Música
“Me enamoré de alguien por quien hubiese dado la vida”, dijo la cantante sobre su marido. El relato simplista de los medios, que la redujeron a una yonki, pasa por alto el peso de la dependencia emocional en su autodestrucción
Cuando Amy murió yo apenas había escuchado su música. Conocía de pasada sus grandes éxitos, pero no les prestaba demasiada atención. Fue después, tras varios años de su muerte que su música, sus letras, su vida se cruzaron conmigo de una manera visceral. Sus últimas imágenes en un concierto en Belgrado, abucheada por el público y su imagen frágil y desoladora me llegaron a lo más profundo. Fue cuando vi el documental dirigido por Asif Kapadia en el que habla sobre la vida de la cantante cuando conecté definitivamente con ella. Amy había sufrido de amor romántico, como una grave enfermedad que puede llevarte a la muerte. Esa misma enfermedad que sufrí yo.
Amy Jade Winehouse, una joven hebrea nacida en 1983 en un suburbio de Londres, perteneció a la generación conocida como “los hijos de Thatcher”, tocada y hundida por altas tasas de desempleo, precariedad, exclusión social, delincuencia y drogas.
La ausencia de figura paterna —Mitch Winehouse, infiel a su mujer durante años— marcó su infancia. “Mi madre tuvo que hacerse cargo, mi padre no estaba para las cosas importantes como reñirnos”. Desarrolló una especie de complejo de Edipo y una relación de dependencia hacia la figura paterna, a la autoridad paterna, la autoridad masculina. Mientras tanto, de su madre decía: “Eres tan blanda conmigo… deberías ser más dura. No era lo suficientemente fuerte para decir: PARA”. Su madre entonces debía ser la severa, la responsable de su educación, mientras su padre estaba fuera. “Fui un cobarde”, llegó a reconocer éste tras su muerte.
Amy empezó a cantar desde muy pequeña. Más tarde, su amigo y manager, Nick Shymansky, comenzó a darle a conocer. Pronto, las grandes discográficas aparecieron como buitres para hacer caja con la chica traviesa, dulce, irónica, auténtica e inteligente. Cuanto más subía en la lista de temas más escuchados y vendidos, más subía su fama, y más su soledad e inseguridad que paliaba con alcohol. La prensa la acosaba diariamente y se lucraba vendiendo portadas de sus “miserias”. Tras su primer disco, Frank, la presionaban constantemente para que hiciera más temas. “Dejadme en paz y haré música”, les decía. Cuando el nivel de adicción de Amy se hizo preocupante, su amigo y manager Nick le propuso ir a una clínica. “No quiero hablar de ello, iré si mi padre me lo pide”.
Lo que decía su padre “iba a misa” y su padre entonces consideró que ella estaba bien y no necesitaba ayuda profesional. Él mismo dijo en su momento: “Les dije a los managers, no tiene que desintoxicarse, está bien”. De ahí surge el tema Rehab -rehabilitación- éxito mundial en ventas y puesto número 194 de “las 500 mejores canciones de todos los tiempos”. Rehab la catapultó a la fama mundial, esa misma fama que más tarde ayudaría a destruirla.
El amor romántico en sus temas
Otro de sus temas, Stronger Than Me, es demoledor y sintetiza la idea del amor romántico, de la dependencia emocional hacia el hombre que debe protegerla y cuidarla. En este caso habla de un novio que tuvo, mayor que ella. “Deberías ser más fuerte que yo, has estado aquí 7 años más que yo / Se supone que tú eres el hombre… Todo lo que necesito es que mi hombre cumpla su rol”. Aparece la figura ausente del padre cuidador y protector, así como el de la mujer sumisa que necesita de su aprobación y cuidados para sentirse completa. La idea del reparto de roles que se presupone del amor romántico y en el patriarcado es más que evidente en temas como éste.
El amor romántico aparece en sus letras como parte de un sufrimiento continuo asociado a la idea de amor y al final dramático y con un “destino resignado” como canta en Love is a losing game: “El amor es una partida perdida, más de lo que podría soportar, el amor es una partida perdida”.
