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¿Cómo viajan los mosquitos? La respuesta está en el viento
Cómo viajan los mosquitos
Foto: Agencias | Niú

Impulsados por los vientos dominantes, millones de mosquitos potencialmente mortíferos viajan miles de kilómetros por África para beneficiarse de la humedad que permite la supervivencia de sus larvas.

     

Terminó el verano y con él la temporada óptima para los mosquitos hembra. Durante estos meses, además de gozar de un tiempo favorable, encuentran su paraíso en la abundancia de piel desnuda que exhibimos sus víctimas preferidas cuando el calor aprieta.

¿Qué hacen los mosquitos cuando las bajas temperaturas les complican la vida? Mientras que los machos mueren antes de que llegue el frío debido a su vida efímera, las hembras entran en “diapausa”, una modalidad de hibernación durante la cual los insectos ralentizan su metabolismo para poder sobrevivir varios meses a las bajas temperaturas escondidos en un tronco o enterrados en el suelo.

Algunos mosquitos hacen diapausa como huevos, otros como larvas y otros como adultos. El proceso induce cambios de comportamiento que incluyen endofilia (entrar en los edificios), cambios en las preferencias alimentarias (libar néctar o savia en lugar de sangre) y cambios en el comportamiento de la puesta.

En nuestras latitudes no encontrará mosquitos volando en un gélido día invernal, pero tenga la seguridad de que están por ahí, esperando. Lo hacen como huevos en los bebederos para pájaros, como adultos en los sótanos o como larvas en las húmedas oquedades de los árboles.

En cualquiera de estos casos, cuando las temperaturas aumentan, las hembras vuelven a salir ávidas de sangre calentita. Por eso, cada verano reaparecen viejos conocidos, como los mosquitos trompeteros de los géneros Anopheles y Culex, algunos de los cuales, además de molestos, son transmisores del temible virus del Nilo, que este verano ha causado varios fallecimientos en los pueblos ribereños del Guadiana y Guadalquivir.

Además de esos mosquitos que nos resultan familiares, cada vez es más frecuente que aparezcan nuevas especies invasoras. Este verano presentó sus credenciales Aedes japonicus, pariente del temible mosquito tigre, Aedes albopictus, cuya proliferación desde que se detectó por primera vez en España en 2004 ha sido tal que los expertos han desarrollado una aplicación para seguir su imparable expansión a velocidad de crucero por nuestro país.

¿De dónde vienen los invasores?

Para explicar la expansión de los mosquitos invasores se han formulado múltiples hipótesis. Algunas de ellas son pintorescas y todas se basan en la idea de que los mosquitos tienen un alcance limitado: vuelan cerca del suelo y no viajan más de cinco kilómetros durante su efímera vida.

Si eso es así, los mosquitos portadores de la malaria del Sahel no se han dado por enterados. Transportados por los vientos a alturas de casi trescientos metros, pueden viajar cientos de kilómetros en una sola noche.

Transmitida por especies de mosquitos Anopheles desde tiempos inmemoriales, cada año se siguen produciendo en África más de medio millón de muertes por malaria, la mayoría en el Sahel, la región semidesértica situada al sur del desierto del Sáhara.

En las últimas dos décadas, los esfuerzos para controlar la plaga han reducido a la mitad el número de casos en todo el mundo, pero las tasas de la enfermedad siguen siendo elevadas en gran parte del continente africano y su eliminación no se ha logrado ni siquiera en las zonas donde se ha conseguido su máximo control.

Los mosquitos
Figura 1. Como todos los mosquitos, los Anopheles atraviesan cuatro fases: huevo, larva, pupa y adulto. Las primeras tres etapas, que duran entre 5 y 14 días, transcurren en medio acuático. Es en la etapa adulta, y sólo en el caso de las hembras, cuando el mosquito actúa de vector de la malaria. Luis Monje. ´Foto: The Conversation | Niú

Dado que las larvas de los mosquitos necesitan del agua estancada para desarrollarse (Figura 1), cabía esperar que durante la larga estación árida del Sahel los mosquitos vectores de la malaria perecieran. Sin embargo, para espanto de los nativos, reaparecen en grandes cantidades días después de las primeras lluvias.

