Todas las personas tenemos problemas de Salud Mental, en mayor o menor escala, todas tenemos más de algún tornillo flojo. Esta es una realidad que nuestra civilización de 140 caracteres con concentración de goldfish ha decidido tomarse a la ligera en el mejor de los casos, y en el peor, ignorar por completo.
Las crisis en Salud Mental son prevalentes en nuestra sociedad. Pero como no hay mejor cosa que hacer roto de un descosido, hemos creado alrededor de estas un comportamiento que es muchas veces más difícil de superar que los momentos de angustia emocional que sufrimos las personas, y este es el ESTIGMA.
Entre los significados de estigma que encontré en el diccionario están ‘marca o señal en el cuerpo’, ‘deshonra, mala fama’ y ‘huella impresa sobrenaturalmente en el cuerpo de algunos santos en éxtasis’. En el ámbito de Salud Mental estigma se refiere a: ‘la percepción de un atributo negativo que ocasiona que las personas devalúen o piensen menos de una persona en particular’.
Hay muchísimos factores históricos y culturales que han ocasionado este estancamiento social y vale la pena reflexionar sobre cuáles son los que permiten su continuación. He tenido mis roces con el estigma en el pasado, pero con el tiempo he podido en cierta manera no asumir esa ‘marca o señal’ como parte de mi personalidad, y he llegado a la conclusión que los siguientes factores han sido fundamentales en este proceso de ‘No Adopción’ del Estigma:
No Auto-Estigmatización: Cuando estás en medio de una crisis las barreras de tu ego se disuelven, el límite de donde termina tu ‘yo’ y donde comienza lo demás desaparece, lo cual te deja extremadamente vulnerable. Es en este momento de vulnerabilidad que la mayoría de las personas con experiencia vivida en Salud Mental han recibido su etiqueta o diagnóstico psiquiátrico, lo cual a mí me resultó nefasto y contraproducente. Es como patear a alguien cuando se acaba de caer al suelo en lugar de ofrecerle una mano para que se levante.
Creo que la psiquiatría tiene mucho lugar para mejorar en este aspecto, por lo menos la psiquiatría a la que yo estuve expuesta. Estas experiencias por muy ilógicas y desordenadas que parezcan a los observadores, vienen cargadas de gran significado espiritual para la persona y son en mi opinión, una oportunidad de purgar y sanar viejas heridas. Si en lugar de decirle a la persona que todas las ideas y pensamientos que está teniendo son un síntoma más de su ‘enfermedad’, se le facilitaran herramientas para que pueda explorar y articular lo que está subiendo a su consciencia, la historia para la mayoría de las personas que experimentan angustia emocional sería muy, muy diferente. A mí me dieron una etiqueta, y decidí hacerla trizas.
La Historia Que Me Cuento: Soy firme creyente en la influencia que nuestras palabras y nuestros pensamientos tienen en nuestro bienestar interior. Es por eso que decidí no adoptar la narrativa de enfermedad mental cuando me refiero a mis crisis, porque en realidad para mí nunca significaron enfermedad, siempre las he relacionado más con el proceso de un nacimiento. No recuerdo cuando nací físicamente, pero algo he leído sobre el hecho de que el nacer es un evento traumático para los bebés; mis crisis fueron hasta cierto punto -y aquí les voy a sonar requete hippie/new-age- un nacimiento a otro nivel de consciencia.
Mi perspectiva sobre muchísimas cosas dio un cambio que fue favorable para mis niveles de paz interior y armonía con el mundo exterior. Pasé un buen año en ‘labor de nacimiento’, experimentando el dolor que viene con el estar viva y consciente de todas las heridas no reconocidas, todos los ‘programas’ dañinos que automáticamente estaba ejecutando en mi vida. Una parte de mi murió en ese proceso, esta muerte abrió espacio para que otras partes de mi se desarrollaran, como cuando quitás las hierbitas de tu jardín para que crezcan las plantas que vos querés que produzcan. He perdido completamente el miedo a volver a experimentar un ‘brote psicótico’, y siento que el ya no vivir con ese miedo, me hace menos propensa a volver a caer en el ‘agujero del conejo’ sin paraguas que amortigüe mi aterrizaje.
