas sonaban en las calles de Managua, las llantas se quemaban en el Barrio El Edén, los estudiantes resistían en las universidades. Mi familia escribía desde afuera ¿están bien? preguntaban todos, yo pensaba si estoy bien, pero tengo el alma rota. EL GOBIERNO NOS ODIA, era lo único que venía a mi cabeza, EL GOBIERNO NOS ODIA. No quiero un gobierno que nos mande a matar por protestar, a saquear los negocios que con tanto esfuerzo hemos construido, a torturarnos.
En el colegio de mi hijo hace poco estuvieron hablando de los derecho de la niñez. Un día llegó y me preguntó por la guerra en Siria ¿cómo jodido le explico que los horrores que vive esa pobre gente ahora están en su país?, ¿cómo le explico que su país está a un paso de una guerra civil? He decidido mantenerlo en la dulce ignorancia aunque estoy consciente que la furia del pueblo que se despertó en abril no puede apagarse hasta conseguir su objetivo: derrocar al gobierno de Daniela Ortega y Rosario Murillo y construir una Nicaragua democrática que le de cuentas al pueblo.
No podemos dejar que el letargo y la apatía nos vuelva a alcanzar, nunca más podemos permitir que nos opriman y nos maten para defender los intereses de una familia que lo único que quiere es enriquecerse a costa de nuestro trabajo, dinero y de la corrupción.
Yo le dedico mi ‘minúscula’ lucha a mi hijo y a las futuras generaciones, tengo el deber moral de heredarles una “Patria Libre” y punto, sin que en 40 años le agreguen el morir, no puedo permitir que seamos la nueva “generación del fracaso” como escribió Edgard Tijerino.
Estoy consiente que este proceso de democratización que TODA Nicaragua está exigiendo no va a pasar de la noche a la mañana, por eso estoy dispuesta a ser paciente, mi obligación como madre y ciudadana nicaragüense pensante es manifestarme cada vez que pueda y de la manera que pueda, no importa si solo puedo sonar pailas afuera de mi casa, no importa si solo puedo recoger suministros médicos y agua para los heridos, si me limito a compartir información y verificarla, o si solo puedo marchar con mi frente y mi bandera en alto para exigir democracia y libertad.
Aquí lo único importante es no dar ¡NI UN PASO ATRÁS!
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