La imagen distorsionada y de baja estima de sí misma también asoma en la oscuridad de sus letras, como en You know I’m no good:
Me engaño a mí misma / Como sabía que lo iba a hacer / Ya te lo dije, era problemática / Sabes que no soy buena.
Cuando se fue a vivir a Candem conoció a Blake Fielder-Civil, con el que se casó en 2007. Desde entonces fueron inseparables. Amy sólo tenía ojos para él. Ella misma llegó a decir “me enamoré de alguien por quien hubiese dado la vida y eso es como una droga”.
“Blake era el amor de su vida, y al mismo mantenían una relación amor-odio”, según cuenta un amigo íntimo de la cantante, Sam Shaker. Este mismo amigo se pregunta en el documental Amy, the girl behind the name si es necesario tener un tipo de relación tan truculenta para poder escribir canciones que le llevaron a lo más alto de la industria. Para entonces ella ya se había iniciado en la heroína y al crack y eso, unido a la persecución constante de la prensa, más la relación con Blake, la hirieron profundamente. “Ella se merecía un hombre mejor y decente”, lamenta Sam Shaker. “Del amor al odio hay un paso”, “los que se pelean se desean” y ese tipo de lugares comunes que escuchamos desde pequeñas ligadas a la idea del odio entendido como romántico y como prueba de amor no ayudan a crear relaciones basadas en la igualdad y la ética en el amor.
Era una pareja autodestructiva alimentada por las drogas y el descontrol. En uno de sus desmadres habituales, Blake se cortó con una botella rota y ella hizo lo mismo: “Haré lo que tú hagas”, dijo. Después de ello aseguró que el amor la estaba matando y que tenía que consumir tanta droga como él para mantenerle a su lado. El mismo Blake llegó a decir que se amaban de una manera codependiente e insana. “Nuestro amor romántico es una mezcla potente de sufrimiento masoquista, sadismo gozoso, luchas de poder, promesas de abundancia y felicidad, éxtasis de vida y de muerte”, cuenta la feminista y escritora Coral Herrera Gómez.
Siempre aparece la idea de la mujer incompleta, vacía, frágil y dependiente de un hombre, que se puede pasar horas y días en una cama si su marido no vuelve. En una de sus rupturas en las que él volvió con una ex novia suya, según la propia Amy le veía en casa por todas partes. “Todo me recordaba a él. Veía manchas de sangre en la pared de sus manos y en realidad era de mis propios puños”. La adicción al amor por parte de Amy y su dependencia emocional hacia él que roza el masoquismo supliendo la figura ausente del padre le llevan a la recta final hacia su autodestrucción.
“Tú vete con ella, y yo volveré al negro”, escribió en Back to Black, probablemente su mejor tema. Se trataba en realidad de un juego de palabras: al luto, a colocarse. Ella sufre, él no. Sin embargo, ella emerge en los escenarios con una aparente fortaleza y una voz brutal y desgarradora, otro look y su moño colmena imitando los años 50, que cada vez estaba más alto a medida que ella más sufría.
En las sociedades occidentales la vinculación entre amor y matrimonio es un ideal que se institucionaliza.‘Mi marido es todo para mí. Sin él, no es lo mismo. Si mi marido es feliz, yo también’, dijo Amy en múltiples ocasiones. Una vez más, aparece la idea del amor al marido por encima de todo lo demás. Al mes de conocer a Blake, Amy se tatuó su nombre junto al corazón. Según el padre de Amy, fue él quien la enganchó a las drogas duras, como la heroína o el crack;, lo que sí es cierto es la influencia y el poder que tenía él en la cantante. Cuando ella tuvo una sobredosis y estaba en un centro de desintoxicación, Blake le pasó heroína a escondidas en la habitación en la que estaba ingresada.
Se dedicó a la música y en múltiples ocasiones dijo que era lo que le hacía feliz, y eso parecía, pero lo cierto es que sobre Blake llegó a decir: “Yo sólo quiero cuidar de ti”. Y en otro momento explicó: “No quiero ser malagradecida; sé que tengo talento, pero no llegué al mundo a cantar. Llegué para ser esposa y madre y cuidar de mi familia. Amo lo que hago, pero mi profesión no es en donde empiezan y terminan las cosas”.
