Estilo
La vida de estas mujeres dependía de un aborto que les fue negado. Una de ellas murió junto a su bebé y la otra se salvó por un milagro. Estas son sus historias.
Leslie Briceño estaba convencida de que se iba a morir. Y a lo que más temía no era a la muerte misma, sino a la vida que llevaría su hijo, de ocho años, sin ella. Lloró de frustración e impotencia, en la cama de un hospital, en el que había decenas de médicos, pero ninguno hacia algo por ella. Pensó en sus sueños y en la ilusión que sintió una semana antes cuando le dijeron que iba a ser madre por segunda vez. Lloró de nuevo.
Hacía más de 20 horas que había llegado a ese hospital con un fuerte dolor en el vientre. Y al examinarla, los médicos le dijeron que tenía un embarazo ectópico. En otras palabras, que el óvulo fecundado no estaba en su útero, sino que se quedó alojado en uno de sus ovarios. Por lo tanto, no podría desarrollarse, pero lo peor era que si no se lo sacaban pronto, se reventaría y ella moriría.
Inmediatamente, Leslie supo que ese diagnóstico la condenaba a la muerte, pues tres años antes ella misma había apoyado a las mujeres que exigían la despenalización del aborto terapéutico. Desde el 2007 Nicaragua se convirtió en uno de los cinco países de todo el mundo en los que está completamente prohibido el aborto.
Esto en muchos casos ha provocado la muerte de cientos de mujeres. Tal como le sucedió a Cruz Selena Centeno, de 20 años, quien falleció en 2017 después de cargar en su vientre, por más de 24 horas, a su hijo muerto, porque los médicos se negaron a practicarle un aborto terapéutico.
Oficialmente no hay datos de cuantas muertes maternas han ocurrido por no practicar un aborto terapéutico a tiempo, porque en las cifras oficiales solo se incluyen muertes maternas a causa de hemorragias, infecciones y otras complicaciones. Según el boletín epidemiológico que publica el Ministerio de Salud (Minsa), hasta la semana 39 de este año han ocurrido 37 muertes maternas, tres más que el año pasado a esa fecha.
El milagro de Leslie
Antes del 16 de junio de 2010, Lesbia Chavarría no estaba de acuerdo con el aborto de ningún tipo. Para ella el aborto era un pecado. Hasta que vio a su hija, Leslie Briceño, de 32 años, convulsionando de dolor mientras los médicos no hacían nada para salvarla. Entonces desesperada les dijo: “No me importa lo que diga la ley. Lo que me importaba es que mi hija siga viva. Hagan todo lo necesario para que salga viva de aquí”.
Su súplica no fue escuchada. Los doctores lo único que le decían era que no podían hacer nada, hasta que la junta de médicos del hospital, que supuestamente estaba reunida analizando el caso, le ordenaran que podrían hacerle el aborto. Y aunque el dolor que Leslie sentía aumentaba cada hora desde que había llegado, ellos no podían anestesiarla porque si lo hacían, no sabrían cuando el embrión muriera. Pues estaban esperando que este muriera para hacerle el aborto.
También intentó que su hija fuera trasladada a otro hospital de un país en el que sí pudieran realizarle el aborto, pero esta opción también se la negaron.
Estando tan cerca de la muerte, Leslie pensó en la última vez que fue a una marcha. En esa ocasión marchó porque se derogó el artículo 165 del Código Penal de Nicaragua, que permitía el aborto terapéutico. En esa ocasión ella, como abogada y activista, acompañó a las mujeres que exigían la derogación de ese artículo en las afueras de la Asamblea Nacional.
- Lea también: Abortar: las vueltas de una decisión
«Para mí era increíble saber que por algo que yo había luchado y me había expresado, realmente me iba a afectar mi vida. Uno de repente piensa que algunas cosas nunca te van a pasar, nunca te van a suceder y yo en ese momento me decía: ¡wao, nunca hubiese pensado que tres años atrás me iba a ver en la situación de volver a demandar con todas mis fuerzas un aborto y que fuera de verdad necesario para asegurar mi vida!», dice Leslie Briceño, ocho años después.
