Cultura

Festival Mariley: Danza con uñas y dientes
Foto: Cortesía

     

El público no pasa de las treinta personas. Hay tanta expectación como sillas vacías. Se apaga la luz. Se ilumina el viejo escenario de madera de la Casa de Cultura Alejandro Vega Matus, en Masaya. Aparece una pareja casi adolescente. Ella es pequeña, blanca, y lleva puesto un vestido sin mangas. Él es alto, moreno y usa un traje gris, camisa blanca y corbata roja. Empieza la música. Es Only you de The Platters interpretada por Elvis Presley, una clásica y famosísima canción romántica. Pero, ¿qué hacen los bailarines? Toman posición de practicantes de artes marciales. Él trata de tocarla, ella lo rechaza con un golpe en la mano. Sonríen, se buscan, se repelen, ella le da dos cachetadas, giran juntos sobre el piso, su sincronía es perfecta. ¿Están actuando o bailando? Ambas cosas. Están contando una historia con sus cuerpos. Bienvenidos a la tercera edición del Festival Internacional de Danza Contemporánea Mariley.

Un homenaje a Leyla María

El Festival Internacional de Danza Contemporánea Mariley nació en la mente de Yeinner Chicas, un destacado artista de danza contemporánea originario de Masaya que ha bailado en Costa Rica, México, España, Alemania, Finlandia y Rusia, entre otros lugares. Este un evento autogestionado, pues aunque cuenta con bailarines de España, México y Centroamérica, Chicas no ha logrado obtener apoyo estatal o de grandes instituciones.

“La primera edición la hice sin apoyo de nadie, solo con contactos: un amigo que me regaló una gallinita, otro que me regaló un chanchito, yo iba a los restaurantes, a las fritangas y de esta manera pude recaudar lo necesario. El segundo año fue igual, también con gran aceptación de la gente, eran como 32 bailarines y cuando los vi pensé ¿qué estoy haciendo con tantos bailarines aquí? y no sé cómo hice, no les ofrezco un pago, ellos incluso pagan su tiquete, pero vienen con la intención de compartir», explica.

Este año, para la tercera edición, Yeinner buscó respaldo de la municipalidad de Masaya y, aunque fue citado tres veces a una reunión con el alcalde Orlando Noguera, el edil nunca llegó a la cita.“Me lo encontré después, le dije que necesitaba hablar con él acerca del evento, le mencioné que era importante, él me dijo que llegara al día siguiente, yo llegué nuevamente, pero él otra vez falló”, recuerda indignado.

Entonces, ante el desprecio de las autoridades de su ciudad, gran parte del dinero para desarrollar el Festival llegó desde tierras lejanas: unos amigos bailarines de Finlandia recogieron fondos por internet y lo enviaron desde allá.

Solo pequeños negocios de Masaya como restaurantes, panaderías, serigrafías, imprentas y clínicas, se sumaron a la causa. Así logró que durante una semana casi 30 artistas dieran talleres en Managua, Masaya y luego realizaran dos galas, el 1 y 2 de septiembre en la Casa de Cultura Alejandro Vega Matus, cobrando cien córdobas la entrada. El arte haciendo de tripas, corazón.

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El corazón. Él también juega un papel muy importante en esta historia. Veo el programa del Festival y me detengo en su nombre. ¿Por qué se llama Mariley? Yeinner responde sin dudar: “Por mi madre, se llamaba Leyla María”.

Foto: Cortesía

Bailarines unidos por el arte

Ella se llama Tania Che y él Ricardo López. Son guatemaltecos. Ella tiene 17 años y él 24. Ella ha practicado gimnasia artística, karate y tiene un año y medio de bailar. Él fue lanzador de béisbol durante 15 años, además practicó atletismo, estudió un bachillerato en Diseño de Interiores y acaba de graduarse de la carrera de Artes Visuales con especialización en Pintura. Ambos forman parte de la Compañía de Danza Chevah.

“Yo conocí a Yeinner en uno de los primeros talleres formales de danza contemporánea que llegaron a Guatemala hace un año o dos. La compañía a la que pertenezco ha participado en las dos ediciones del Festival gracias a las redes que se crean, así es que podemos seguir con nuestro trabajo y compartirlo, que es lo más bonito, además de enseñar un poco de lo que se hace en nuestros países y mostrar cómo está creciendo la danza en Centroamérica”, explica Ricardo.

Centroamérica estuvo presente en Mariley con artistas de Guatemala, El Salvador, Costa Rica y Nicaragua y cada uno, en su país, ha tenido que librar su propias batallas para seguir en el camino del arte.

Para Liliana Gómez de 24 años, periodista y parte de la Compañía de Danza Gema Dance de El Salvador, la falta de soporte viene de las autoridades, pero también de la sociedad.