A pesar de que el tema se ha investigado a fondo durante más de un siglo y algunas investigaciones habían sugerido que algunas especies de Anopheles, cuyos adultos viven una media de dos semanas, utilizan la migración a larga distancia, la pregunta de cómo sobreviven durante una estación seca de entre tres y seis meses ha sido un misterio.

En 2014, un grupo de investigadores publicó un estudio de dinámica poblacional que ofreció pruebas consistentes de que al menos una especie de mosquito portador de la malaria (Anopheles gambiae) era un viajero de larga distancia que abandonaba el Sahel durante la estación seca. Más adelante demostraron que en dicha zona los mosquitos de la malaria son transportados por los vientos de altura a casi trescientos metros de altitud y pueden viajar cientos de kilómetros en una sola noche.

Los investigadores han estudiado la ecología de mosquitos en cuatro aldeas del centro de Malí durante 617 noches. Atrapaban insectos utilizando globos de helio que sostenían redes verticales pegajosas entre 40 y 290 metros de altitud (Figura 2). Capturaron casi medio millón de insectos, incluyendo 2 748 mosquitos, 235 de los cuales eran Anopheles. Ocho de cada diez Anopheles eran hembras, un 90 % de las cuales había ingerido sangre humana antes de viajar, lo que significa que podrían haber estado expuestas a los parásitos de la malaria.

Figura 2. Relación entre la altitud de la malla colectora, la densidad de mosquitos capturados en cada una de ellas (azul) y la densidad aérea proporcional (naranja: número de mosquitos por cada 10 millones de metros cúbicos de aire) para las cinco especies más comunes de anofelinos. El tamaño de la burbuja es proporcional a la densidad de los mosquitos (el valor que se muestra en la burbuja multiplicado por mil); cuando el valor es cero, solo se muestra un punto. Adaptada del original de Huestis et al, Nature 574 (2019). Luis Monje. Foto: The Conversation | Niú

La captura de mosquitos aumentaba con la altitud a la que se situaban las redes, lo que sugiere que los insectos pueden migrar a altitudes superiores. Como no estaban seguros de dónde procedían los mosquitos ni hasta dónde podrían haber viajado, utilizaron herramientas de modelado meteorológico para calcular las posibles trayectorias del desplazamiento teniendo en cuenta la dirección y la velocidad del viento.

El resultado fue asombroso: un mosquito podía viajar hasta 295 kilómetros en un solo viaje nocturno de nueve horas.

El volumen de esas migraciones es masivo. Los investigadores estiman que, cada año, más de cincuenta millones de mosquitos potenciales portadores de la malaria atraviesan una línea imaginaria de 100 kilómetros perpendicular al viento predominante en la región.

Estos resultados proporcionan pruebas convincentes de que millones de vectores de la malaria, que se han alimentado previamente de sangre, migran a lo largo de cientos de kilómetros. Por lo tanto, es casi seguro que propagan la enfermedad a estas distancias.

Estos datos dan respuesta a la pregunta de cómo pueden persistir las poblaciones de mosquitos en el árido Sahel. El patrón estacional de los vientos a gran altitud podría transportar a los mosquitos desde las calientes y húmedas tierras del sur, donde pueden vivir durante todo el año, y devolverlos a esos sitios durante la estación seca del Sahel, cuando los vientos predominantes soplan en dirección contraria.

Ese hallazgo ayuda a explicar no solo por qué las poblaciones de mosquitos pueden aumentar tan repentina y misteriosamente en el Sahel: también sirven para apoyar los esfuerzos por eliminar las enfermedades tropicales de países o regiones enteros. Los viajes a larga distancia de los mosquitos pueden aumentar el riesgo de reintroducción del paludismo después de que se haya eliminado de un lugar determinado.

Favorecidos por el cambio climático, los vuelos de los mosquitos propulsados por los vientos también podrían explicar su propagación a lugares insospechados y a unas velocidades tales que explicarían la expansión septentrional de los mosquitos tigre o del virus del Nilo, desconocidos hasta hace unos años por encima del Trópico de Cáncer. Como en la canción de Dylan, la respuesta está en el viento.

*Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation España. Puede leer el artículo en este enlace. Los autores son académicos de la Universidad de Alcalá. Manuel Peinado Lorca es Catedrático de Universidad. Departamento de Ciencias de la Vida e Investigador del Instituto Franklin de Estudios Norteamericanos en Universidad de Alcalá. Luis Monje es Biólogo y Profesor de fotografía científica en la Universidad de Alcalá