A la medianoche del 17 de junio de 2010, en una sala de un hospital de Managua, Leslie Briceño tuvo un milagro que prolongo su vida. Una doctora que recién había ingresado de turno decidió, por su cuenta, practicarle un aborto terapéutico. “Yo voy a meter a esta mujer al quirófano porque si no se muere”, oyó decir Leslie mientras la consumía el dolor.
Al día siguiente la misma doctora le dijo que justo en el momento en que la estaban interviniendo quirúrgicamente, el embrión estaba provocando una hemorragia interna y que de haber esperado más tiempo era casi seguro que Leslie hubiera muerto.
“Yo estoy súper agradecida con esa médica porque de verdad fue una mujer valiente que decidió salvar mi vida. Yo quede nada más con la mitad de mi ovario izquierdo. Y llevo esa marca no solo en mi órgano sino también llevo la marca emocional”, dice.
Lleve a mi hijo muerto en el vientre
Cruz Selena Centeno, de 20 años, no tuvo la misma oportunidad de vivir que Leslie Briceño. Ella cargó en su vientre a su hijo muerto sin que en el hospital donde la estaba atendiendo le realizaran un aborto terapéutico.
Según contó su esposo, Francisco Javier Carvajal, ella estuvo internada durante dos semanas en ese hospital y fue dada de alta a pesar que tenía problemas en su hígado y tenía baja las plaquetas.
“Su situación de salud empeoró más, hasta el punto que decidimos llevarla a un médico privado y nos refirió que la lleváramos de nuevo al hospital, ya que presentaban anemia y que tenía hepatitis y que él no la podía tocar, recomendó y dio hoja de traslado para el hospital», dijo Carvajal al periodista Eddy López.
- Te puede interesar: Vivir, un delito en Nicaragua
Presuntamente se conoció que el seis de septiembre de 2017, el director del Heodra, les dijo a los familiares que el bebé de Cruz Selena, que tenía seis meses de gestación, había muerto y que por lo tanto la familia debía llevársela a su casa con bebé muerto en el vientre. Ellos se rehusaron a llevársela porque exigían que el hospital salvara su vida y fue entonces que “los médicos les dijeron que no podían sacarle al bebé muerto porque las condiciones de salud de Centeno Arbizú no eran buenas”, afirma una publicación del diario La Prensa.
A las diez con seis minutos del 12 de septiembre de 2017, Cruz Selena Centeno falleció. Sus familiares demandaron al hospital por negligencia médica, pero según comentó el viudo a la Revista Niú, la familia decidió abandonar el caso para dejar “descansar en paz a el cuerpo de Cruz Selena”. Por eso mismo, un año después de su muerte, prefieren no dar más declaraciones.
Más de 200 personas detenidas o denunciadas por un aborto
Según una investigación de Human Rights Watch, Nicaragua tiene altas tasas de violencia doméstica y sexual y que estos datos indican que las mujeres jóvenes y las adolescentes están particularmente expuestas al riesgo de embarazo no deseado como resultado de violación sexual. A esto se le suma que el Estado no publica la cantidad estimada de abortos ilegales ni los casos de mujeres, niñas o proveedores de abortos que son arrestados, imputados, o condenados por realizar abortos.
Según un informe de 2016 citado en la investigación Nicaragua: Prohibición del aborto supone riesgo para la salud y la vida, publicada en julio de 2017, entre 2003 y 2013, 290 personas fueron denunciadas o detenidas por efecto de la prohibición del aborto.
- Ve también: Embarazos adolescentes: Las niñas olvidadas
En la historia de Nicaragua el aborto parcialmente estuvo despenalizado por 169 años, hasta que en 2007 el Gobierno de Daniel Ortega decidiera penalizarlo completamente. Esta según expertos fue una estrategia más para ganar la simpatía de la Iglesia.
Los casos de Cruz Selena Centeno y de Leslie Briceño son solo una muestra de los cientos de casos que están ocultos y que pocas veces salen a luz.
“Solo lo podemos entender en toda su magnitud cuando lo vivimos porque es cierto que yo como activista de derechos humanos defendía ese derecho, pero haberlo vivido en carne propia te hace reafirmar que de verdad es lo justo. Que de verdad es así”, afirma Leslie Briceño.