Mi Tribu: Es muy fácil aislarse cuando uno está sufriendo, y más cuando se trata de experiencias emocionales extremas, que por su intensidad e incomprensibilidad tienden a asustar a las observadoras. Yo he tenido la oportunidad de pertenecer a una comunidad de personas muy abiertas, que estuvieron ahí en mis ‘peores’ momentos y que no por eso dejaron de verme como la persona que siempre había sido. Estas conexiones humanas son invaluables para mi calidad de vida, y aunque a veces se siente más cómodo y seguro guardarse el sufrimiento para una sola, he aprendido que compartiéndolo no solo me doy el chance de obtener una perspectiva diferente, sino que también salgo un poco de mi misma y puedo entrar en el espacio de otra persona, devolviendo el favor de la presencia y la escucha.
Si estás sufriendo, buscá alguien que esté disponible a escucharte, pero también date permiso de ser vulnerable y te vas a sorprender de todo lo que tu vulnerabilidad tiene para ofrecerte a vos y a los demás.
Hablar Sin Tapujos: Desde que pude ‘regresar a mi cuerpo’ y mucho antes incluso de poder empezar a articular y encontrar el sentido de todo lo que mi EEE me había rebelado, decidí que no iba a esconder lo que había vivido de nadie. Así que lo hablé con cada persona que me dio la oportunidad de ser escuchada, conocidas y desconocidas; no puedo negar que más de alguna vez recibí miradas y opiniones prejuiciadas, hasta de profesionales de la Salud: ‘Niña, pero eso no lo deberías de andar ventilando, qué va a pensar la gente de vos!’, ‘¿Y quién más sabe de tu diagnóstico?’, etc. Pero entre las numerosas lecciones que recibí en mi niñez, estaba aquella de que ‘la gente’ no es la que me da de comer y las personas valen por lo que tienen en el corazón, más que por lo que tengan o dejen de tener en la cabeza.
Sentido del Humor: Pienso que no deberíamos tomarnos la locura tan en serio. La primera en hacer las bromas sobre la multitud de cosas ‘raras’ que dije y que hice en mis crisis fui yo, esto me ayudó a reír cuando más lo necesitaba y también ayudó a que las personas a mi alrededor se sintieran menos incómodas cuando yo tocaba el tema. Es bueno reírse, y es mejor aprender a reírse de una misma.
Lo que sí me tomo muy en serio es el estigma. Creo que es una injusticia que el sufrimiento de tantas personas se magnifique por algo que está basado meramente en la ignorancia.
Es por eso que quiero invitarte a vos, a vos que has vivido esta tormenta en soledad, en silencio y hasta en vergüenza. Te quiero invitar a que compartás conmigo tu experiencia con crisis emocionales -o con ‘enfermedades mentales’, si es que a vos te funciona este término-, hayan sido estas etiquetadas como: «esquizofrenia», «bipolaridad», «depresión», «trastorno límite de la personalidad», «ataques de pánico», etc.
Es muy importante que compartás tu historia para que toda la sociedad sepa cómo te sentís por el solo hecho de experimentar lo que experimentás, que sea cultura general que el hecho de tener experiencias emocionales extremas no significa que automáticamente te convertís en una persona violenta, que aún en los momentos de mayor desconexión con la realidad consensual te das cuenta de lo que está pasando a tu alrededor -excepto cuando te han drogado demasiado-, que seguís siendo una persona con acceso a los mismos derechos que cualquier otra, que seguís siendo humana.
Porque a esta aberración del estigma le tenemos que poner fin nosotras, las personas que hemos tenido la reacción más apropiada a un mundo enfermo, aquellas que hemos recurrido a la locura en más de una ocasión.