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Puntadas para la memoria
bordado
El camisón fue bordado durante dos meses. En la imagen está Matilde, mi abuela materna. | Cortesía

El bordado es un acto meditativo que provoca alivio en quien lo practica. Mi experiencia bordando sobre el camisón que usó mi abuela materna en sus últimos meses de vida

     

Hilvanar, meter la aguja en la tela y pasar el hilo. Cuidar la puntada y la forma. Cuidarse.

El camisón tiene bordado un árbol con ocho ramas. Una por cada hijo e hija de mi abuela materna. Cuatro por los que ya no están. Otras cuatro por las que aún viven. Una flor para cada uno/a.

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El bordado es un acto meditativo que provoca alivio en quien lo practica. Tiene razón Alisson. Bordando cada flor pude platicar conmigo, soportar el silencio sin perturbarme, preguntarme qué estaba pasando, por qué la colitis, de qué vino el dolor de espalda, a qué se debió el sonambulismo de anoche, la angustia de hace unas semanas, la ansiedad de hace un año.

Bordando se pasa el tiempo. Las horas transcurren entre una puntada maltrecha y otra mejorada. Entre un pinchazo en el dedo que sostiene la tela y el dolor en el brazo.

Se pueden bordar úteros y flores. O versos de Martínez Rivas que nadie podrá leer porque las palabras están mal bordadas, feas, ilegibles. Se pueden bordar fotos y conectarse con los familiares muertos. Admirarlos, recordarlos, homenajearlos. Se pueden bordar líneas que no quedarán rectas o intentar con técnicas japonesas. Puede que todo quede feo, pero el día terminará sosegado. Con alivio. Quizás no sea necesario escuchar ninguna meditación. La mente estará en paz.

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El camisón salió de su closet para ser parte del mío. Pasó de una mochila a otra, de una silla a una mesa, de estar encima de la computadora a la cama, de regresar a León para volver a Managua. En algún momento tuvo muchos hoyos, pero aprendí a cerrárselos.

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Los colores de las flores no han sido escogidos al azar. El amarillo para mi tía Mirna y el lila para mi mamá. Una flor morada, otra celeste y una mostaza para mis tíos Fili, René y Carlos. Colores chillantes para mi tía Milena y mi tía Ligia. Más grande la de mi tía Alma: ¿Por qué la hice tan grande? Seguro por su grandeza.

Hacerle hoyos a las fotos ha sido una proeza. Meterle la aguja, pasarle el hilo, unirla, socarla a la tela. Parece una forma de tenerlos cerca.

El camisón está ajado. Está siendo expuesto en una galería. ¿Qué diría ella de su camisón ahora transformado?


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