En pantalla

“Farmageddon”: Invasión extraterrestre… en la granja
Farmageddon

“Farmageddon” es una película ideal para estos momentos: una comedia familiar gentil, un bálsamo sobre la ansiedad.

No se deje engañar por la actitud casual del régimen. Alrededor del mundo, la pandemia del coronavirus está cambiando la vida de todos. La prioridad de reducir la curva de contagio conduce al cierre de comercios no esenciales, incluyendo salas de cine. Confinados en sus casas, los cinéfilos se refugian en el ‘streaming’. En este contexto, “Farmageddon” es una película ideal para estos momentos: una comedia familiar gentil, un bálsamo sobre la ansiedad.

“Farmageddon”
(A Shaun the Sheep Movie: Farmageddon)
Dirección: Will Becher, Richard Phelan
Clasificación: * * * (Buena)
Duración: 1 hora, 26 minutos
*Disponible en Netflix.

Los estudios Aardman pasarán a la historia como creadores de “Wallace & Gromit”. Ahora, se han aliado con Netflix para producir otra aventura de la Oveja Shaun. El personaje secundario del cortometraje “A Close Shave” (Nick Park, 1995) es la inesperada estrella de su propia franquicia. En la sorpresiva “Shaun the Sheep Movie” (Mark Burton, Richard Starzark, 2015), canalizaba el espíritu de los grandes comediantes del cine silente. “Farmageddon…” llega ahora como una secuela que funciona como una historia independiente.

La vida sigue su curso en la granja: el perro Bitzer trata de mantener a las ovejas rebeldes a raya, mientras Shaun, el líder, busca de distracción y comida chatarra. Todo cambia cuando un legítimo platillo volador aterriza en las cercanías. El pueblo se convierte en el vértice de una explosión turística de fanáticos; el granjero construye un parque temático para hacer dinero fácil; y una misteriosa agencia gubernamental llega para investigar el caso. El alienígena que conduce la nave encuentra camino hasta el granero, y entabla amistad con Shaun, quien se ve obligado a ayudarle.

Revelar más detalles de la trama le robaría su encanto a la película. Parte de su poder reside en la manera en que anticipa los riesgos asumidos en un filme taquillero tradicional —¡la humanidad será extinta!—, y luego toma un giro hacia terreno más personal. No es casualidad que el título combine la palabra inglesa para “granja” y “Amageddon”, la palabra de origen griego que define el escenario de una batalla épica entre el bien y el mal. Desde ese punto, la película satiriza la tendencia alarmista del cine taquillero comercial.

Gruñidos, risas y gimoteos han de bastar en Farmageddon

Como su predecesora, la película prescinde de diálogos, convirtiéndose en un virtual filme silente. Gruñidos, risas y gimoteos han de bastar. El alienígena apenas atisba a decir su nombre, por razones que eventualmente se hacen evidentes. La trama se apropia de legendarios arquetipos de la comedia. Shaun es el héroe, anárquico, pero bien intencionado. Su antagonista, el perro Bitzer, es el “straight man”, el “hombre serio” que sirve de contraste al protagonista. El granjero es el tonto inútil, tonto al extremo de ser marginalmente disfuncional. El villano se asigna a la agente comandando el operativo de espionaje. Sin embargo, el espíritu generoso de la película le concede motivación a su celo profesional, y eventualmente, redención. Si alguien se roba la película, son los agentes vestidos en trajes protectores de color amarillo, una especie de ejército de payasos —asegúrese de ver los créditos finales, donde bailan como coristas en los márgenes de los títulos—.

Como todas las producciones de Aardman, la película hace gala de un diseño de producción hermoso y rico en detalles. Es como ver el mundo con ojos nuevos, reconstruido con cartón, papel, plástico y plastilina —e inevitablemente, pixeles de computadora—. Los amantes de la ciencia ficción se congratularán de identificar guiños que invocan clásicos del género, provenientes del cine y la televisión: 2001: A Space Oddisey” (Stanley Kubrick, 1968), las series de TV “The X-Files” y “Dr. Who” —¡con un cameo de Tom Baker y los Dalek!—. Hay tantas referencias a Steven Spielberg, que debería figurar como coguionista: “Close Encounters of the Third Kind” (1977), “E.T.” (1982) y “Jaws” (1975) también —sí, eso no tiene sentido temático, pero da para un chiste simpático—.

Si de algo puedo quejarme, es que el brillo del descubrimiento se ha opacado un poco. Quizás hace falta el toque de Nick Park, quien ahora figura como uno de muchos productores. O quizás, esto es el efecto natural de crear una escuela. No solo Aardman está cediendo espacio a nuevos cineastas. También su compromiso con un estilo de animación física y táctil encuentra eco en otras productoras, como la norteamericana Laika Studios —su más reciente trabajo fue la nominada al Óscar “Missing Link” (Chris Buttler, 2019)—. Igual, en estos momentos, el refugio que “Farmageddon” ofrece, solo puede agradecerse.