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Una vez estando en cuarto o quinto año de secundaria, mi profesora de Español nos encomendó crear un poemario colectivo: cada estudiante entregaría impreso su poema favorito, así recopilaríamos unas treinta poesías. El día señalado, dos de mis compañeros compartieron cada uno un soneto que me iluminaría la cabeza respecto a un tema de recién importancia en mi vida: el amor. El de uno fue Definiendo el amor, de Francisco de Quevedo cuyas palabras finales “Este es el niño Amor, éste es tu abismo: mirad cuál amistad tendrá con nada el que en todo es contrario de sí mismo” me hicieron pensar mucho y el del otro fue aquel de Lope de Vega terminado en “esto es amor, quien lo probó lo sabe”. Entonces lo supe. Supe que no había probado el amor, pero que en esos dos textos sí había encontrado una excelente definición para él.

Después, con los años, llegaron por diversas vías otras palabras sabias sobre la cuestión. Como las del escritor Antonio Gala y el bioquímico Severo Ochoa, ambos españoles como Quevedo y Lope. Para Gala el “amor perfecto” es “una amistad con momentos eróticos” y para Ochoa “el amor es física y química”. Listo. Me bastaban esas cuatro formas de explicar lo inexplicable, mas no sabía que todavía faltaba una más, una que sería contundente y llegaría en forma de libro escrito por una compatriota mía: Gioconda Belli y Esto es amor: poesía erótica reunida, 1970-2005 (Anamá Ediciones, 2005), caído en mis manos en febrero de 2013 durante el Festival de Poesía de Granada y que ella tuvo el bonito gesto de firmarme.

Así podríamos mencionar mil y una definiciones. Incluso, como dice Belli en su obra, “podríamos tener una discusión sobre el amor”. Sin embargo yo ya he llegado a mi propia idea gracias a la profunda felicidad de saber simplemente que existís, así, tal como sos. A la ternura que me provoca tu inocencia y fragilidad, a la admiración que me despierta tu inteligencia y fortaleza. Al deseo de acoger tus preguntas, temores y dificultades al menos para compartir su peso y de igual forma entregarte las mías para que no me pesen tanto. Al interés de que estés bien aunque no sea a mi lado y el desinterés en recibir algo a cambio luego de haber dado todo.

Qué puedo decir. Quizá el amor no sea más que una complicidad irrompible entre dos seres. Quizá sean dos almas haciendo clic. Quizá sea esa mano que tomaremos siempre que extendamos la nuestra. Quizá seamos vos y yo ocupándonos de crear un universo para enfrentar al mundo o refugiarnos de él. Y quizá el Big Bang de ese universo surja en instantes muy breves, como una caminata, una conversación, un beso o ese preciso momento en que cerrás la puerta de la habitación, sonreís y me preguntás: ¿me puedo quitar los zapatos?

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