En pantalla

“Uncut Gems”: Adam Sandler pule una joya para los críticos

Para muchos la película "Uncut Gems" resultó ser toda una revelación. ¿Vos ya la viste? Está disponible en Netflix.

Puede ser simplista decir que Adam Sandler tiene una carrera esquizofrénica, pero es notable cómo rompe sus rachas de comedias eminentemente comerciales con proyectos de evidentes ambiciones artísticas. Por cada “Punch-Drunk Love” (Paul Thomas Anderson, 2002) hay tres “Mistery Date” (Kyle Newcheck, 2019). Entre dos pretendidos extremos hay muchas estaciones. Cada proyecto permite ejercitar diferentes músculos creativos, y servir a diferentes públicos. Dicho esto, “Uncut Gems” es, definitivamente, una de las mejores películas que verá en el año.

Un prólogo desorientador nos lleva volando, literalmente, a una mina en Etiopía, en 2010. Vemos una estampa de globalización en clave explotadora: pobres mineros locales, de raza negra, cargan a un colega que ha sufrido un accidente, y los supervisores chinos corren para lidiar con el problema. Mientras tanto, dos mineros avezados aprovechan la distracción para cortar de una veta su propia fortuna: es un ópalo negro. La cámara nos introduce en los colores que la piedra preciosa encierra, fundiendo la imagen eventualmente para dejarnos navegando en una masa orgánica: es el colon de Howard Ratner (Sandler), joyero judío con planes para la dichosa joya.

La codicia y la explotación alimentan el sueño materialista que Kevin habita. Él es uno de tantos comerciantes en el Distrito de Diamantes de Manhattan, con una familia ideal en los suburbios de Long Island y una amante más joven en un apartamento de la ciudad. Pero el motor que mueve su vida es la adicción por el juego, específicamente, las apuestas deportivas. Para alimentar su compulsión hace malabares con dinero y mercancía en consignación, en una intrincada maraña de préstamos y empeños. El dichoso ópalo negro está supuesto a sacarlo de una deuda con un siniestro sujeto llamado Arno (Eric Bogosian), quien ya está enviando con demasiada frecuencia a un par de rudos y violentos cobradores.

Sandler es magnético en su papel. Kevin es un legítimo antihéroe picaresco. Por muy bizantinas que sean sus maquinaciones, uno quiere que le salgan bien. Cuando se complican, sufrimos con él. Sin embargo, la película no idealiza su conducta patológica. Vemos como cuan do puede arreglar las cosas, da un paso en dirección del caos, siempre detrás del golpe de adrenalina de una apuesta. Vemos la factura que su conducta le pasa a la gente que le rodea. Vea las escenas con su esposa, Dinah (Idina Menzel). En una película menor, sería caracterizada como un lastre antagónico que haría explicable la infidelidad del esposo. El guion le concede su furia, pero la edición y la cámara le dedican suficiente tiempo para humanizar su frustración. Lo mismo sucede con Julia (Julia Fox), la dependiente convertida en amante del jefe. La novata Julia Fox salta de la pantalla con energía vital. Suena como una broma que esta sea su primera película.

Tomen nota de lo espacios asociados con ambas mujeres. El hogar de Dinah y sus tres hijos es un catálogo de clase media alta, todo pintado en tonos beige y con Mercedes en la cochera. La afluencia se delata también en las repisas llenas de figuras de colección del hijo mayor. Todo es tan “extra”. Julia está asociada con el ‘pied-a-terre’ de la ciudad, decorado con estilo de apartamento de soltero, con pintura oscura y luces de neón.

En tan solo un puñado de películas, los hermanos Safdie han creado un estilo distintivo. Invocan una especie particular de realismo neoyorkino, sin los barnices de la ficción idealista. Hay un afán casi documental incluso en el casting. Tome nota de todos los pequeños papeles ocupados por actores que parecen que acaban de entrar de la calle, alejados del prototipo cinematográfico. Hasta las estrellas se ven más accesibles y humanas, desde el jugador de baloncesto Kevin Garnett hasta el cantante The Weekend.

La celebridad que ostentan no se amplifica como una condición divina. Es simplemente un matiz más de la humanidad capturada por la película. Esto no quiere decir que la película no tenga su cuota de artificio genial. La música electrónica de Daniel Lopartin alimenta las reverberaciones metafísicas del inicio y el desenlace. La fotografía del legendario Darius Khondji incrementa la energía electrizante de la trama. Debo confesar que puede ser demasiado. Mi primera vista de la película me dejó abrumado. La segunda, meses después, para escribir esta columna, la presentó como una revelación.

“Uncut Gems”
(Diamantes en Bruto)
Dirección: Bennie y Josh Safdie
Duración: 2 horas, 15 minutos
Clasificación: ⭐⭐⭐⭐ (Muy buena)
*Disponible en Netflix*