Cuando Arys Carrillo abrió su cuenta de Facebook, aceptaba las solicitudes de amistad de cualquier persona, hasta que una mala experiencia la marcó: un desconocido empezó a pedirle fotos explícitas. En seguida lo bloqueó, pero la sensación de miedo y confusión no pasó tan pronto.
Arys estaba en secundaría y aquel mundo virtual era nuevo para ella. Hoy estudia Ingeniería Industrial y a sus 19 años ha decidido, mantenerse al margen en las redes sociales y no aceptar a extraños, medidas que aprendió a través de sus propios errores.
Su situación es más común de lo que parece. En un reciente estudio elaborado por investigadores de la Universidad Centroamericana (UCA) –con una muestra de más de 2 mil jóvenes, obtenida de siete universidades del país– se comprobó que los estudiantes no se preocupan por la privacidad de sus perfiles, la mitad de ellos ha establecido comunicación con desconocidos, más del 35 por ciento ha visto o recibido mensajes de contenido sexual y casi el 10 por ciento los ha enviado o compartido.
También se demostró que ellas tienen más amigos en sus redes que ellos y visitan páginas donde la gente discute formas para verse excesivamente delgado.
No solo eso, el 37.6 por ciento de los encuestados «mira páginas con mensajes de odio, atacando a ciertos grupos o individuos», el 27.3 por ciento busca formas de dañarse o herirse físicamente y el 13.4 por ciento averigua sobre formas de suicidarse.
Daños psicológicos y adicción a las redes sociales
Otro de los datos que arrojó esta investigación es el impacto emocional que deja en los jóvenes ser víctimas de cyberbullying.
El 24.5 por ciento de los universitarios encuestados afirmó que le han herido comentarios en las redes sociales y el 37.8 por ciento se sintió muy disgustado al respecto.
“Cualquier tipo de acoso y de burla es mucho más duro de enfrentar en esta etapa porque es un momento en el que el joven está construyendo su identidad”, comenta Renata Rodrigues, investigadora.
Los jóvenes nicas también están cerca de desarrollar adicción a las redes, situación que en otros países se ha convertido en un problema de salud pública. El 59.7 por ciento de ellos ha navegado porque no tenía nada que hacer y el 30.6 por ciento intentó sin éxito pasar menos tiempo en internet.
La tercera parte de ellos afirmó que internet les quita tiempo para dedicarse a otras actividades, como pasar tiempo con su familia y o el estudio. A pesar de esto, se les hace muy difícil despegarse de sus redes.
Y suelen pasar más de cuatro horas conectados al día. Renata Rodrigues y Rafael Lucio, autores de la investigación, reconocen que se debe de estar en las redes, pues forma parte de las competencias profesionales, pero el problema radica cuando esta presencia se torna incontrolable y se desarrollan desórdenes alimenticios, ansiedad o depresión.
Universitarios usan más el internet para sus estudios
Pero no todo el panorama en las redes sociales es negativo. Los investigadores encontraron que este espacio es aprovechado como un medio didáctico por parte de profesores y estudiantes. Para Renata Rodrigues este es un elemento potencial.
Cada vez es más recurrente en Facebook y WhatsApp los grupos de estudio donde se comparten tareas, orientaciones y materiales de referencia para las asignaturas.
En el tercer año de su carrera, Arys Carrillo siente que pertenecer a estos grupos es beneficioso para su aprendizaje, pues se despejan dudas y la información fluye instantáneamente.
Más de la mitad de los universitarios usan internet para estudios e investigación. Sin embargo, hay carencias en los métodos para obtener la información de sus trabajos académicos.
El 23 por ciento admitió nunca utilizar la opción de búsqueda avanzada en buscadores como Google para conseguir datos concretos y fiables. Más del 50 por ciento de los estudiantes confesó que no cita a los autores de la información que usa.
Otro hallazgo del estudio es que los jóvenes universitarios nicas extraen la información de sitios como Wikipedia, Monografias.com y Definiciones.com, portales cuyos datos son poco fiables a diferencia de base de datos y artículos académicos.
Arys Carrillo solo ha usado las bases de datos de su universidad para realizar ciertas investigaciones, pero la costumbre de recurrir a la búsqueda de palabras o preguntas en Google pesa más.
“Buscar información tiene que ver con el desarrollo de una serie de habilidades que se les llama competencia informacional, no es solo poner una palabra en Google”, comenta Renata Rodrigues.
La académica explica que la competencia informacional es un ciclo que empieza con hacerse una pregunta, identificar dónde están las fuentes, saber seleccionar las fiables, sintetizar y añadir argumentación, todo esto respetando los derechos de autor de quien escribió el artículo buscado.
Ante este panorama, la preocupación de los investigadores Renata Rodrigues y Rafael Lucio, no solo está en señalar el desconocimiento de estas herramientas por parte de los universitarios, también la poca constancia de maestros por fomentarlas.
“Queda claro en la investigación que aquellos estudiantes que ven a profesores mucho más anuentes, consistentes, que manejan más páginas de internet y que consultan sitios especializados, son los profesores que ellos (los estudiantes) más respetan y con esos profesores ellos evitan copiar y pegar”, comenta Rafael Lucio.
En los cuatro grupos focales que sirvieron de insumo para la elaboración del estudio, los jóvenes exigieron más ayuda y preparación por parte de sus docentes.
Los retos a enfrentar
Tanto Renata Rodrigues como Rafael Lucio reconocen que un joven universitario tiene que estar inmerso en el mundo de la tecnología y el internet. Pero este desarrollo debe que estar enfocado a la educación y al conocimiento.
«¿Qué nos interesa ahora? Que las universidades logren tomar decisiones importantes, formular políticas y que estas sean del conocimiento de los profesores».
Rafael Lucio Gil, investigador de la UCA
Los expertos reiteran que otros de los actores esenciales son los padres de familia, pues deben acompañar a sus hijos en los procesos de aprendizaje y los maestros deben estar capacitados para guiar a sus estudiantes y así evitar el plagio.
“Ese mito de que los jóvenes lo saben todo y lo dominan todo, los mismos jóvenes nos dijeron en nuestra investigación que no era así. Nos dijeron que carecían de muchos aspectos y que no recibían orientación en la familia. Los profesores tendríamos un papel enorme por hacer y sin embargo, no lo estamos haciendo”, concluye Lucio.