Estilo
La independencia es una de las búsquedas más comunes. ¿Cuáles son sus pros y contras? Aquí te los contamos
Llega el día. Sos egresado de una carrera universitaria, tenés un trabajo que te genera ingresos y sentís que necesitás una nueva experiencia: vivir solo.
Para muchos, representa el paso más importante hacia la adultez, un sacrificio necesario para lograr la tan ansiada libertad. No obstante, en el contexto (nacional e internacional) hay muchas trabas en el camino. El dinero, las responsabilidades y sobre todo las ganas suficientes para hacerlo, son algunos de los impedimentos que encabezan la lista.
En Nicaragua 1.4 millones de jóvenes, entre 16 y 24 años, formaban parte de la Población Económicamente Activa, de acuerdo a la Encuesta de Empleos, publicada en 2011 por el Instituto Nacional de Información de Desarrollo (Inide). A nivel latinoamericano la tasa de desempleo de los jóvenes es del 14 por ciento, según datos de Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y quienes logran encontrar trabajo se quejan de bajos salarios y condiciones de trabajo precarias.
En el escenario en el que un joven profesional puede pagar por su manutención, la independencia, pasa a ser una de las búsquedas más comunes, aunque para muchos más que una opción se convierte en una obligación. Los que son originarios de ciudades distintas a donde se encuentra su trabajo se ven obligados a hacerlo por las circunstancias, mientras que otros, pudiendo vivir en la casa de sus padres, simplemente quieren tener la experiencia de hacerse cargo de ellos mismos y sus necesidades.
En el caso de María Esperanza Silva, una médico veterinaria de 26 años que logró irse a vivir sola hace dos años, el evento se dio por una mezcla de factores. Después de graduarse y buscar trabajo sin éxito, decidió asociarse con una colega y crear un negocio conjunto.
El único problema era que María Esperanza vivía con su familia en Masaya y ahora debía mudarse a la capital.
“Pensé, ´si no me la juego ahora no me la juego nunca´. Mi mama me ayudó los primeros meses pero después ya no. La parte más difícil fue que vengo de una familia muy grande y muy presente, y pasar a estar sola fue complicado, aquí en Managua es difícil, mi familia está hasta en otra ciudad y pues aunque disfruto la soledad, a veces necesito a mi familia”, cuenta María Esperanza.
El mayor agobio fue arrancar, darse cuenta que muchas tareas que ya daba por hecho en su casa, aquí dependían irremediablemente de ella misma. Cocinar, limpiar, pagar recibos, todas fueron obligaciones que la joven tuvo que dominar con el tiempo. A la vida independiente, asegura, ya le ha agarrado el ritmo y aunque tiene sus desventajas, ofrece muchos beneficios.
Para ella, una de las responsabilidades más fuertes, es el tema del dinero. Ha tenido que aprender en el camino algunos tips para ahorrar al máximo y poder escoger cuáles son sus prioridades del mes.
“Hay semanas en la que no podés comer carne y aprendés, por ejemplo, que en vez de hacer las compras en el súper, podés ir al mercado. Es como jugar con tu economía. Con el bacanal te das cuenta que tenés que pensarla bien, si hay cuatro conciertos, escoger uno, no te podés dar el lujo de bacanalear como lo hacías en la casa de tus papas”, admite.
Bajo otra perspectiva, hay quienes optan por seguir viviendo en la casa de sus padres y esperar a «dar el paso» cuando se sientan más preparados. En algunos casos los padres presionan para que los hijos se independicen, en otros, como el de Yader Velázquez, un ingeniero en sistemas de 24 años, su familia no está interesada en que él viva de manera independiente, al menos no por el momento.
Sin embargo, la meta de Yader, a mediano plazo, es independizarse.
Originario de Somoto, siempre pensó que se iría de su casa para estudiar en la universidad, pero unos años antes de terminar la secundaria, toda su familia se trasladó a vivir a Managua. Vive con su mamá, que se encarga de todas las labores y responsabilidades del hogar.
