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Chile, Hong Kong, Irak, Haití, España y Colombia son algunos de los lugares en los que su población salió a las calles. ¿Por qué? En Niú te lo contamos
De Hong Kong a Chile, pasando por el Líbano, Irak, España, Colombia o Haití, las protestas sacuden el mundo, con millones de personas en las calles por diferentes razones, aunque con un denominador común: el descontento social.
La falta de derechos democráticos, la subida de los precios de productos y servicios básicos, las altas tasas de desempleo, el asesinato de líderes sociales o las discrepancias políticas son las principales y diversas motivaciones que han movilizado a las sociedades de medio mundo, en su mayoría sin tener en cuenta el sexo, edad o ideología política.
Estas reivindicaciones cuentan con un amplio respaldo popular en las calles, con multitudinarias marchas pacíficas, pero también con disturbios violentos, toques de queda, declaratorias de estado de emergencia y militarización, que han causado muertos y numerosos heridos, en un momento de gran conciencia social que choca con la escasa sensibilidad de los gobernantes.
La convocatoria de las protestas a través de redes sociales e internet ha resultado fundamental para lograr un éxito de participación que ha servido para mostrar al mundo el descontento global de la sociedad, en la que también ha calado con éxito, en los últimos meses, la lucha contra el cambio climático de los jóvenes en todo el mundo.
Hong Kong, el detonante por la libertad
Los hongkoneses continúan en las calles cuatro meses después de lo que supuso el pistoletazo de salida de este momento de particular desarraigo social en el mundo.
Superada su mecha inicial -una polémica propuesta de ley de extradición ya retirada por el Gobierno-, la protesta ha pasado a convertirse en un movimiento que busca una mejora de los mecanismos democráticos que rigen Hong Kong y una oposición al autoritarismo de Pekín, con decenas de miles de jóvenes en las calles dispuestos a aguantar el tiempo que haga falta.
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Las manifestaciones, que comenzaron siendo pacíficas, han degenerado en enfrentamientos violentos con las fuerzas de seguridad y escenas de caos, con bloqueos de carreteras, lanzamiento de cócteles molotov, cargas policiales o el uso de gases lacrimógenos, mientras las autoridades chinas observan a la excolonia británica.
Chile, desigualdad y descontento
En Chile se ha producido la última revuelta, un país considerado el alumno aventajado de las políticas neoliberales “con éxito” en Latinoamérica. Estabilidad, crecimiento y disciplina fiscal eran tarjetas de visita de un país ejemplar en el entorno convulso del Cono Sur, pero estas cuentas esconden una sociedad muy desigual, con una clase media en el filo y un sistema educativo que no permite el “ascensor social”.
El alza de la tarifa del metro ha sido la gota que ha colmado el vaso. Según la Universidad Diego Portales, Chile cuenta con el noveno transporte público más caro de un total de 56 países de todo el mundo y algunas familias tienen que pagar el 30% de su sueldo mensual para ir al trabajo, por lo que la subida del tiquete era una mecha ardiente.
Pese a todo -el Ejército en las calles, la suspensión del incremento del pasaje, las llamadas al diálogo-, el toque de queda se mantiene en Chile. “Estamos en guerra”, ha dicho el presidente Sebastián Piñera.
El independentismo enciende Cataluña
Las condenas de hasta 13 años de cárcel a nueve líderes independentistas de Cataluña desencadenaron las protestas y un caos en las calles de Barcelona y otras ciudades con escasos precedentes en España, donde las reivindicaciones pacíficas de decenas de miles de catalanes acabaron en manos de unos cientos de violentos.
Más de 600 heridos, la mitad de ellos policías, y unos 200 detenidos es el saldo de una semana en la que las imágenes del centro barcelonés con contenedores ardiendo, lanzamientos de piedras a las fuerzas de seguridad y fuertes cargas policiales contrastan con las largas marchas pacíficas y una huelga general sin incidentes.
Tras varias noches con barricadas y hogueras, la tensión en las calles ha saltado a los políticos, a punto de entrar en campaña electoral para las cuartas elecciones en España en cuatro años, el próximo 10 de noviembre. La falta de entendimiento entre el Gobierno central en funciones y el catalán parece el primer obstáculo a superar para lograr un diálogo que abra la puerta a una solución.
