Perfiles
Alejandro Lagos es un médico cirujano que ha atendido al menos a 110 heridos de la represión de abril y todavía continúa haciéndolo
La familia de Kevin, un joven herido durante las protestas de abril, contactó al doctor Alejandro Lagos Espinoza, cuando el joven aún estaba hospitalizado en el Alemán Nicaragüense con una fractura en el brazo, provocada por una bala de AK-47. La familia estaba desesperada, porque pese a los ruegos que hacían a los médicos, la atención no era la adecuada. Lo tenían en una cama, no le sacaban la bala ni hacían nada para que mejorara y la herida estaba infectándose, recuerda el doctor, quien pronto lo atendió por su cuenta.
“Cuando la familia decide sacarlo del hospital, los médicos intentaron no dejar que se lo llevaran. Cuando me llamaron la primera vez estaban dudosos, luego me hicieron una segunda llamada: ¿doctor, está seguro que usted lo puede atender?, me preguntaron. ¡Por supuesto!, les dije. Y así fue como me lo trajeron», cuenta el doctor Lagos Espinoza.
Según Lagos Espinoza, los médicos del hospital, antes que sacaran al paciente, decidieron improvisar un yeso y solo así lo dejaron ir. Pero él se dispuso a ayudarlo. En poco tiempo lo operaron y «a la fecha no ha mostrado molestias», sostiene el doctor. Él asegura que tiene una misión, y es la de ayudar a los jóvenes que sufrieron heridas durante las protestas en Nicaragua. No se detendrá, mientras lo sigan buscando.
A la fecha, ha brindado atención médica a, al menos de 110 pacientes, ha operado a tres quienes por los sitios donde recibieron disparos, quedaron sin poder caminar -uno de ellos ya camina- y al menos cuatro, necesitan todavía cirugías ortopédicas. En este tiempo, Lagos Espinoza se ha ganado la admiración de muchos y el agradecimiento de los que, por no tener recursos o por que se les negó atención médica en hospitales públicos; pudieron sobrevivir a las heridas que les ha dejado la crisis.
Todo empezó en Facebook
Lagos Espinoza, es un doctor que no empezó a hacer público su descontento contra el Gobierno de Daniel Ortega a partir de abril de 2018, sino mucho antes. En 1985 lo echaron preso, lo acusaban de ser agente de la CIA. La orden de su detención estaba firmada por Tomás Borge. Y así fue que pasó 15 días en la cárcel “El Chipote”. “Ojalá Dios me de vida para ir a revisar si aún está lo que escribí debajo de un camarote de piedra: ¡Me van a matar y no sé por qué!”, recuerda haber escrito.
Al iniciar la crisis, este médico brindaba atenciones a domicilio por las que cobraba 40 dólares por consulta y atendía gratuitamente a los ancianos del asilo Sor María Romero, ubicado en Las Colinas. Lagos Espinoza, publicaba en Facebook ocasionalmente, sobre todo fotos de sus atenciones en este centro y, alguna que otra opinión, cuando salían noticias referentes a la mala gestión del Gobierno. Su última publicación de 2017 y la segunda de 2018, en su perfil de Facebook, hacían referencia a los abusos constantes del Gobierno sandinista contra los nicaragüenses.
Pero del 12 al 25 de abril de 2018, publicó en su perfil como nunca antes. Compartió noticias, fotos, videos, estados. Rechazó la censura a los canales de televisión y condenó lo que estaba haciendo el Gobierno, la Policía Nacional y simpatizantes sandinistas armados contra la población que salió a manifestarse en las calles. Lamentó las muertes y los heridos. El 26 de abril, no pudo más y decidió que debía hacer algo con su conocimiento como doctor. «No podía quedarme de brazos cruzados», recuerda.
A las 7:28 de la mañana de ese 26 de abril escribió:
Y aunque su intención inicial fue atender a personas mayores, padres o madres de jóvenes fallecidos, pronto cambió debido a la gran respuesta que vio de parte de decenas de jóvenes heridos. Y decidió volver a publicar un anuncio, esta vez, dirigido a los jóvenes. “Estudiante herido, quiero reafirmar mi disposición a seguirte apoyando con la atención médica en tu casa, en tu hogar junto a tu familia”, vuelve a leerse en un nuevo cartel amarillo publicado en su cuenta de Facebook.