“Vengo de una familia de pueblo, tradicional, en donde aunque te podés ir a estudiar fuera, siempre regresás y luego te vas ya definitivamente cuando te casás. Pero yo no tengo intenciones de casarme, no ahorita al menos, entonces si no estás casado te ven como parte del paquete aunque ya tengás 24. No veo presión de mi familia”, comenta Yader.
Aunque no tiene apuro, Yader sí está pensando en buscar una vivienda para alquilar y una de su mayores preocupaciones es poder conjugar el estilo de vida que tiene ahora con el que tendría si se va de su casa. Entre sus planes está tener dinero suficiente también para viajes y recreación.
“Han cambiado creo las prioridades entre la gente que conozco, los chavalos están más preocupados en estudiar, en viajar, en tener otro tipo de experiencias, que cumplir con las expectativas. Yo ahora tengo un salario, pero se me va en cosas tontas y mi mayor miedo es ver cómo voy a organizarme una vez que ya me toque ser quien está a cargo. Aprender la dinámica de cuánta comida comprar, cada cuanto ir al súper, qué hacer con la ropa, cosas que son importantísimas en la vida diaria pero que uno da por hecho porque alguien ya se encarga de eso en tu casa”, indicó el ingeniero.
Y es que aunque las ventajas de vivir solo sean seductoras, pensar en las responsabilidades abruma. Vivir solo te permite decidir cómo administrás tu dinero, tu tiempo y tu vida, pero también acarrea tareas como cocinar, limpiar y pagar recibos.
Además del dinero (que es tal vez el principal impedimento) también existen factores culturales que determinan cuándo salen los jóvenes de sus casas.
Según el sociólogo Sergio Cabrales, investigador del Centro de Estudios Socio-Culturales (CACS), en el modelo tradicional de familia, los jóvenes salían definitivamente de sus casas fundamentalmente por tres razones: van a formar otra familia, entran al ejército o ingresan al seminario para convertirse en sacerdotes.
En la actualidad, muchos valores han cambiado y los jóvenes se decantan por buscar más libertad en sus vidas, a veces separándose de sus familias. Otros prefieren vivir en la casa de sus padres, pues no están interesados en adquirir bienes materiales o tener un alquiler que pagar cada mes. En su lugar, invierten su dinero en otras cosas, y se aprovechan de las comodidades que les ofrece el hogar primario.
A juicio de Cabrales, en Nicaragua usualmente en la transición hacia la vida independiente es común que los jóvenes regresen a su casa en varias ocasiones o que tengan una constante dependencia económica y afectiva con sus padres.
“Yo creo el tema cultural está bien presente, y más que sumamos todos los cambios, aquí no hacemos transición hacia la vida adulta de una manera tan abrupta como lo hacen en Estados Unidos, que te vas y ¡pum! ya estás solo. Aquí volvemos, vamos, salimos y así. Pesa mucho el tema de la cultura, las dificultades que uno puede encontrar en el tema laboral. A veces tenés trabajo, a veces no. De dónde tela si no hay araña, de dónde van a tener un empleo que les puede garantizar vivir decentemente y de manera prolongada”, explica el sociólogo.
Para él, que un joven se mude de su casa simplemente por experimentar la libertad no es algo común en Nicaragua, y es más bien parte de una cultura más global, que emula prácticas de Estados Unidos y Europa. No obstante, ese modelo instaurado en esos países, también está empezando a cambiar. Según la firma Zillow, en Estados Unidos un 21.4 por ciento de las personas entre 24 y 34 años vive con sus padres, según un estudio que data de 2014.
Esto significa que a nivel mundial, vivir fuera de la casa de los padres ya no es una de las prioridades de vida. En muchos casos se debe a que los salarios no ajustan para vivir solos, pero también se suman a la lista otros factores que influyen en el cambio de mentalidad. Uno de ellos es que ahora muchos más jóvenes no quieren sentirse apegados a bienes materiales y se rehúsan a adquirir deudas, por el contrario, están interesados en invertir el dinero en experiencias, como estudios o viajes.
