Y es el inicio: terrorismo fiscal confiscatorio; cadena perpetua para los que el régimen crea que le «odian»; estrangulamiento organizacional para todos los adversos; pérdida de derechos y hasta de nacionalidad por razones de «seguridad del Estado)”; pérdida de derechos constitucionales, ciudadanos y humanos a discreción del partido político en el poder; negación del derecho a elegir y ser electo; desconocimiento del derecho a participar en la formulación y control de las políticas públicas, etc.
La verdad es que como parte de esa estrategia y frente a lo que viene en 2021, la dictadura militar sandinista (la que muchos tratan de ocultar y minimizar llamándola simplemente «orteguista»), en esta fase, ya está generando y ajustando el marco jurídico y político que le permita legitimar interna e internacionalmente, su “razón de Estado” o filosofía represiva.
El Estado sandinista, de facto, asesina, secuestra, persigue, confisca, golpea, hiere, aterroriza a quienes le muestran la mínima aversión (el “vamos con todo” que aplica furiosamente desde abril 2018). Ahora se trata de hacer que esa política represiva “de facto”, se presente como razón de Estado, como legítima y legal. El Estado de derecho se anula. Los derechos humanos son sometidos a una discrecionalidad local, no son ni serán principios universales. El poder se centraliza aún más. Lo militar domina sobre lo civil. Lo nacional sobre el derecho internacional. El arma apunta y dispara al pueblo. Se institucionaliza el Estado de terror. El terrorismo se desnuda como la ideología del Estado. La dictadura se institucionaliza. La república desaparece.
Esa fase de institucionalización del Estado terrorista, o sea, el Estado sandinista, le va a facultar para decidir en este 2020, si habrá elecciones o no las habrá en 2021, sea sin reformas electorales, o con reformas cosméticas que algunas fuerzas y personajes (Alianza Cívica, CxL, Kitty Monterrey, Mario Arana, Juan Chamorro), apelando al pragmatismo, dicen estar dispuestas a aceptar, porque “peor es nada”.
Por eso, analistas y políticos de esas tres organizaciones que no hacen ni una (Alianza, UNAB, Coalición), siguen felicitándose otra vez, como los ratoncitos del cuento, que ya tienen el cascabel de reformas electorales que les permitirá oír por donde viene el gato, aunque no sepan cómo ponérselo.
Por eso no quieren ni mencionar que el régimen ya está implementando sus propias reformas electorales, que estamos viviendo la institucionalización de un Estado DE TERROR.
Son los que le abren las venas a la república para que se desangre en la bañera electorera de la dictadura. Las repúblicas también mueren.