Ecuador, la chispa latinoamericana
Ecuador ha sido la chispa que despertó este octubre las protestas en América Latina, cuando el Gobierno de Lenín Moreno aprobó la eliminación de los subsidios al combustible, que estaban vigentes desde hacía décadas, en respuesta a un acuerdo con el FMI.
Tras doce días de batalla campal en las calles de Quito, con un balance de siete muertos y más de 1340 heridos, la revuelta popular se frenó al derogarse esa polémica medida, que afectaba a cientos de miles de familias campesinas e indígenas.
Ecuador demostró que el descontento de la calle puede frenar el diseño económico de los despachos oficiales, y también lo que los callados indígenas son capaces de lograr cuando se organizan.
Líbano, la revolución del WhatsApp
El detonante de las protestas en el Líbano, aún vigentes, fue el anuncio de las autoridades de aprobar una tasa de 20 centavos de dólar por día a las llamadas de voz por redes sociales como WhatsApp, Facebook o Viber en un intento de aumentar los ingresos de la deteriorada economía del pequeño país mediterráneo, pero las reivindicaciones iban más allá.
«Lo del Whatsapp es la chispa, el desencadenante de todo. Odiamos el sistema basado en la corrupción, el sectarismo, en el estado policial. Literalmente piensan que somos estúpidos. Todos los impuestos que nos imponen cuando no recibimos ningún servicio», resumió Layal, de 23 años y estudiante de Derecho en Beirut, hace unos días.
Las multitudinarias y festivas marchas de los libaneses, que, a pesar de todo, no han renunciado a bloquear el tráfico y quemar neumáticos, han logrado poner de acuerdo a los partidos del Gobierno sobre un paquete de reformas para salir de la crisis y terminar con el descontento popular, tras el ultimátum de 72 horas del primer ministro, Saad Hariri, quien parece haberle dado un giro a su favor a la situación.
Colombia, a las urnas entre el descontento y la violencia
Las protestas colombianas han colapsado en los últimos meses la capital, Bogotá, por cortes estudiantiles, demandas del transporte o movilizaciones sociales.
Sin embargo, la tragedia del país tiene nombre y apellidos: 155 líderes sociales han sido asesinados en los ocho primeros meses de 2019, según el último informe del Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz.
En este contexto, los colombianos acuden a las urnas el próximo domingo para elegir a sus autoridades locales y regionales, tres años después de la firma del Acuerdo de Paz con las FARC, en medio de un alto riesgo de violencia política y fraude electoral. Al cóctel colombiano se añaden cinco grupos armados operativos en el país.
Sin novedad en Haití
El país más pobre de América solo ocupa los noticieros cuando sus calles arden. Y en las últimas semanas ha vuelto a ocurrir. Haití es escenario de protestas diarias contra el actual presidente Jovenel Moise, a raíz de la delicada situación económica y de la crisis política que ha hecho imposible formar un Gobierno desde el pasado marzo.
Moise ha ofrecido diálogo a la oposición, pero la semana pasada le ha abandonado la comisión que formó para entablar conversaciones con los opositores, por discrepancias con el mandatario.
Los incendios y las barricadas han vuelto a las calles de Puerto Príncipe. Como de costumbre.
Irak, la revuelta más violenta
Más de cien muertos y 6000 heridos es el resultado de las protestas en Irak, donde los ciudadanos salieron este mes a las calles de Bagdad y otras localidades para exigir mejores servicios públicos, trabajo y el fin de la corrupción .
En el quinto mayor productor de petróleo del mundo, los iraquíes, principalmente jóvenes, desempleados y funcionarios estatales, se manifestaron convencidos de que la corrupción es la principal causa de que el Estado no pueda ofrecer buenos servicios a pesar de disponer de los recursos provenientes del «oro negro».
La brutalidad de la represión y las enormes restricciones han dejado clara la falta de libertad en un país tristemente acostumbrado a la guerra, donde las autoridades han logrado contener, al menos de momento, el descontento ciudadano con medidas económicas y sociales y la comparecencia ante la justicia de políticos corruptos y miembros de las fuerzas de seguridad que llegaron a disparar con fuego real a los manifestantes.