En Nicaragua, aunque influenciado por la globalización, el tema tiene sus propios matices. Para Cabrales, el peso que tiene la familia en Latinoamérica es uno de los puntos más importantes. Según el investigador, salir de la casa de los padres para vivir de manera independiente (siendo soltero) no es muy propio de la región.
“Aquí vas a las universidades y la mayoría quiere pasar vinculado a su familia de una u otra manera por el mayor tiempo posible, y hay casos particulares de jóvenes que logran hacer ese quiebre e irse de sus casas pero no es tan común”, expresa Cabrales.
A Eduardo Velázquez, ingeniero industrial de 24 años y residente en Managua, mudarse de su casa no le parece una prioridad. Trabaja en un banco y asegura que no planea irse del hogar de sus padres a menos que sea cuando ya esté casado.
“He pensado en mudarme, pero en vistas a futuro, no es una decisión inmediata. Siempre he sido de la idea que si me voy a mudar me gustaría hacerlo cuando esté preparado, no me gustaría para ir a alquilar a un lugar, me gustaría mudarme a mi casa, algo que sea mío. No me gustaría enfrentarlo solo, me gustaría hacerlo con la persona con la que decida formar una familia. Yo no me voy de mi casa a menos que me case. Pienso que me gustaría hacerlo así, para evitarme ese trago amargo”, indica Eduardo.
En la casa en la que vive con sus padres aporta dinero para algunos gastos, pero no en los quehaceres diarios. Para muchos, el pensar irse de sus casas puede representar toda una hazaña, más aún si no creen que vivir con sus padres les coarte la libertad.
En el caso de Eduardo, él siente que el respeto que tiene por su hogar es fundamental, y aunque decide sobre el rumbo de su vida, mantiene informados a sus padres en caso de no llegar una noche, por ejemplo.
“Las limitaciones no son tantas, como saben que sos un adulto, dejan que tomés tus propias decisiones. No es como que sea tan rígido, solo tenés que avisar”, explica el joven.
Vivir con compañeros de casa: una opción válida
Luis Karlos Morazán y Ana Siu, se conocieron trabajando en una agencia de publicidad. Ahí entablaron una amistad que los llevó a compartir una vivienda, como compañeros de casa. Ambos llegaron a vivir solos por situaciones distintas, pero decidieron asociarse y repartirse los gastos de su hogar para ahorrar costos.
Luis Karlos, de 28 años y originario de Matagalpa, ya había tenido experiencias similares, pues había vivido en seis lugares distintos desde que, en 2006, se mudó a la capital para estudiar en la universidad.
“Yo soy como ´Sheep en la gran ciudad´, vine a la universidad y como era becado interno residía en Villa Tiscapa, donde compartía cuarto con otros cuatro chavalos, luego pasé a vivir a un cuarto solo, pero era deprimente vivir solo en cuatro paredes. Finalmente llegué a alquilar casa con amigos y para mí esta siempre ha sido la mejor opción, tener ‘roommates’”, cuenta el publicista.
En el caso de Ana, de 23 años, aunque su familia es de Carazo, se trasladaron a Managua hace tres años. Cuando logró encontrar un trabajo estable se independizó, pues para ella era una meta más por alcanzar.
Su primera parada fue una casa con otros tres compañeros. En ese momento, sus padres la ayudaban a cubrir parte de los gastos, cuyo alquiler rondaba en los 300 dólares.
“Fue raro, las primeras semanas sentís que no es tu casa pero después llegás a un punto donde ya no concebís volver con tus padres. Es ‘tuani’ sentir que al final es tu espacio, hacés lo que querés, aprendés a cocinar y hacerte cargo de vos misma”, plantea Ana.
Meses después, ella decidió que era momento de cortar la ayuda de sus padres, y buscar un lugar más pequeño que pudiera costear sola. Ahí fue cuando encontró en Luis Karlos al ‘housemate’ perfecto.
