¿De qué hablamos cuando nos referimos a una conducta antisocial (que no extravagante)? Este tipo de conducta es aquella que no se ajusta a la norma social o moral. Esta definición tiene dos consecuencias clave.
La primera es que estamos hablando de un concepto muy extenso, que incluye tanto rasgos de personalidad psicopáticos (baja empatía, impulsividad o conductas de manipulación), hasta otros comportamientos más graves como el incumplimiento de normas legales, estafa para provecho o placer personal o ausencia de remordimiento.
La conducta antisocial puede afectar tanto a personas como a animales o propiedades, infligiéndoles un daño o acción perjudicial intencionalmente.
Conductas antisociales en la historia
La segunda consecuencia es que las conductas antisociales, al depender de la normativa social, cambian con el tiempo o el área geográfica. Sin intención de introducirnos en temas éticos, y quedándonos solo en los aspectos relativos a la socialización, resulta esencial tener en cuenta que aquello que se consideraba antisocial en un momento histórico no lo es o no lo ha sido en otros momentos.
Por ejemplo, las conductas que consisten en hacer daño a otros físicamente están hoy muy castigadas, pero en otros momentos de la historia no lo estuvieron tanto. Esto sucedió con las torturas y castigos ejemplares tanto en la época de la esclavitud, como por motivos políticos (dictadura). También con la violencia de género, que hasta hace muy poco se percibía mayoritariamente como un asunto perteneciente a la esfera privada y no una cuestión que podía juzgarse y limitarse públicamente.
Personajes extravagantes
Una vez que tenemos claro el concepto de conducta antisocial, es bastante probable que muchas personas que estén leyendo este artículo piensen que no hay tantos genios que hayan exhibido conductas antisociales, aunque puede que les surjan algunos ejemplos de personajes ciertamente extravagantes, o incluso que han planteado dilemas morales, que se quedaron solo en eso, al no existir intención de dañar a nadie.
Además, el hecho de que se les perciba como personas exhibidoras de conductas antisociales (o extravagantes) se puede explicar por la utilización de un sesgo cognitivo: la sobreinclusión categorial. Esta distorsión supone sobreestimar el porcentaje de personas que presentan una característica o comportamiento al extraer un subgrupo muy saliente de un grupo muy amplio y poco conocido.
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Esta combinación supone que la prevalencia de ese rasgo se sobrevalore en función de las características diferenciadoras que tiene el subgrupo en lugar de los rasgos que comparte el subgrupo con el grupo global.
Otro proceso cognitivo que suele ocurrir también en este caso es el uso de ejemplares que se hacen disponibles en nuestra mente. Esto explica que cuando pensamos en un animal que empiece por la letra e a casi todas las personas se nos ocurre elefante (y no erizo), o que cuando pensamos en un superhéroe, pensemos en Superman, Spiderman o Batman, dependiendo de qué generación seamos, la última película que hayamos visto o la que se anuncia en la cartelera del cine; es decir, de la información que tengamos disponible, de manera consciente o inconsciente.
De Van Gogh a Miley Cyrus
Aplicado a nuestro caso, este proceso justifica que cuando pensamos en un artista o científico con conductas excéntricas (fuera de la norma social), pensemos en Vincent Van Gogh y el episodio con su oreja, o en Michael Jackson y sus múltiples comportamientos objeto de debate y de juicio. Van Gogh y Michael Jackson funcionan como ejemplares de esta categoría de “artistas excéntricos”, como también pueden serlo Madonna, Lady Gaga o Miley Cyrus.
De hecho, este efecto lo conocen los artistas, y por eso buscan la excentricidad como modo de ser atendidos, recordados y comentados. Aquello incongruente y nuevo con respecto a la realidad que conocemos es lo que se apodera de nuestra atención y, por ende, tiene más probabilidades de ser recordado. Si, además, consigue convertirse en ejemplar de una categoría está asegurada una alta probabilidad de estar disponibles en las mentes y decisiones de las personas.
Más allá de la extravagancia o conductas excéntricas, existen, como comentábamos, las conductas antisociales. En el extremo de máxima gravedad de estas conductas se encuentran las que se incluyen en el trastorno de la conducta antisocial. Este es el trastorno de personalidad más frecuente (entre el 50-80 % de las personas con cualquier tipo de trastorno de personalidad) frente a otros como los trastornos de personalidad esquizoide, esquizotípico, límite o narcisista.
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Los siete rasgos antisociales
Algunos estudios señalan una prevalencia de entre el 0.7 y el 3% de la población. Para diagnosticarlo, la persona debe cumplir una serie de requisitos. El DSM V, como manual actual que define los criterios de diagnóstico de los trastornos psicológicos, determina que para poder diagnosticar un trastorno de personalidad de conducta antisocial, el individuo, con más de 18 años, debe manifestar, al menos desde los 15 años, seis de los siguientes siete rasgos:
- No conformarse con las normas sociales, pudiendo reflejarse en comportamientos ilegales.
- Manipular a otras personas para el propio provecho o placer.
- Comportarse de manera impulsiva, resultando muy difícil llevar a cabo un plan prefijado hasta el final.
- Manifestar irritabilidad y agresividad, pudiendo incluir luchas físicas.
- Descuidar la seguridad propia y la de otra persona.
- Presentar irresponsabilidad mantenida, incluyendo obligaciones laborales o financieras.
- Falta de remordimiento, incluyendo racionalización y justificación del daño o maltrato o robo realizado a otras personas.
Si revisamos estos criterios y pensamos en los intelectuales, artistas, escritores o filósofos que conocemos, ¿cuántos de ellos podemos decir, en realidad, que exhiben conductas propias de un trastorno antisocial de la personalidad, en lugar de ser simplemente personas que buscan la extravagancia más o menos conscientemente como modo de vida?
Este artículo fue republicado de The Conversation bajo licencia Creative Commons . Lea el artículo original. Beatriz Montes Berges, Profesora Titular de Psicología Social, Universidad de Jaén