Perfiles
La defensora de derechos humanos, Haydee Castillo, le sacó las lágrimas a más de uno durante una de las últimas sesiones del Consejo Permanente de la OEA. Niú habló con ella y cuenta el giro que dio su vida con la insurrección de abril.
Faltaban cinco horas para que Haydee Castillo leyera su discurso sobre la situación de Nicaragua, durante la sesión del Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos (OEA), cuando escribió la última frase y puso el punto final. Estaba cansada, nerviosa y por su mente pasaban los momentos más duros que han vivido los nicaragüenses en el último año.
“Soy Haydee Castillo, defensora de Derechos Humanos. Seis meses atrás, cuando me disponía a tomar un avión a esta ciudad, para denunciar la represión que estamos siento víctimas el Gobierno de Nicaragua me secuestró en el aeropuerto Augusto César Sandino y me llevaron a la cárcel de torturas El Chipote”, comenzó leyendo en voz alta hasta terminar las cinco páginas que logró escribir aquella madrugada del 26 de abril pasado. Después se fue a dormir y se despertó un par de horas antes para leerlo otra vez y asegurarse de no haber excluido a nadie.
“Hubiera querido poner muchas más cosas, pero a uno lo limitan a ocho minutos. Entonces era resumir el dolor de un año, la esperanza de un año a cuatro o cinco páginas”, explica.
Castillo tiene una larga trayectoria en la defensa de los derechos humanos y de la tierra. Es fundadora y directora del Instituto de las Segovias que promueve el liderazgo y el año pasado después de enfocar su trabajo en las protestas cívicas que surgieron contra el régimen de Daniel Ortega, comenzó a ser perseguida hasta que finalmente le quitaron la personería jurídica y confiscaron su organización. Ahora vive en el exilio añorando volver a su tierra.
El 26 del mes pasado tuvo la oportunidad de declarar ante los embajadores y delegados de la OEA los atropellos y violaciones a derechos humanos que la obligaron a salir del país y el drama de las madres de los asesinados, los exiliados y los prisioneros políticos de Nicaragua. Sus palabras conmovieron a muchos de los nicaragüenses que seguía la transmisión a través de redes sociales y oyeron como casi al final su voz se quebró y sus ojos se humedecieron.
“Abril anunció junto a sus mujeres, el campesinado, indígenas, la diáspora, la Iglesia y en especial, junto a su valiente juventud y estudiantado la siembre y cosecha de una Nicaragua digna e irreverente que deja a tras las dictaduras y las guerras, para surgir ahora altiva en volcanes de libertad y lagos de soberanía. Lo lograremos. Nicaragua volverá a ser república, patria libre y vivir”, finalizó.
Al salir de la sesión decenas de nicaragüenses que viven en Estados Unidos, y viajaron ese día para estar afuera de donde se realizaba la sesión sobre Nicaragua, la abrazaron y juntos lloraron. “Fue un llanto colectivo”, recuerda.
Huir, para vivir
Haydee Castillo no pensó que en la historia de su vida le tocaría salir de su país a escondidas, pasando veredas y con una mochila al hombro. No lo hizo cuando comenzó alzar su voz en contra de la dictadura de Somoza y menos en los ochentas cuando luchó por la Revolución. Pero después que salió de El Chipote no volvió a tener ni un segundo de paz.
“A mí me liberan por la presión internacional, pero cuando salí la situación empeoró. Ya no pude tener tranquilidad en ninguna casa de seguridad. Me seguían, rodeaban las casas, llegaba la Policía y los paramilitares. Perseguían a mis hijos y por eso tuve que irme”, dice.
Sin embargo, tuvo que huir del país por puntos ciegos porque cuando fue arrestada le dieron retención migratoria, pues quedó bajo investigación por supuestamente infringir la ley antiterrorismo, lavado de activos y armas de destrucción masiva.
Haydee Castillo y Lottie Cunningham fueron obligadas por oficiales de migración a bajar de un vuelo en Managua. Lottie participó recientemente en la audiencia sobre la crisis de DDHH de los pueblos miskitos. Esta detención es una represalia a su labor: https://t.co/9bWPw321SJ pic.twitter.com/iIXBGAZ2an
— CEJIL (@cejil) 14 de octubre de 2018
“El exilio es realmente otra cárcel. Es tenerte preso en una cárcel fuera del país, pero producto de la decisión del régimen que mal gobierna tu país. El exilio duele. El exilio descompone el tejido social dentro del territorio. El exilio divide. El exilio es venir cargando muchos problemas de salud, te crea un desequilibrio emocional”, confiesa.
Para quienes se van y dejan familias dentro del país, dice, aun les es difícil porque todas las acciones de resistencia y denuncia que hacen en contra de la dictadura debe ser bien pensada porque tienen seres queridos que son asediados. Cuando ella decidió dar el discurso, tuvo que hablarlo con su esposo para tomar las medidas de precaución necesarias.
“Es duro porque uno sacrifica a su familia y a veces uno no sabe si tiene ese derecho, y yo digo que si ese el precio que tenemos que pagar por defender derechos humanos yo estoy dispuesta a pagarlo. Pero una dice, el tiempo y la historia pone a cada quien en su lugar”, asegura.