En pantalla
En “Dick Johnson is Dead”, la directora se introduce aún más en el territorio de lo personal, a la vez que juega con la maleabilidad del género.
Kirsten Johnson tiene décadas trabajando como camarógrafa de documentales, registrando imágenes para películas de nombres tan conocidos como Michael Moore (Fahrenheit 9/11) y Laura Poitras (Citizenfour). Recientemente, tomó las riendas de la dirección para “Cameraperson” (2016), una hermosa exploración sobre su propia labor. Reconociéndose como una especie de testigo mudo de la historia, construyó un mosaico de imágenes descartadas que ha recolectado a lo largo de los años. Es una película hermosa, y quisiera decirles que es fácilmente disponible para el público nicaragüense, pero no es ese el caso. Afortunadamente, su segundo largometraje fue adquirido por Netflix para distribución global. Hoy en día, es la única manera en que el público de países como el nuestro tenga acceso a cine alternativo.
En “Dick Johnson is Dead”, la directora se introduce aún más en el territorio de lo personal, a la vez que juega con la maleabilidad del género. El nombre mencionado en el título es su padre, un simpático psiquiatra viudo, enfrentando con sentido del humor los embates de la vejez. A pesar del tiempo gramatical del título, no está muerto. Al menos, no todavía. Pero su hija ha concebido una extraña idea para lidiar con el miedo a su incipiente partida: filmar exageradas dramatizaciones de su muerte. Las estampas van desde lo banal —un tropezón en una escalera— hasta la exageración cómica —un aire acondicionado que cae desde el cielo—. A la par de este proceso, Johnson registra la vida cotidiana.
Johnson edita su película de tal manera que el proceso de creación de los elementos ficticios es parte del todo, desactivando su artificialidad. La fabricación es parte del tejido narrativo, a la vez que permiten visualizar miedos primarios, o incluso, creencias religiosas. En una escena recurrente, Johnson imagina la entrada de su padre al paraíso, donde milagrosamente sana sus pies —una deformación congénita es corregida por el poder del cine—. Jesús mira con desaprobación cómo nadie respeta el edicto de no bailar en el cielo. Entre las celebridades que esperan a Dick para cenar en una mesa de gala están Frida Kahlo, Sigmund Freud y su propia esposa, Katie Jo. O más bien, una actriz con el rostro cubierto con una foto gigante de su rostro.
Por admisión propia, Johnson está corrigiendo una omisión que pesa sobre su conciencia. Su madre falleció años atrás, y ella no la grabó en vida, antes de que el Alzheimer la extinguiera. En uno de los momentos más duros de la película, comparte las pocas imágenes que tiene. La enfermedad la ha hecho silente y taciturna. No sabe quién es, ni quién es su hija —ya en “Cameraperson” había mostrado algunos minutos de la visita que hicieran a su hogar de infancia—. Con “Dick Johnson is Dead”, consigna a su padre para la inmortalidad, antes de que la enfermedad lo despoje de su esencia. En un cruel giro del destino, recibe el mismo diagnóstico que su esposa.
A pesar de la especificidad del ejercicio autobiográfico, Johnson sabe que la mortalidad es una experiencia que nos une, y abre su película generosamente a otras voces. Un “doble” contratado para las escenas mortales comparte su visión del fin; así como el encargado de mudanzas que ayudará a desmontar la oficina de Dick. Cuando su memoria empieza a fallar, debe cerrar su práctica médica. Vende la casa familiar en Seattle y se pasa a vivir al otro lado del país, al pequeño apartamento de su hija cineasta en Nueva York. La película es una genuina montaña rusa de emociones, su humor tragicómico se siente ligero, hasta que te deja caer en un pozo de profunda tristeza. Pero si algo aprendemos, es que la única medida de victoria frente a la muerte reside en encararla, reconocerla, y reírse de ella. Y si puedes, procura un registro de la gente que amas. La última muerte está en el olvido.
Las comparaciones son odiosas, pero es instructivo ver esta película a la luz de tantas producciones de Netflix que operan como reportajes de TV en esteroides, con un desfile incesante de cabezas parlantes y dramatizaciones desinspiradas —te estoy viendo a vos, “El Dilema Social”—. “Dick Johnson is Dead” es un hermoso ejemplo de cuán creativo y conmovedor puede ser el género, tanto o más que la ficción. Esta es una de las mejores películas que verá en 2020.
“Descansa en Paz, Dick Johnson”
(Dick Johnson is Dead)
Dirección: Kirsten Johnson
Duración: 1 hora, 30 minutos
Clasificación: * * * * (Muy Buena)
*Disponible en Netflix