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Un bar cosmopolita llega a Managua

Fusión. Es la palabra que, quizá, define por completo a Art Factory.

     

Llegué a Art Factory después que tres amigos me lo recomendaran. Coincidieron en que el “ambiente es bonito y la comida rica”. El bar-restaurante está situado en una amplia casona en Zona Hippos (de Marea Alta media cuadra al este). Al llegar, a la derecha de la calle, hay una fachada alta que esconde el ambiente desde el exterior. Unas discretas escaleras y una terraza es lo primero que divisa el equipo de #OtraPorFavor.

Arreglos de jazz, swing, hip hop, house, y electronic dance confluyen en un solo ritmo en Art Factory. El Electro swing —nos dirá más tarde el dueño— aporta al “concepto diferente” que pretende este bar en Managua. Por ahora nos adaptamos a la atmósfera: Amplios espacios distribuidos en la terraza izquierda de la casona y otra más alta al lado contrario, que simula una azotea minuciosamente iluminada como todo el bar para resaltar la decoración de las paredes. Pinturas y manualidades de madera. Al final, donde suele estar lo mejor, encontrás la barra flanqueada por mesas altas.

Sin percatarnos, la música hace que marquemos el compás con los pies. Es novedoso. Pegajoso. Inyecta ánimo para entrarle a la velada. Pareciera que Louis Armstrong y su trompeta, Snoop Dogg y su micrófono aperlado, Duke Ellington y su piano, Donna Summer y su voz de reminiscencias gospel, y varios DJs con sintetizadores aportando toques electrónicos se pusieron de acuerdo para fusionarse en los mismos parlantes.

Fusión. Es la palabra que, quizá, define por completo a Art Factory. La música salida de New York y sus barrios, New Orleans y su Bourbon Street, Chicago y sus vientos que hacen bramar saxos es solo una de la muestra de la diversidad que converge en este bar-restaurante. (Eso sí: no suena reguetón por menosprecio, sino porque casi en todos los bares es escuchado). No encuentro un estilo para definir Art Factory, pero sus creadores y su lema hablan de “100% experimental”. Si al menú y las bebidas nos remitimos, aquí las costas mediterráneas de Francia, España y Grecia, las mil y una formas de la comida mexicana, y la gastronomía nicaragüense se empiernan gracias a la volátil creatividad de dos chef viajeros.

Uno de esos chefs es Nicolas Manguer. Es el dueño de Art Factory y un polifacético francés nacido en Normandía (además de cocinar, pinta, esculpe y ama la música). Estudió negocios y bien podría estar sentado en estos momentos en una oficina de La Défense, el barrio financiero de París. Pero no. Está en Managua contándole a #OtraPorFavor cómo fue que prefirió ser “backpacker” (mochilero) y viajar por decenas de países, entre ellos Australia, donde afiló sus dotes naturales de galo que sabe comer y beber refinadamente.

Su paso por varias cocinas del mundo amplió sus conocimientos culinarios y sus ganas de, algún día, abrir un bar-restaurante. De tantos países que recorrió, “Nico” —como le llaman sus socios— conoció y se quedó en Nicaragua por, digamos, motivos de fuerza mayor.

De izquierda a derecha: Wilow Maheut, Vittoria Bettisti, Nicolas Manguer. Foto: Wilfredo Miranda Aburto

L’amour! (el amor): Fue hace tres años. Nico conoció a una abogada originaria de Managua. El romance surgió. El chef quiso abrir un restaurante en Corn Island para aprovechar la frescura del marisco pescado en el Caribe, pero esos planes eran complicados por la distancia y otras cuestiones logísticas. Y claro, por L’amour! que dicta destino. El francés decidió emprender el sueño “de abrir mi lugar” en Managua. Pronto llegó desde Burdeos otro viajero, el amigo y ahora socio, Wilow Maheut. Ambos diseñaron, construyeron las terrazas, decoraron, idearon los menús y el concepto de Art Factory.