Desde entonces, las peticiones comenzaron a llegar a su Facebook, a su WhatsApp y por llamadas a su celular. Él no se ha negado a ninguna. Asegura que hizo esto, continúa y continuará haciéndolo, porque se comprometió públicamente a acompañar a los jóvenes heridos. Jóvenes que fueron heridos simplemente por querer una mejor Nicaragua. “Mi compromiso es ayudar y lo seguiré haciendo mientras tenga fuerzas”, sostiene.
Estudió con muchas dificultades
“Mi mama era analfabeta, tortillera, nacatamalera y lavadora de ropa, mi papá mecánico y fabricante de bloques. Ambos de Masaya. Estudié con bastante dificultad, para qué voy a decir otra cosa, si fui pobre”, cuenta Lagos Espinoza. Sin embargo, antes de salir de secundaria ya sabía que quería ser médico. Entre bromas con sus compañeros de clase, decía que estudiaría medicina en México. Más tarde sus bromas se convertirían en realidad.
En 1977 intentó hacer perseguir su sueño y pese a las dificultades que pasaba su familia, su papá consiguió que un tío que habitaba en Sutiaba pudiera acogerlo para que estudiara en León. De la casa de su tío tenía que caminar varios kilómetros hacia la universidad. La dificultad no solo consistía en la distancia, sino que las condiciones en las que vivía su pariente no le permitían estudiar como debía.
En una mesa pequeña y con una vela que se tenía que apagar a las 10 de la noche -ni un minuto más tarde- tenía que hacer su trabajos y estudiar para sus exámenes. Cuando tenía seis meses del año básico, Lagos Espinoza sentía que no podía pasar de los 87 puntos de promedio que llevaba y que necesitaba elevar a 90 para ser seleccionado para estudiar medicina. Pronto consiguió que lo aceptara en una de las residencias estudiantiles, pero aún con las condiciones, no lograba superar el promedio.
Casi a final del año con más decepción que entusiasmo, llegó a su casa un día. “Un médico de renombre, el doctor Carlos Sánchez Morales, presidente del Club de Leones, cirujano graduado en León y muy amigo de la familia, fue quien me ayudó. Estaba en la casa y me dijo: llegate mañana a las siete de la mañana, yo te voy a regalar para que te vayas, mi hijo estudia en Guadalajara, vos podés estudiar en México”, le comentó el doctor Sánchez.
“Sentate ahí”, le dijo Sánchez, mientras abría su caja fuerte, de donde sacó unos papeles. “Seis papeles”, relata el médico. “Yo esperaba que me diera dólares. Y me da seis papeles largos”, agrega. Después de darle sus “papeles” le orientó que al día siguiente se presentara a la Embajada de México, donde su hermano le daría los documentos que le permitirían viajar a México en calidad de estudiante.
“Entonces me vengo caminando y vengo llorando. Venía molesto porque no me había dado los dólares. ¡Este viejo me engañó, me dijo que me iba a dar dinero y me dio estos papeles”, recuerda haberle dicho a su papá, quien conversaba con un vecino. El vecino pronto le reveló que los “papeles” que le había entregado el doctor Sánchez eran cheques de viajero, por 100 dólares cada uno, los cuales podía hacer efectivos en cualquier parte del mundo. “Yo qué iba a saber”, narra entre risas.
De inmediato fue pedir la documentación a la embajada y su papá fue al banco donde le otorgaron un préstamo de 3,000 córdobas que le sirvió para su pasaje de avión.
Su trayectoria como médico
Ya en México las cosas tampoco fueron fáciles. Llegó donde un conocido que le había prometido ayudarle si alguna vez se encontraba en el país, pero lo que hizo fue quitarle los cheques, hacerle falsas promesas y maltratarlo hasta que finalmente el joven Lagos Espinoza se fue a buscar suerte por su cuenta.
En su camino se encontró con personas que le ayudaron, entre ellos un entrenador japonés de karate. Lagos Espinoza iba a verlo practicar y pronto aprendió la disciplina. Fue él, quien hizo las gestiones para que entrara con una beca deportiva a la Universidad de Puebla. Y fue así, que pudo terminar sus seis años de medicina, entre los cuales también enseñaba karate y subsistía con el poco dinero que su papá le enviaba desde Nicaragua.
