En pantalla
“Aliados” es un delicioso ejercicio de nostalgia. Corra a verlo en el cine. Es demasiado bueno para durar mucho en cartelera
“Aliados”
(Allied)
Dirección: Robert Zemeckis
Duración: 2 horas, 4 minutos
Clasificación: * * * * (Muy Buena)
Imagínese que Rick e Ilsa, los legendarios amantes “Casablanca”, son asesinos entrenados para ejecutar misiones secretas. Esa es la premisa de “Aliados”, la nueva película de Robert Zemeckis, que rinde homenaje a los arrebatadores romances del Hollywood de antaño.
En el fragor de la II Guerra Mundial, Max Vatan (Brad Pitt) es un canadiense trabajando para la inteligencia británica, enviado al norte de África para ejecutar al embajador del Tercer Reich. En plena ocupación alemana de Francia, todas las colonias francesas han pasado al control fascista. Max debe trabajar con Marianne Beauséjour (Marion Cotillard), veterana combatiente de la resistencia. Ambos se hacen pasar por esposos para insinuarse en el mundillo diplomático de Casablanca, y ganar acceso a una recepción oficial donde podrán cumplir su plan. La simulación sucumbe ante la realidad, y se enamoran de verdad.
La primera mitad de la película cubre esta aventura, apoyada en la combustible química de las estrellas. La pareja conjura convincentemente la tensión que puede convertirse en atracción. Es fácil ver por qué la prensa rosa levantó un dedo acusador contra la actriz francesa cuando el matrimonio de Pitt con Angelina Jolie terminó en divorcio. En la pantalla, Cotillard y Pitt conectan arrastrados por un magnetismo poderoso. Sin embargo, el cortejo está embebido en la pesadumbre de la guerra. Marianne, en particular, proyecta el fatalismo del soldado que sabe que puede morir en cualquier momento. Hay un sentido de urgencia en cada una de sus manifestaciones de afecto.
La relación se consuma en la víspera del atentado, dentro de un carro, en medio de una tormenta de arena que los azota simbólicamente. La cámara gira 360 grados alrededor de los amantes. El cliché visual es matizado por los obstáculos que impone el escenario. La tecnología digital le permite “sacar” la cámara a través del vidrio, alejándose, sin cortes, para que nuestra vista aprecie la pequeñez del vehículo en medio de la furia de los elementos.
La estampa destila el peso que tiene ese ejercicio de intimidad en medio de la historia mayor de la guerra. Zemeckis es un maestro de la visualización, y saca el mejor partido de sus imágenes. Tome nota de cómo introduce a Pitt al inicio de la película, cayendo en paracaídas, silenciosamente, en medio del desierto. La cámara no se mueve, mientras su cuerpo cae, en eje vertical, cruzando la pantalla. Es una entrada digna de Chaplin y Keaton, que tiñe con tono picaresco todo lo que viene.
La acción se traslada a Londres, donde un inesperado giro de la trama lo cambia todo (si quiere preservar la sorpresa, deje de leer ya, aunque ya fue revelada en las escenas promocionales). Max y Marianne se casan, y juntos procrean una niña que nace bajo un épico bombardeo del Blitz. El idilio se rompe cuando los superiores de Max sospechan que Marianne le pasa información a los alemanes. Según el protocolo, a él le toca confirmar el asunto y ejecutarla. De no hacerlo, él mismo sería acusado de traición y ejecutado. Con su ayuda, le tienden una trampa. En 72 horas descubrirán la verdad.
Pareciera que de un plumazo, el romance arrollador se convierte en una pieza de suspenso digna de Hitchcock, pero las semillas de la duplicidad siempre han estado ahí. Aún como agentes del bien, Max y Marianne tienen que ocultar su verdadera identidad. Ni siquiera cuando se enamoraron podían estar seguros de quién era realmente el objeto de su afecto. Esto hace plausible el cambio de registro. El guión de Steven Knight filtra estos temas a través de la acción. En una carrera contra reloj, Pitt trata de probar la inocencia de su esposa. Si la primera parte se enfoca en Cotillard, la segunda depende de la actuación de Pitt, quien se revela como un virtuoso de la desesperación férreamente contenida.
Apoyado en valores de producción de primera categoría, Zemeckis recrea el Londres de la posguerra como una especie de fiesta al borde de la tumba. Los bombardeos muestran el choque de lo cotidiano con lo mortalmente extraordinario. En esta realidad, bien puede ser que tu esposa devota sea una agente del enemigo. La conclusión le hace honor a sus referentes. “Aliados” es un delicioso ejercicio de nostalgia. Corra a verlo en el cine. Es demasiado bueno para durar mucho en cartelera.