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El nombre de Dennis Martínez es un parteaguas, ningún big leaguer pinolero que haya aterrizado en el Big Show se le acerca en logros e impacto.
‘’La memoria está condicionada por la emoción’’ dice Isabel Allende en “Mi país inventado.” Por eso existe un tiempo que se resiste a morir, a ser olvidado para quienes vimos lanzar a Dennis Martínez. Su carrera fulgurante como lanzador de primer nivel sigue iluminándonos a pesar de la lejanía de los hechos.
Para alguien como Dennis, Nicaragua el país que le vio nacer, no es una parada más en su itinerante vida de viajero frecuente. Su nombre ha sido estampado en la instalación deportiva más cara y lujosa del país: el nuevo Estadio Nacional de Béisbol en Managua.
Su génesis
El nicaragüense tenía un plan distinto para su futuro, un porvenir predecible. Quería ser ingeniero civil, por su talento para las matemáticas. Sin embargo, un evento inesperado cambio su ruta a una ciudad grande: Baltimore. La pequeña Granada quedó atrás porque el béisbol rediseñó su vida. Un universo desconocido llegó de pronto como si el destino le lanzase un cambio de velocidad. Tony Castaño recomendó observar al joven, hecho que desemboca en su firma para la organización de los Orioles, lo demás es historia.
¡Nicaragua! ?? Aquí está Dennis Martínez, desde el #FuturesGame de #LasMayores. ? pic.twitter.com/avnaYHKpIA
— LasMayores (@LasMayores) 8 de julio de 2019
Dennis surgió de un país “isla” beisbolísticamente. Hasta su aparición, Nicaragua estuvo alejada de los principados latinoamericanos como Cuba, Puerto Rico y la República Dominicana, dueños de un nivel muy superior al nuestro. Dominantes hasta la fecha en la producción de elementos first class para el béisbol rentado.
El primer nica
Es en 1976 cuando Martínez rompe esa esterilidad de sus antecesores ante el reto de escalar la «Montaña Mágica» del béisbol. Ningún nicaragüense había pisado oficialmente las Ligas Mayores en los Estados Unidos. Ni siquiera el fenomenal Rigo Mena -All Stars en México-, lleno de múltiples virtudes logró dar el salto, quedándose a la orilla en triple A.
El nombre de Dennis es un parteaguas, ningún big leaguer pinolero que haya aterrizado en el Big Show se le acerca en logros e impacto. Sus números aniquilan cualquier tozudez. La reciente elección de Martínez para dirigir al equipo de «Las futuras estrellas» de la Liga Nacional por parte de Los Indios de Cleaveland enaltecen su valioso recorrido dejando una impronta.
Las curvas de la vida
Dice el poeta Pessoa: “Más allá de la curva del camino tal vez haya un pozo y tal vez un castillo, o tal vez tan solo continúe el camino.” Dennis Martínez construyó una exitosa carrera como lanzador de cabecera mientras circulaba a través del camino atravesando dificultades. Su imponente curva lo llevó al mejor béisbol del mundo.
Tuvo la entereza para reconstruirse ante el revés del alcohol evitando integrar testarudamente la rima imposible entre vicio y béisbol y fue a lo largo de veintitrés temporadas un referente en cada staff del que formó parte. El último tramo le dio suficiente gas para sostenerse por un largo periodo como el latino más ganador.
¡Honor merecido!
Un juego perfecto fue el mejor testimonio que Dennis tejió demostrando un enderezamiento titánico.
Calma y serenidad son dotes que necesita un mortal a lo largo de nueve episodios evitando encontrarse cara a cara contra el imprevisto. Todo ese derroche de virtuosismo hizo que Dennis consiguiese la perfección sin la mínima mancha de cieno aquel 28 de julio del año 1991. No cabe duda que se levantó de entre los escombros para pervivir a través de la terquedad del tiempo…. ¿Quién no recuerda aquel duelazo contra Randy Johnson en Seattle; metiendo a Cleveland en la Serie Mundial después de una sequía de 41 años?
Bertolt Brecht afirma: “Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles.” Dennis es uno de ellos, por eso sigue ahí… en alto relieve, como «La cordillera de Los Andes».