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La ignorancia frente al covid-19
A pesar de que ya hay casos de covid-19 en Nicaragua, el Gobierno no cierra las fronteras. Carlos Herrera | Niú

"Empecé a entender la magnitud de lo que se nos venía cuando leí a profundidad más sobre el coronavirus y ver las noticias sobre Italia"

     

Yo era de las que creía que el coronavirus no iba a afectarnos tanto, de las que decía que no podría ser tan grave y que la gente exageraba. Le decía a mi familia en Nicaragua que no se alarmara, después de todo solo el 5% de personas presentaba síntomas graves.

Empecé a entender la magnitud de lo que se nos venía cuando leí a profundidad más sobre el coronavirus y ver las noticias sobre Italia. Definitivamente, que “la ignorancia engendra más confianza que el conocimiento” como dijo Darwin. Para muestra, un botón. En Nicaragua, se siguen haciendo marchas, algunos diputados se burlan cínicamente de otros por usar mascarillas y protegerse. La ignorancia es atrevida.

El 12 de marzo, la compañía donde trabajo nos avisó que a partir del día siguiente trabajaríamos desde la casa hasta el 30 de marzo. Luego, se extendió al seis de abril. Ayer, me informaron que así estaremos hasta el primero de junio. Se siente tan lejano. A día de hoy, llevo casi dos semanas trabajando desde casa. Los primeros días me sentí en la cúspide de la producción, al fin alejada de llamadas, reuniones innecesarias y compañeros de trabajo platicones. Pensé, ¡Que súper, todos los días van a ser así! ¡Voy a terminar todos mis pendientes! Lamentablemente, mi euforia aguantó cuatro días.

Al llegar el viernes, me sentí una esclava más del capitalismo salvaje, como dicen algunos. Con el pasar de los días la nueva rutina se siente más monótona que la anterior, levantarme, trabajar ocho horas, comer, dormir y trabajar. La rutina del trabajo es más pesada en cuatro paredes.

El viernes cuando desperté, me sentí un poco harta, me agobió solo pensar que me tenía que sentar frente a la computadora por ocho horas y que nos faltan dos meses más así. Después de unos minutos, sacudo la cabeza y empiezo con mi diálogo interno, pienso que me quejo de las ganas y mis problemas son nada.

Todavía tengo trabajo y puedo seguir ejerciendo, segura en cuatro paredes sin arriesgarme o arriesgar a otros. Pienso en mi familia y amigos en Nicaragua, y se me encoge el corazón. Los que tiene que cerrar sus negocios y quedarse sin ingresos, en la gente que conozco que trabaja en restaurantes, hotelería o fotografía. ¿Qué les deparará durante o después la crisis? Están desamparados, sin gobierno. Sin un presidente que lidere a la nación, que de un mensaje que nos reconforte a todos los nicaragüenses sin importar a que tendencia política uno pertenezca. Porque al final de cuentas, el virus no respeta colores de banderas políticas, ni carné de mi militancia ni pide aval político, nos llega a todos parejo. Pero eso es esperar lo imposible. Si nunca lo ha hecho, menos ahora.

CroNicas del coronavirus

*Este texto es parte de la serie CróNicas, publicada en la Revista Niú, a partir de este 16 de marzo, sobre las experiencias y reflexiones de cómo los nicaragüenses en España y Estados Unidos viven las medidas de confinamiento. Te invitamos leer más testimonios en este enlace.