“Hice mi servicio social en Chiapas, luego quería ser cirujano plástico, comencé a hacer mi residencia, pero cuando estaba en primer año me mandaron a llamar y me dijeron que tenía que hacer un año de servicio social en mi país de origen, para poder hacer la especialidad. Y así me vine a Nicaragua”, relata.
Durante su carrera médica en Nicaragua, fue director del Centro de Salud de Villa Venezuela, después de graduarse como médico general y cirujano, en México, empezó a hacer su residencia para su especialidad como neurocirujano, en el hospital Lenín Fonseca. Cuando estaba en tercer año de la residencia, fundó el «Movimiento por Aumento Salarial» (MAS), que le costó más tarde, la posibilidad de terminar su especialidad en Berlín, Alemania.
En la Embajada le dieron todo; pasajes de avión, dinero para la estadía e incluso ropa, recuerda el médico. Solamente le faltaba la firma del director del hospital. “En ese tiempo era la Gina Watson”, menciona Lagos. “Me fui donde ella quien me agarró los papeles y los hizo pedazos”, dice.
“La revolución no va a mandar a preparar a un contrarrevolucionario”, fueron las palabras de la directora. Después del altercado lo despidieron. Hubo un juicio en el cual un juez falló a su favor y ordenaron su reintegro. Sin embargo, los dirigentes del hospital, quienes todavía eran personas afines al Gobierno y le dijeron que no podía tocar pacientes, no podía operar y no podía ni siquiera escribir en los expedientes.
Según Lagos Espinoza, el Ministro de Salud de ese entonces, se presentó a su puerta y le ofreció una beca para estudiar administración pública. “Le había llamado la atención un informe que hice en el Triángulo Minero de una epidemia de sarampión. Me dijo que yo tenía madera para administración”, detalla el médico. En ese momento hizo su maestría. Posterior a eso trabajó en el Ministerio de Salud central (Minsa), fue nuevamente a México a estudiar gerencia hospitalaria y al regresar a ocupar cargos de dirección en el Hospital Berta Calderón, Hospital Carlos Roberto Huembes y en el Hospital Dermatológico.
Para el 2007 estaba trabajando como consultor del Banco Mundial, era el encargado de supervisar los parámetros de acreditación de las clínicas provisionales del INSS; sin embargo, cuando se hizo cambio de Gobierno, los proyectos de este banco fueron trasladados al Minsa, donde le dijeron que él ya no formaba parte de ese equipo.
Curar es una misión de vida
“Cuando me fui para México mi mamá y mi papá me dijeron: algún día quisiérmos verte atendiendo a la gente pobre como el doctor Apolonio Berrios”, recuerda. Cuenta que éste era un doctor que daba consultas gratuitas y atendía principalmente a personas con síndrome de down. Él fue quien le regaló a su papá el terreno donde hoy todavía habita Lagos Espinoza y se convirtió en un modelo a seguir para él. Esa es una de las razones que lo motivó a atender a los heridos que dejó la rebelión de abril.
“No todos comenzaron a venir el 19 de abril, muchos han estado en hospitales públicos pero han sido maltratados. De ellos estamos atendiendo a seis que son de cuido, hemos invertido en hacer exámenes de laboratorio, por procesos infecciosos severos. Han sido malas las atenciones, no ha habido alguien con conocimiento ni responsabilidad para reclamar, pero ahí estamos en disposición de ayudar”, sostiene el médico.
Según cuenta además de los tres pacientes que ha operado en hospitales privados, también ha sacado balas en su pequeño consultorio. «¿Que por qué sigo haciéndolo?, me preguntan, pues primero porque hice un compromiso público, de acompañarlos hasta que se recuperaran, hasta que ya no necesiten de atención médica. Y segundo porque he notado que existe una política de rechazo encubierta en los hospitales públicos del país a los pacientes lesionados por armas de fuego, porque saben que los responsables han sido paramilitares y policías”, afirma el médico.
Según cuenta, ha elaborado informes detallados de cada paciente, los cuáles incluso presentó como testimonio a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), y espera que pronto, los encargados de negociar con el Gobierno, encuentren una salida a la crisis y puedan ayudar a los pacientes que él con sus propios recursos y donaciones de algunas personas ha atendido. Mientras tanto, las llamadas y mensajes no paran de llegar y él, sigue dispuesto a seguir curando.