Cultura
Walt Disney, creador de Mickey Mouse, logró 22 estatuillas del Óscar en sus 44 años de carrera, pero también estuvo rodeado de controversias
El cine de animación es hoy lo que es gracias a Walter Elias «Walt» Disney, un hombre con una visión muy adelantada a su tiempo, pero también envuelto en falsas leyendas incluso 50 años después de su muerte, como la que asegura que fue criogenizado.
Con su fallecimiento se extendió rápidamente la historia de que su familia había decidido congelar su cuerpo a la espera de que los avances científicos pudieran encontrar una cura para el cáncer de pulmón que había acabado con su vida a los 65 años y de forma fulminante, en apenas un mes.
Algunos fueron incluso más lejos y aseguraron que solo se había congelado su cabeza. Pero en realidad fue incinerado ya que, aunque alguna vez había hablado a favor de la criogenización, nunca lo dejó por escrito, por lo que su familia ni se lo planteó.
Tampoco nació en Almería (España), como otro de los rumores más populares en torno a su persona ha afirmado durante años. Nació en Chicago el 5 de diciembre de 1901 y más allá de curiosidades, fue un genio y 50 años después de su muerte nadie ha superado sus logros.
Además de fundar la todopoderosa compañía Walt Disney, se llevó los diez primeros Óscar desde que se instauró en 1931 el premio al mejor corto de animación, y en sus 44 años de carrera logró 22 estatuillas, un récord aún no superado.
Fue el creador, junto a su equipo, de personajes legendarios como Mickey Mouse, el pato Donald, Pluto o Goofy, estrellas de unos estudios que fundó junto a su hermano Ron en 1923 -originalmente llamados Disney Brother Studios-.
Y fue, por encima de todo, un visionario del campo de la animación, a la que dedicó toda su vida, y que amplió más allá de las salas de cine, con una serie de parques de atracciones que demostraron su arriesgado estilo empresarial.
Cuando todos le tildaban de loco, sabía ver más allá de las estrechas miras de la época y la innovación fue la marca de la casa hasta su muerte.
«No puedo estarme quieto. Tengo que explorar y experimentar. Nunca estoy satisfecho con mi trabajo. Me incordian las limitaciones de mi propia imaginación», dijo en una ocasión.
Apostó por la animación sonora en 1928 con el cortometraje «Steamboat Willie», protagonizado por un Mickey Mouse que se convertiría en su personaje más famoso y que le proporcionaría su primer Óscar honorífico en 1931.
Siete años después, en 1938, se llevó su segundo premio especial, en esta ocasión por lo que en Hollywood vieron como un enorme logro, el largometraje «Snow White and the Seven Dwarfs», un proyecto descomunal para la época, en el que trabajaron más de 300 personas.
La adaptación de este cuento de los hermanos Grimm inauguró una época en la que llevaron al cine, con enorme éxito, otras historias como las de «Pinocchio» (1940); «Dumbo» (1941); «Bambi» (1942); «Cinderella» (1950); «Alice in Wonderland» (1951) o «Sleeping Beauty» (1959).
Siguió arriesgando con «Fantasia», una película por la que se llevó de nuevo un Óscar especial pero que no fue entendida en aquel 1940. Con los años, su preciosismo, la belleza de sus imágenes y una modernidad aún latente, la han convertido en un filme de culto.
También dio con la clave del éxito con sus películas infantiles pero con personajes reales e incluso con una mezcla de animación y ficción realmente magistral como «Mary Poppins» (1964), que abrió un camino diferente para los estudios Disney.
Fue un empeño personal de Disney el lograr que esa historia de la británica P.L.Travers saltara a la gran pantalla con personajes reales y animados, un proceso complicado en el que el productor desplegó sus mejores armas de seducción y que narraría años más tarde la película «Saving Mr.Banks» (2013)
Porque si algo tenía Disney era la inteligencia necesaria para mostrar un gran encanto personal cuando quería conseguir algo, aunque también poseía un profundo lado oscuro que quedó reflejado en el libro «El americano perfecto», de Peter Stephan Jungk, que se basó en el testimonio de un ilustrador que trabajó con ‘tío Walt’, como se le conocía familiarmente.
Jung describió a Disney como un racista, misógino y antisemita, que no creó ninguno de sus personajes, y aseguró que en los estudios solo los hombres podían dibujar mientras las mujeres debían limitarse a colorear.
Acumuló críticas al mismo ritmo que éxitos con sus películas y creó todo un imperio que hizo que Disney fuera sinónimo de animación y que mantendría su hegemonía hasta décadas después de su muerte.
La llegada de Pixar y Dreamworks hizo tambalearse el imperio, pero se recuperó y hoy en día vuelve a brillar como en la época de su fundador. Un ejemplo: la única película de animación entre las diez más taquilleras de la historia es una de sus últimas producciones, «Frozen».