Cultura
Esta obra de teatro, interpretada por estudiantes universitarios, refleja los traumas y heridas abiertas de la Nicaragua de los ochenta.
—Y ustedes, ¿están de acuerdo con el Servicio Militar? —pregunta Jorge Vanegas arriba del escenario mientras interpreta a Juan Sobalvarro, un joven recluta del SMP en la Nicaragua de 1984.
—¡Nooooo! —responden al unísono el resto de actores. Todos vestidos con uniforme escolar: camiseta blanca, pantalón azul y zapatos “burrones”.
Pese a la evidente negativa de entregar la vida “por una causa”, más adelante Vanegas dirá un parlamento que no admite réplica:
—¡Dejen de estar de babosos! Si nos agarran nos echan presos, y no sé si es mejor estar preso o prestar Servicio Militar, hombre.
Esta es una escena de la obra de teatro Los Cachorros, una que después de 1983 —año en que decretó obligatoriamente el Servicio Militar Patriótico (SMP)— se repetiría muchas veces entre compañeros de colegio ante el panorama nada alentador de ir a la guerra.
Dolor, juventud y traumas en el Servicio Militar
Huir de las circunstancias, en aquellos años, no era una opción. Había poco margen para la disidencia, cuenta el verdadero Juan Sobalvarro, escritor de Perra vida, el libro de memorias en que se basó la obra de teatro dirigida por la maestra Alicia Pilarte, que está a cargo del grupo de teatro experimental de la Universidad Centroamericana (UCA). Pilarte rescató algunos extractos del libro y también de entrevistas publicadas en el suplemento Domingo del diario La Prensa.
Arriba en el escenario, Vanegas se convierte en Juan. Un joven que reta el discurso heroico del soldado sandinista. Su personaje está deseoso por sobrevivir, aunque de vez en cuando piensa que el destino de los muertos es mejor que el de él mismo en las montañas.
“Juan cuestiona siempre desde el momento en que se lo llevan al Servicio Militar. No quiere que su familia lo vaya a visitar. No está de acuerdo de todo eso (de la guerra)”, dice el joven actor.
Los ochenta fue una época complicada en Nicaragua. El 13 de septiembre de 1983 se aprobó en Nicaragua la Ley del Servicio Militar Patriótico, que exigía enlistarse obligatoriamente al Ejército Popular Sandinista (EPS) en su sangrienta lucha contra los “contrarrevolucionarios”.
“Esto (el teatro) permite sanar heridas”, comenta Pilarte. Heridas que, pese a más de tres décadas, no han sido sanadas del todo. Especialistas e incluso excachorros aseguran que los traumas dejados por la guerra civil en Nicaragua repercuten en el presente, como vestigios de un problema social nunca resuelto. Y a esos, ahora se le suma una rebelión cívica en desarrollo, que estalló el 18 de abril de 2018 y que fue reprimida por el régimen de Daniel Ortega, dejando más de 325 muertos, según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
“Hay jóvenes que lloran dentro de la obra y dicen yo tengo un pariente que estuvo en el Servicio Militar, yo tuve un tío que quedó muy mal y estuvo enfermo mentalmente”, agrega Pilarte.
De hecho, un tío del actor Jorge Vanegas desapareció tras el SMP. Sus familiares nunca dieron con su paradero.
“En la historia de Juan al final él llega a su casa y sorprende a su mamá y a su hermano. Yo recuerdo a mi tío que nunca apareció y solo imagino: ¿Qué tal si él hubiese regresado?, ¿qué hubiese sido de él y de su vida?, y la emoción de la familia también al verlo llegar”, reflexiona Jorge.
Vanegas se valió de sus propias vivencias como un joven de la generación que nació “en tiempos de paz”. Los relatos de esos años han acompañado su vida. «Todo ese tipo de situaciones que se vivía me las fueron contando, pero no de la manera tan cruel como lo leí en el libro Perra vida».
Juan Sobalvarro, el real, no tiene reparos en retratar esa “crueldad” en su obra. Él y su grupo de amigos se convirtieron en cuestión de días en “voluntarios a guevo”, como se titula el primer capítulo de sus memorias. Dejó su casa, su secundaria, su mochila y se internó en las montañas. Fue herido, caminaba hasta que le salían ampollas, vio caer a varios de su pelotón, y decía una y otra vez lleno de amargura la frase que le da el título a su obra.