“Es una muy buena opción, no te mudés con alguien que no tienes idea, lo mejor es mudarte con gente que conocés y vas a tener que trabajar mucho tu tolerancia. La independencia es el hecho, es poder llegar después del trabajo y no tener que hablar con nadie, elegir cómo querés tener tu casa, depende de vos todo, eso te da ese sentido de responsabilidad, tener un control sobre tu espacio”, explica la joven.
“La independencia es una palabra que cuando vas viviendo solo, cuando vas teniendo ciertas libertades para vos mismo, vas agarrándole otro sabor. No podría volver a mi casa”, agrega Luis Karlos.
Se han visto obligados a aprender sobre la burocracia que conlleva reclamar por recibos de energía eléctrica y saber, por supuesto, manejar un presupuesto esquemático para vivir de manera decente.
“Tenés que ser fiel a tu presupuesto, es lo más importante. Yo a pesar de que no tengo tal vez un presupuesto escrito, trato de no pasarme, sé que tengo derecho a la quincena a dos almuerzo afuera, después me obligo a cocinar. Vas haciendo sacrificios porque si no podés quedarte literalmente sin comer”, comenta Ana.
Ambos amigos aseguran que este estilo de vida, es el más acorde con sus prioridades, pues no está en sus planes adquirir bienes. Luis Karlos tiene un carro que terminará de pagar pronto, y concentra sus esfuerzos en viajar al menos una vez al año y estudiar. Ana, por su parte, también prioriza viajar y no quiere sentirse atada a nada:
“En mis prioridades no están ni comprar un carro, ni una casa, yo siento que mi vida no la quiero amarrar algo, tengo 23 años, no me quiero amarrar a deudas. Uno lee el montón de artículos de que los ‘millenials’ viven con sus padres y que no quieren comprar una casa o un carro y pues es real, a pesar que no nos queramos meter en ese grupo homogéneo pero es real, las prioridades han cambiado y formar una familia no es nuestro fin principal”, indica.
“Antes para nuestros padres o nuestros abuelos, su legado eran sus hijos, y nosotros no, nosotros queremos dejar un legado a través de hacer algo increíble en el trabajo u otras cosas que la gente recuerde, pero nuestra prioridad ya no es ´quiero una casa para mis hijos´”, añade Ana.
¿Qué tomar en cuenta si te pensás mudar?
Elaine Miranda, experta en finanzas personales y autora del Blog Plata con Plática, señala que lo primero es planificar cómo se empleará el dinero. Un ejercicio fundamental sería, emular cómo sería cubrir los gastos de la vivienda, y ver si los ingresos ajustan para dar el paso.
“Sacar cuentas, hacer como: ´voy a asumir que estoy pagando una renta´, ´voy a manejar mi salario y mis ingresos como si estuviera pagando todo´. Reservar el dinero, durante tres meses, y vas a ver, si podés y si te gusta. ´Ya vi que lo puedo pagar, pero implicó no salir´, pues ve si te sale, si te parece. No se vale entrar a grandes deudas al principio”, manifiesta Elaine.
Según la experta, es notable que a nivel mundial, las prioridades de los jóvenes han cambiado y que los ‘millenials’ prefieren invertir en experiencias y no en cosas. Visto desde esta perspectiva, la experiencia de vivir solo puede ser vista como algo fundamental para desarrollarse en libertad, que no necesariamente compromete a las personas a largo plazo, pues no tenés que comprar una casa para hacerlo.
Si se toman las precauciones correctas, las finanzas pueden mantenerse en orden, y la vida en independencia puede resultar un éxito.
“Creo que en general en todas las situaciones de la vida minimizamos cuáles van a ser nuestras necesidades, o hacemos unos cálculos locos. Tenemos que sentarnos a ver cuánto gastamos en cada cosa. Cualquier independencia empieza por la financiera. Una persona independiente es la que trabaja, gana su dinero y le alcanza para autosostenerse”, manifiesta Elaine.