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La alegría llega al patio del Hospital José Dolores Fletes de Managua, cuando de la mano de voluntarios los pacientes salen de su rutina de aislamiento
Un grupo de estudiantes de secundaria tomó la iniciativa desde 2011, de visitar cada mes a los pacientes del Hospital Psicosocial José Dolores Fletes, de Managua. Cada vez que llegan al centro, como esta calurosa mañana de sábado, los pacientes los saludan como viejos amigos. Para ellos es un encuentro emocionante que rompe con la rutina de su aislamiento.
En un pequeño patio del hospital, techado, pero con piso de tierra y pupitres rotos donde los pacientes se sentaban, los muchachos se movían de un lado otro, para atender con ternura a cada interno que les enseñaba, con los ojos brillantes, el dibujo que acababa de hacer. Los jóvenes les ayudaban a pintar o les leían periódicos, ofreciéndoles una ventana al mundo externo del que están desconectados.
Los jóvenes detrás de este peculiar proyecto son los voluntarios del Movimiento Ventana, una iniciativa desarrollada de manera independiente por estudiantes del Colegio Teresiano. Impactados por las condiciones de vida de los pacientes, decidieron reunirse para tratar de mejorarlas y ayudar a combatir el estigma relacionado a las enfermedades mentales. “Son un problema por el cual el Estado no se interesa; no hay políticas de salud mental”, explicó Andrea Deleo, una fundadora del movimiento, mientras coordinaba las dinámicas que realizan los voluntarios al principio de cada encuentro.
“Lo más hermoso de esto es la espontaneidad. Todos somos chavalos. Se nota que somos nosotros los que armamos esto y lo vamos a seguir armando”, dijo Bruno Zegarra, otro voluntario. “He aprendido a tener la mente abierta, porque la sociedad tiene bastantes prejuicios”, agregó.
Zegarra contó la historia de una señora que al inicio del voluntariado lloraba al recordar el día en que su familia la abandonó y la recluyó en este centro asistencial. Pero, a medida que pasaron los meses, ella decidió ‘adoptarlo’ como su nieto. “Dejó de llorar y me espera mes a mes. Siempre vengo por ella. Te das cuenta de cuánto podés ayudar simplemente llegando o estando ahí”, dijo Zegarra.
Que los pacientes los recuerden y ansíen su llegada es una gran motivación para los jóvenes. Esto los hace seguir adelante con el movimiento. “Son atentos, cordiales y divertidos. ¡Nos traen una gran alegría!”, gritó de pie sobre un pupitre María Auxiliadora, una paciente a la que varios de los muchachos llaman “abuelita”.
Los retos del voluntariado
Mientras algunos jóvenes jugaban cariñosos con ellos o los escuchaban con dulzura, unos pacientes se emocionaban por ser oídos y otros preguntaban ansiosos cuándo comenzaría el baile. Los muchachos cumplieron con la demanda: de la pequeña radio salió la música y un grupo de señoras inició su danza.
“Nosotros le decimos a la gente que no pueden hablar de los ‘locos peligrosísimos del kilómetro 5’ si nunca han ido; que nos acompañen, que vamos a ir con guitarra, donaciones y comida, que se van a enamorar de la experiencia”, dijo Cristiana Castellón, otra miembro fundadora de Ventana. En cada encuentro hay personal médico y los pacientes son observados durante la semana para verificar su disponibilidad y estabilidad para participar del evento.
Pero para los jóvenes de Ventana no fue fácil iniciar el proyecto. Explicaron que ha sido complicado que la gente los tome en serio como movimiento, dado que no hay ningún adulto de por medio. Sin embargo, han salido adelante con sus propios recursos, hacen colectas de dinero y reciben donaciones de productos para aseo personal y comida. Castellón aseveró que no se requiere de grandes cantidades de dinero para lograr un cambio. “Si tenés la voluntad lo podes hacer, aunque suene súper cliché, lo tenemos comprobadísimo”, dijo. “Es algo muy humano, muy rico y muy íntimo. Es un amor que nos llena”, agregó.
El movimiento ha ido creciendo con el tiempo. El grupo se ha formado de voluntarios que han convocado a sus amigos y conocidos. Usan las redes sociales para llamar la atención de la gente para que se unan a la iniciativa. “En este momento llegan muchachos que no conocemos, que leen un mensaje o algún suplemento o nos ven en las redes sociales”, explicó.
La música se detiene en la pequeña radio del patio. Los voluntarios llaman a los pacientes a comer y poco a poco se forma una fila. Cada uno recibe su plato de comida y un refresco. El patio se convierte en un comedor improvisado donde los muchachos le ayudan a comer a los que no pueden. Este es uno de los momentos más íntimos de la jornada, pero también el final. Los pacientes regresarán a su rutina de aislamiento hasta el próximo sábado, cuando Ventana volverá con su música, sus risas, sus juegos.
Guillermo Gosebruch, especialista en psiquiatría y director del Departamento de Ciencias Clínicas de la UNAN-Managua, explicó que las enfermedades mentales generan temor ante la población por la falta de información sobre estos trastornos, e incluso muchas personas piensan que son contagiosas y excluyen de la sociedad a los que las padecen.
“Pensamos que las personas con enfermedades mentales son violentas, porque muchas veces eso es lo que más se cubre. Esto tiene que ver con patrones que están asociados a nuestra cultura y que los medios reproducen”, explicó Gosebruch. “Sin embargo, es la minoría de los pacientes la que comete actos violentos, y nunca reportamos sobre los que logran reincorporarse a la sociedad”.
Estas percepciones erróneas no son fáciles de desmontar, agregó. “Es ahí donde iniciativas como Ventana contribuyen a lograr ese cambio social que todos queremos” dijo. “Muchos de mis estudiantes que son parte de Ventana dicen que esa experiencia les ha ayudado a cambiar su visión, les recuerda que son personas”, explicó. “El hecho de que haya grupos juveniles decididos a visitar el hospital y a estar acompañando a los pacientes, sensibiliza a la población, y eso es una cosa tremendamente importante, porque el cambio empieza por ahí”, concluyó.