—¡Perra vida, perra vida!
Sobalvarro la retomó de uno de sus compañeros, que la decía con menos hastío que él, casi como una forma de amenizar las agotadoras jornadas de entrenamiento.
“Aquí se habla mucho de la piñata y todo, pero lo primero que nos piñatearon fueron nuestras vidas”, asegura el escritor nicaragüense a Niú. “Yo en algún momento sentí que Nicaragua era una cárcel para los jóvenes”.
Memorias en escena
Dos géneros se entremezclan en el escenario de Los Cachorros: las memorias y el teatro. Ambos narran el dolor —y el horror— que implicó el Servicio Militar Patriótico en la Nicaragua de 1984. La medida ha sido cuestionada. Para muchos fue una de las peores decisiones que tomaron los sandinistas en el poder.
“Yo pienso que para la gente de mi edad fue una época difícil porque el servicio militar era una ley y te iban a obligar a cumplirla”, cuenta Sobalvarro.
Y para quienes se negaban a hacerlo, estaba el camino de irse del país. Una opción igual de dolorosa y complicada. “Lo que más le critico a la Revolución es que te veían como un objeto de su propiedad”, recalca el escritor.
La directora Alicia Pilarte asegura que en las primeras presentaciones de la obra, en marzo de 2018, asistieron varios excachorros que dijeron sentirse identificados con la puesta en escena.
“Es importante que nosotros hablemos de nuestros hechos, de lo que nos ha pasado. Sobre todo esos hechos tan dolorosos para nosotros los nicaragüenses. No hemos cerrado heridas cuando nos están abriendo otras”, comenta Pilarte.
Una nueva mirada del Servicio Militar en Nicaragua
Semanas después del estreno de Los Cachorros estalló la Rebelión de Abril. Incluso, para el 19 de abril el elenco tenía agendada una función que tuvo que cancelarse por el estallido social en las calles del país. Dichos hechos provocaron que los protagonistas interactuaran con sus personajes con una nueva mirada.
“Cuando vemos la obra de Los Cachorros nosotros nos decimos que no queremos que esto se repita más. Que importante fue no haber repetido la historia, pese a todos los dolores que tenemos, nos mantenemos firmes en ser pacíficos”, asegura Vanegas.
Para Janier Mendoza, el actor que interpreta a un cubano cuya misión es entrenar a los jóvenes soldados, la obra refleja “el ciclo histórico” de violencia que ha vivido Nicaragua.
“Deja un mensaje en los espectadores de cuestionarnos ¿qué vamos a hacer?, ¿qué estamos haciendo?, ¿por qué volvemos a lo mismo?, ¿realmente no conocemos nuestra historia?”, cuestiona el actor.
Por su parte, María Guadalupe, la única actriz en Los Cachorros, asegura que empezó a sentir mejor su personaje tras los hechos de abril, pues pudo conectarse mejor con los hechos.
«Lo más valioso de la obra es el reconocimiento de la historia, de los caídos en los ochenta, y de todo lo que ha pasado ahora, ese reconocimiento histórico que todavía vive y que no hemos sanado», reflexiona la actriz.
Sobre el libro
El 2005 se publicó la primera edición de «Perra vida». Diez años después se presentó una segunda edición bajo la editorial 400 Elefantes. La obra narra la juventud de Juan Sobalvarro, su autor, como recluta del Servicio Militar Patriótico. También es una crítica social a aquella década y a la forma de gobierno sandinista.
«Yo traté de escribir el libro evitando discursos políticos. No era mi afán hacer un discurso sandinista o un discurso contra», asegura el escritor.
Escribir sobre el dolor y el pasado es «un proceso difícil, pero necesario», dice Sobalvarro. «Me desmovilicé en 1986 y desde entonces hasta el 2005 (fecha en que se publicó el libro) pasé recordando todo lo vivido en mi cabeza, hasta que escribí el libro», comenta.
A mediados de 2017, la directora de teatro Alicia Pilarte se contactó con el escritor para utilizar como base de Los Cachorros algunos pasajes y diálogos del libro Perra vida. Para el autor, la obra condensa el espíritu del libro.
Sobalvarro ha escrito otras como ¿Para qué tanto cuento? (2000), Agenda del desempleado (2007), y Unánime (1999).