Hace 30 años sucedió una masacre en China que sus habitantes no pueden recordar, ni llorar, ni por la que pueden ir a los cementerios a dejar flores. Los disidentes chinos que participaron en aquel inmencionable evento en ese país, son sacados de su arresto domiciliario y llevados a paseos muy lejos del epicentro de aquellas protestas que terminaron en muerte un cuatro de junio de 1989. Se los llevan a la playa, o al interior con el fin de que no puedan conmemorar nada. En las plazas las autoridades permanecen vigilantes, para no dar lugar a ningún tipo de ceremonia que permita rememorar. Aquella generación tiene prohibido recordar, y la nueva ignora su pasado.
Hu Jia fue uno de esos activistas que participaron en las protestas del cuatro de junio y que para estas fechas tiene que tomar “vacaciones obligatorias”, según cuenta una historia del medio británico The Guardian. Sus paseos por el parque y por el mar son custodiados, vigilados. Él es uno de los activistas más prominentes de China, un disidente.
Hu, según The Guardian, estuvo en la plaza aquel día, en el que se cree que murieron unas tres mil personas, entre ellas estudiantes y obreros. Pero la cifra nunca se sabrá, un tanto por el hermetismo del régimen chino, pero también porque esa fecha ha sido lapidada en todo el país. Un cable divulgado por Reino Unido en 2017 aseguró que la cifra de muertos puede llegar a los diez mil. La implacable bota roja del Partido Comunista, a 30 años después, ni menciona el hecho. Y a lo largo de las décadas ha defendido el actuar represivo del Gobierno contra los manifestantes.
Un día como hoy, la maquinaria china trabaja a toda velocidad, para depurar las ya controladas redes de información, y sobre todo, para vigilar más acuciosamente a los activistas, académicos, periodistas y familiares de las víctimas.
Ya casi quedan pocas personas que puedan hablar del suceso, de contarlo. Así que el trabajo del régimen chino para imponer el olvido se irá menguando, este va trabajando lentamente por sí solo.
“El hombre tanque”
Una de las fotografías más importantes de la historia es la de un rebelde y anónimo ciudadano chino que permanece de pie frente a tres tanques militares. No se inmuta, tampoco le pasan encima. En un video grabado desde la ventana de un hotel cercano a la plaza Tiananmen, donde este hombre se paró, un pequeño grupo de reporteros gráficos inmortalizó el evento. Fue el cinco de junio, un día después de que la plaza fuera desalojada con represión.
En los balcones del Gran Hotel Pekín, la imagen fue captada por tres cámaras de televisión, Willie Phua de la australiana ABC, Jonathan Schaer de la CNN y Tony Wasserman de la NBC, y cuatro fotógrafos: Jeff Widener de AP, Stuart Franklin de Magnum, Arthur Tsang de Reuters y Charlie Cole de Newsweek, que ganó el World Press Photo.
Detrás de la fotografía hay una historia aparte, igual de impactante. Charlie Cole, de Newsweek, ganador del World Press Photo, asegura que escondió el carrete que contenía la foto en un retrete, cuando supo que las autoridades llegaron al hotel para sacarlos del país clandestinamente y destruir el material documentando.
El hombre tanque, o Tank Man, como se le conoce en inglés, es un completo desconocido hasta la fecha. Tampoco se sabe si fue ejecutado, o si permanece prisionero.
El inicio de la rebelión
En China, todos estos eventos no se mencionan, no están en los libros de historia y muy poco se habla de ello. El discurso en las escuelas, según reportes de varios medios informativos europeos, se centra en que los estudiantes que lideraron la rebelión fueron manipulados por extranjeros y su único fin era derrocar al Gobierno.
Todo inició un 17 de abril, cuando un grupo de estudiantes de la Universidad de Bejing se congregaron para conmemorar la muerte de Hu Yaobang, exdirigente del Partido Comunista, expulsado por defender unas reformas liberales. Wang Dan, un líder universitario, dio un discurso en la universidad y luego sugirió salir a marchar hacia la Plaza Tiananmen, así lo afirma en un artículo de opinión escrito por él para The New York Times.
“Cientos de nosotros dejamos el campus esa noche y ocupamos la Plaza de Tiananmen. Estudiantes de otras universidades se unieron a nosotros, y luego, muchos otros de la sociedad de Beijing. En un momento en que China estaba haciendo la transición de la era de Mao, el movimiento daba esperanzas a las personas que ansiaban el cambio. La protesta se extendió a otras ciudades”, escribe.
4 junio 1989, Plaza Tiananmen. No sabía yo de esta foto. Se ve muuuucho más que el famoso momento (abajo izquierda) pic.twitter.com/113bcFU9zF
— Puerta de Tannhäuser (@JaviTannhauser) 3 de junio de 2019
Pero lo que había iniciado como un pequeño acto rebelde de estudiantes, desencadenó en una inmensa protesta de varios sectores de la sociedad. Wang Dan tuvo que ocultarse, pero relata que en la televisión veía cómo sus compañeros eran capturados “uno a uno”. A él le tocó su turno, el dos de julio. Lo arrestaron, pues era un objetivo deseado por las autoridades chinas. En 1993 lo liberaron, pero dos años después fue sentenciado a once años de cárcel, por demostrar apoyo a los presos políticos. Nuevamente en 1998 fue liberado y desde entonces vive en Estados Unidos, lejos de su país.
A 30 años de aquel evento, China no ha cambiado mucho, al menos en el aspecto del control absoluto que tiene el Estado en la vida de sus ciudadanos. Dan relata en ese artículo que la vigilancia es absoluta y siguen arrestando a disidentes. Mientras tanto, un día hoy la plaza permanece vigilada. No puede ponerse ni una vela, igual nadie se atreve siquiera.
Fuentes: The New York Times, ABC, The Guardian, BBC Mundo.