La ausencia de ambas figuras paterna y materna incluso cuando ella ya padecía bulimia siendo casi una niña pudieron ser cruciales para su manera de entender las relaciones. Por su parte, ella parecía feliz con el divorcio de sus padres: “Ahora puedo hacer lo que quiera, estar tirada en casa todo el día con mi novio”. A los 14 dejó los estudios y empezaron los antidepresivos: “Me sentía rara, entonces yo lo expresaba cantando y tocando. Escribía y tocaba porque estaba mal de la cabeza”.
Sin Blake. ¿Esperanza?
Cuando Blake y Amy vuelven a estar juntos tras el éxito mundial de Back To Black, arrestan a éste por tráfico y posesión de drogas. Llega de nuevo la separación y Amy entra en un espiral de autodestrucción aún más precipitada. Se puso de manifiesto que, literalmente, ella no podía vivir sin él.
Este es uno de los poemas que escribió a Blake en un período en el que estuvieron separados:
El hombre dijo: “¿Por qué piensas que estás aquí?’/ Le dije: ‘No tengo ni idea / Voy a perder a mi niño ’/ Así que siempre mantengo cerca una botella”.
Fue entonces cuando empezó una dura gira de conciertos en las que llegaba tarde y borracha, abucheada por público y crítica. Diarios sensacionalistas como The Sun abrían portadas con imágenes lamentables de Winehouse, fumando crack, destrozada, cada vez más frágil, deprimida y delgada. El morbo del dolor de Amy vendía y ella estaba completamente marginada y sola.
Después, llegan cinco premios Grammys y vuelve a levantarse tras una cura de desintoxicación. Empieza una buena racha y deja de visitar a Blake a la cárcel. Amy se refugió entonces en una isla caribeña donde había celebrado su luna de miel con su todavía marido. Su amigo y periodista Greg Gobere llegó a decir de Amy y Blake que eran como Romeo y Julieta, y parecía bastante normal que ella aceptara que la relación era negativa porque “para ella eran como dos amantes contrariados por las estrellas y no iban a estar juntos nunca más”.
Volvió del Caribe a su barrio de Camden en Londres, alejada de las drogas, pero aún consumiendo alcohol, mientras Blake ya había pedido el divorcio.
Pareció encauzar entonces su vida, ahora ya con un nuevo amante, mucho más calmada a pesar de aparecer llorando y perdida en un concierto que dio obligada en Belgrado, cantando letras que ya formaban parte del pasado y de su dependencia hacia su exmarido y esa oscuridad de Back To Black y Rehab.
Back To Black…
Los últimos conciertos de Amy Winehouse fueron por obligación. Tenía un contrato firmado con la discográfica, y la figura de su padre, una vez más, fue determinante para un desenlace fatal. Volvió a hacer lo que su padre ordenó, hizo la gira, mostrando una imagen lamentable de sí misma, destruida, abucheada por el público y la crítica. Era una muñeca rota, con el moño colmena que le caracterizaba cada vez más alto. Back to Black no fue sólo uno de sus mejores temas, sino una profecía autocumplida para esta chica de clase media baja, con una inteligencia y sensibilidad descomunales.
Días después de la gira fue hallada muerta en su piso en Candem. La cantante murió a los 27 años, el 23 de julio de 2011, debido a una intoxicación por alcohol. Muchos han dicho que era una yonki. Yo creo que Amy murió por amor, Amy murió por amor romántico, dependencia emocional y la presión a la que fue sometida durante años y de la que su propio padre se lucró. Amy murió por amor a su marido, por el que hubiera dado la vida.
“Amy tenía una adicción, pero no sólo a las drogas, sino a su amor por Blake. Todo el mundo piensa que fue el alcohol lo que la mató —pero no fue así—, fue el amor lo que puso su vida en la cuerda floja”, llegó a decir Nick Shymansky, su amigo del alma.
Este artículo fue publicado originalmente en Píkara Magazine y ha sido re publicado en Niú bajo licencia Creative Commons