Cultura

Un año sin «la verdad esencial» de Claribel Alegría
Claribel Alegría
Claribel Alegría | Ilustración PxMolinA

Un texto inédito en homenaje a la poeta ganadora del Premio Iberoamericano de Poesía Reina Sofía fallecida el 25 de enero del 2018.

     

*Texto leído por la poeta Daisy Zamora en la ceremonia de entrega del Premio Internacional Neustadt de Literatura (del que fue jurado), y que ganó Claribel Alegría.

La poeta y escritora Claribel Alegría nació en Estelí, Nicaragua, el 12 de mayo de 1924, pero desde su primera infancia vivió en la ciudad de Santa Ana, en la zona occidental de El Salvador.  En 1943 se trasladó a los Estados Unidos donde permaneció por varios años, y en 1948 obtuvo la licenciatura en Filosofía y Letras por la Universidad de George Washington.  Posteriormente se casó con el escritor y periodista norteamericano Darwin J. Flakoll, y tuvieron cuatro hijos, tres mujeres y un varón.  La familia viajó extensamente por el mundo residiendo en numerosas ciudades, y finalmente se radicó en Managua, Nicaragua, al comenzar la década de 1980.  Después de la muerte de su esposo en 1995, Claribel ha permanecido en Nicaragua.

Considero a Claribel Alegría una voz principal en la literatura latinoamericana, y también creo que ella es una de las que mejor representa, entre nuestros escritores, la lucha por la liberación en Centroamérica.  Ha sido una defensora infatigable de los derechos humanos durante toda su vida, y su obra ha tenido un impacto en el mundo porque clama inagotablemente por la justicia y la libertad en cada uno de sus más de cuarenta libros de poesía, ficción, testimonio histórico y otros escritos, que hablan por los que no tienen voz y por los desposeídos.

Las tendencias ideológicas y literarias de Alegría están enraizadas en la tradición de la preocupación social que han tenido todos los escritores importantes de América Latina, y que se remonta al período previo a la independencia de sus países de España.  Desde entonces, las voces de disidencia en la literatura han venido creciendo más fuertes cada vez, y han asumido un rol preponderante como guías de sus pueblos en las luchas por la justicia social y los derechos humanos a través de América Latina.  Yo creo que Claribel Alegría se atreve a decir “la verdad esencial del continente,” como lo ha señalado el escritor mexicano Carlos Fuentes, porque “es al escritor latinoamericano a quien finalmente le toca decir lo que la historia teme decir, lo que los medios se niegan a decir”*.  En toda su obra, Claribel verbaliza las contradicciones irresolubles que plagan las sociedades Latinoamericanas, en especial las de América Central.

Acerca de la cualidad lírica de sus escritos, debo decir que el universo poético de Claribel Alegría es un espacio de claridad absoluta, habitado de palabras incandescentes, sin trazas de lastres retóricos; palabras que brillan por ellas mismas, únicas y espléndidas en perfecto equilibrio de lucidez y belleza.

Las poetas Claribel Alegría y Daisy Zamora en uno de sus últimos encuentros. Foto de René Alberto Vargas Zamora

Muchos e intrincados son los senderos que Claribel Alegría ha transitado a lo largo de su vida, penetrando la historia, los mitos, la magia de la existencia y el insondable misterio de la condición humana, y ella ha recorrido todos esos caminos con humanidad y dignidad extraordinarias.  Su obra es un itinerario no solamente de su vida y de su amor por la vida, sino también de todo lo que la vida abarca, y es asimismo un testimonio de su amor por Darwin J. Flakoll, su marido e inseparable compañero que fue central en su vida y cuya presencia espiritual continúa siendo central en su existencia.  Gabriel García Márquez, quien es amigo de Claribel, ha dicho que en la vida todo puede reducirse a asuntos de amor y de muerte, y yo creo que la obra de esta escritora es un rutilante ejemplo de ese concepto.

Todo lo que ella escribe refleja un profundo sentido de humanidad enraizado en el entendimiento de su propia dignidad personal como ser humano, que a su vez se proyecta en la dignidad de los demás y la incluye, y en una compasiva y humanitaria comprensión del mundo en su totalidad.  Esta es una característica absolutamente fundamental de su escritura y permea toda su obra.  Creo que en su trabajo vemos la verdadera encarnación de las palabras sustentadas por los actos, lo cual quiere decir que sus escritos revelan una perfecta correspondencia y balance entre sus ideales y su modo de ser y de vivir en el mundo.

La poesía y los libros de ficción de Claribel Alegría han acumulado consistente aclamación de la crítica, y también ha sido ampliamente reconocida por su contribución al género del testimonio histórico en América Latina.  Su obra ha sido traducida a más de catorce idiomas, y ha recibido numerosos premios en Europa y el contienente Americano, incluyendo un Doctorado Honoris Causa de la Universidad de Eastern Connecticut en los Estados Unidos, un Diploma de Honor al Mérito de la Universidad Centroamericana en Managua, Nicaragua, y un Doctorado Honoris Causa de la Universidad Nacional Autónoma en León, Nicaragua.

En 1978 su poemario Sobrevivo recibió el Premio Casa de las Américas, en Cuba, y su poemario Saudade, traducido al inglés como Sorrow y publicado por Curbstone Press, ganó el Premio de Poesía de las Editoriales Independientes en el año 2000.  Más recientemente, la Academia Nicaragüense de la Lengua le otorgó un diploma por su contribución a la cultura centroamericana, y recibió un reconocimiento literario del Centro Nicaragüense de Escritores por su valioso aporte a la literatura nicaragüense.  También fue nombrada miembro honorario del Instituto Nicaragüense de Cultura Hispánica, y honrada como “Ciudadana del Siglo” e “Hija dilecta de Estelí” en la ciudad de Estelí, Nicaragua.  En San Salvador, la Unión de Artistas y Escritores de El Salvador le otorgó una placa y un Diploma de Honor, y el Encuentro de Poetas Jóvenes de Hispanoamérica en El Savador fue dedicado a ella y a su obra.  En el 2004, el parque “Claribel Alegría” le fue dedicado a ella en las afueras de Santa Ana, El Salvador, donde vivió de niña, y también recibió la orden “Chevalier des Arts et Lettres”, la más alta condecoración literaria que otorga el gobierno francés.