Nico y Wilow no quisieron que el bar fuese un sitio eminentemente francés. Podría correr el riesgo de ser elegante pero aburrido. Ambos, asiduos de aeropuertos y autobuses, tienen esa amplitud mental que da la travesía; esa voracidad por conocer y abrirse a las culturas en todas sus formas sin cercarse por prejuicios y chovinismos comparativos. Pusieron a dialogar gastronomías de varias latitudes. Hace dos meses llegó a Art Factory otra chef viajera: La italiana Vittoria Bettisti, novia de Wilow.

Vittoria habla más español que los franceses. Ella sale de la cocina con su delantal negro. Toma el control de la plática con #OtraPorFavor y explaya el menú mediterráneo: Tabla española (recomendada por Néstor Arce, mi colega de Niú que me acompañó), tabla nica para compartir, brochetas que discurren entre lo pinolero y lo europeo, pastas, quesadillas, ensaladas y postres tan delicadamente emplatados, que parecen sacados de Pinterest.

Vittoria y Nico son los artífices en la cocina. Todo los ingredientes, las salsas, y los panes son hechos en casa. “Todo lo fabricamos nosotros. Es 100% experimental, comida fusión”, dice el galo. “Es un trabajo de imaginación y amor”, remata la italiana, que supervisa con ahínco cada platillo despachado a las mesas.

¿Y qué hace Wilow? Él es arquitecto de la barra y las bebidas. Una fila de 15 garrafones de vidrio añejan las infusiones de frutas a base de ron nacional, que son una de las especialidades de la casa. La idea de las infusiones yace en Francia, pero los pocos frutos en ese país limitaban la imaginación. Wilow, a quien le gusta que una calala le caiga del árbol e impacte en su cabeza cuando está sentado en un patio, encontró un sinfín de posibilidades en el trópico nicaragüense.

Son 15 infusiones añejadas por tres meses en los garrafones: mandarina, piña, flor de Jamaica, melón, limón, naranja, banano, melocotón entre otras variaciones. Son servidas en shots, pero bien podrían beberse con hielo. Son refrescantes y algo fuertes. Y no son mi tipo de bebida. Al menos, después de dos me sentiría empalagado. Pero para gustos, dice el dicho, los colores.

Garrafones donde son añejadas las infusiones.

Wilow está obsesionado con la calala. Ha inventado una michelada con esa fruta. En #OtraPorFavor somos exigentes con las micheladas. Mucho nos quejamos, porque son pocos los bares donde las saben hacer. Sin embargo, la “michelala” no peca de dulce (es lo que esperaba por la calala, y temía que no me gustara). Conserva un equilibrio entre el picante y el sabor de las salsas. Es lo que recomiendo que pidan al llegar a Art Factory. Pero el lugar ofrece una amplia gama de vinos, entre ellos botellas de viñedos franceses que no encontramos en el mercado nacional, precisa Nico. Hay todo tipo de cervezas nacionales, industriales y artesanales, e incluso importadas. Si bebes ron, vodka o whisky igual no habrá problemas. Es una carta completa.

Comida fusión y vinos franceses son términos asociados con altos precios. En este caso no es así. Los precios son realmente accesibles (esperamos que sean mantenidos), porque Nico tiene una visión: “Que la gente pruebe algo diferente; una cocina elaborada que no necesariamente sea cara”.

Art Factory ofrece conciertos los fines de semana y abre el espacio para músicos y artistas que quieran exponer sus obras en sus paredes. “Queremos que sea un lugar para artistas… de inspiración. Para que los clientes aprendan a interactuar con el arte en todas sus facetas”, explica Nico.

La fusión de la música, la comida, las bebidas y el ambiente en Art Factory nos traslada fuera de Managua. Es como estar en una terraza de un bar en la Ciudad de México. Es cosmopolita. Sin duda, este bar-restaurante, que abrió hace dos meses, será de unos los preferidos en la ciudad para pedir #OtraPorFavor. Como canta Serrat en Mediterráneo: Jugando con la marea / te vas, pensando en volver.

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