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“Hola, ¿qué tal? ¿Cómo te has sentido?” empezaba el mensaje de voz que le envié. No me imaginé que su respuesta iba a ser la que fue. Es verdad que el aislamiento, la reclusión, nos obliga a distanciarnos físicamente de las personas. Pero nos acerca en otros sentidos.

“No te conozco mucho, pero me pareces buena persona. Podríamos ser grandes amigas.” Una de las frases que me respondió. Está bien porque en la distancia, en la soledad, se sentía acompañada. “Gracias por pensar en mí”. Que piensen en nosotros y pensar en los demás. Una de las lecciones más hermosas que he aprendido en estos días.

Y el valor de los abrazos, del contacto, de la cercanía. De no olvidar que el mundo es más que la locura del día a día y de nuestros ínfimos problemas individuales. Cuando pase todo esto, me acercaré a su casa a verla. A saber que está bien, y que sepa que yo también. A darle un abrazo y a pasar un rato juntas. Porque de eso también se trata este período de aislamiento, de apreciar lo que tenemos y de añorar lo que nos falta.

*Este texto es parte de la serie CróNicas, publicada en la Revista Niú, a partir de este 16 de marzo, sobre las experiencias y reflexiones de cómo los nicaragüenses en España viven las medidas de confinamiento tomadas por el Gobierno español. Te invitamos leer más testimonios en este enlace.