Algo que ha caracterizado a nuestros líderes es ese estado famélico de atención, sed de poder, dádivas, y prebendas políticas. Toda nuestra historia ha radicado en ese coctel de regalías donde el empaque de regalo es pólvora, sangre, y pobreza multidimensional.
Me atrevo a decir que no es parte del tercer mundo, sino parte de la cosmovisión errada en la historia de Nicaragua. Hemos sido programados a respetar y callar cuando alguien nos ha dado un regalo.
Hemos sido condicionados a agachar la cabeza cuando nuestras autoridades hablan…y cuando matan, a voltear para otro lado.
Las guerras liberadas en Nicaragua han sido siempre por lo mismo, diferencia de principios. Un grupo que cree que matar, robar, y desmantelar a un pueblo es justificable, y otro que lucha por los derechos de ese mismo pueblo.
Pero, veo un fenómeno debajo del sol de Nicaragua, que en realidad nuestra pobreza, más que material, es de principios. Lo vemos ahora mismo en dos grupos masivos, dos cuerpos disque protectores de los derechos ciudadanos, dos entidades con autoridad y armas, con códigos rígidos de conducta, con un llamado a servir, y no ha habido UNO solo, pero ni UNO, al menos de los que están en la cúpula, que se pare sobre la brecha, y pegue el alarido glorioso: ¡BASTA!
Hoy no es un día de lamentos ni encloches, por tanto, no pretendo estar saboreando el vómito. El llamado es claro y simple: necesitamos más gente armada…con principios morales.
Demandamos gente que tengan un brazo que no pueda doblarse, que posean un temple franciscano y un carácter firme como el de George S. Patton.
Necesitamos gente como John Lennon, que se paró firme ante una Gran Bretaña invasora de Nigeria, y con todo y todo, devolvió su Medalla de Caballero a la Reina Madre.
Queremos un Marlon Brando, sofisticado actor que no tuvo ninguna reserva en rechazar su Óscar en protesta ante un Hollywood racial y opresor de los derechos Indígenas de Norteamérica.
Anhelamos tener a un líder como Chico Mendes, que inició peleando por la Amazonia, pero al final su lucha se volvió en una batalla campal por salvar a la humanidad.
Quiero a un Jiddu Krishnamurti que, considerado casi un Dios, fue ordenado Líder Mundial por la asociación Estrella del Oriente, pero rechazó su cargo por su repudio al servilismo y por su deseo a la libre expresión.
¿Y a quien nos hemos ganado en Nicaragua? A líderes nivel Beetlejuice, muertos en vida, sin principios, con temples demudadas de congoja, sedientos de plata, hambrientos de guerra, sudando heces fecales, y defecando sudor sin sodio, simple, y prieto de tanta oscuridad y perversidad que prevalece en sus corazones.
No obstante, aún prevalece un remanente en Nicaragua con principios. No son hombres ni mujeres perfectos, obviamente, pero al menos cumplen los requerimientos básicos que no han podido cumplir los líderes del último siglo en nuestra patria.
Me llena de ánimo saber que siempre permanece un volcán rugiente, la vox populli de aquellos que saben escuchar, que se incrustan el sistema nervioso de los demás, para poder entender su sentir, que rozan sus almas con las personas necesitadas, y entre esa chispa de roces confraternas, Nicaragua se enciende de esperanza.