Bailarines del Festival Mariley. Foto: Cortesía

“A veces el Estado prefiere financiar otras cosas que les beneficien, que les den ganancia a ellos y dejan lo cultural de lado. En El Salvador tenemos ese problema y también falta público, la danza contemporánea no es una potencia como el ballet y el folclore, por eso seguimos tratando de educar porque ya la gente bien educada y sabiendo lo que es la danza contemporánea, sí va a pagar por ir, pero por ahora tratamos de hacer cosas totalmente gratuitas, bailar en la calle y ya el hecho de que la gente pase y se quede viendo es una ganancia, pero igual quienes pueden pagar, no van, no lo hacen”, lamenta.

Sumado a esto, Elizabeth Valdez, también salvadoreña y compañera de Liliana en la Compañía de Danza Gema Dance, señala que “suele pasar que creen que los bailarines son gays, las personas creen que la danza es pasatiempo, no una carrera o algo de lo que podemos vivir, además en El Salvador la educación está hecha para que seamos empleados y no emprendedores que siguen sus propios sueños y eso afecta bastante. Muchos chicos de la compañía que han tenido mucho talento increíble, lo han desperdiciado porque se van a trabajar a una oficina, tienen dinero, comodidades, pero con la danza ya no hicieron nada, ni para ellos, ni para el público”.

En este grupo de bailarines, todos han estudiado una carrera de manera formal, en academias y universidades, pero también tienen una preparación paralela en danza, no solo físicamente, también a nivel cultural, de investigación y de conocimiento de ellos mismos.

“Crear una pieza es como escribir un poema”

La coreografía Metanoia de Grei Quezac es creada e interpretada por él mismo. Parte de la sinopsis del programa del Festival reza: “Recuerdos enfrascados en una cabeza olvidadiza. Sonrisas, espectros, juegos”. El bailarín costarricense de 28 años de edad, sale a escena arrastrándose por el piso con la cabeza pegada a un pequeño frasco de donde libera un pañuelo que, sobre las tablas y envuelta en su mano, es “una criatura”.

Como si fuera un títere. Durante diez minutos y al ritmo de la música él muestra con sus movimientos y expresiones, cómo le da cariño y juega con esta “criatura”, pero también como ella lo muerde, asfixia y atormenta hasta que logra volver a meterla en el envase y se va tal como entró: arrastrándose y con la cabeza pegada a un pequeño frasco.

¿Cómo creaste esto? ¿De dónde surge algo así?, le pregunto. “A veces puedo tener una idea, pero cuando la estoy desarrollando me lleva a otros lugares, no resulta como pensaba al principio y de repente me doy cuenta que resulta más interesante así y eso es porque yo creo que hacer una pieza de danza es como escribir un poema porque te da imágenes, sensaciones, colores, olores, metáforas y así vas descubriendo si se trata de estar feliz, de estar triste. La gente siempre quiere que sea algo específico, pero ese es el secreto también, no se puede dar todo porque se vuelve aburrido”, explica.

Sin embargo, la danza contemporánea también es un método para tocar problemas sociales. En Guatemala, por ejemplo, la compañía de Tania y Ricardo presentó en el parque central de la capital una coreografía sobre el incendio del Hogar Seguro Virgen de la Asunción, ubicado en el municipio de San José Pinula, donde murieron 41 niñas.

“Esto nos afectó mucho como gremio, pero pudimos transmitirlo a la gente de otra manera, pudimos pasar el dolor por un filtro, mucha gente lo vio y mientras se desarrollaba el performance las personas sintieron lo que se estaba intentando transmitir, algunos se miraban agradecidos, otros lloraban y al final eso ayudó a liberarnos un poco de lo que nos dejó este suceso”, cuenta López.

“La danza contemporánea es libertad”

Jordan Aburto, de Masaya, ha bailado “toda la vida”, pero desde hace cinco años se ha centrado sobre todo en danza contemporánea. En esta tercera edición se animó a bailar. Él solo en el escenario. Con el torso desnudo y una máscara cubriéndole la cara. ¿Qué es la danza contemporánea para vos? “Es libertad”, dice.

Sus colegas centroamericanos también se animan a responder la pregunta del millón. Para Tania es “una forma de expresión”, Ricardo la ve como “una manera de conocerse a uno mismo y conocer a los demás”, Grei dice que es “un estilo de vida y una búsqueda”, Liliana la describe como “un cambio constante, tanto de estilo de vida, como de mentalidad y sensaciones” y Elizabeth la define “un método para convertir energía negativa en positiva”.

Se levantan del piso donde estamos sentados, dentro de poco va a empezar la segunda y última gala del Festival Internacional de Danza Contemporánea Mariley. Hoy habrá más público, quizá el doble que ayer.

Cuando se apaguen las luces, reinará el silencio en la Casa de Cultura Alejandro Vega Matus de Masaya y todos estarán atentos a las historias que cuenten esos verdaderos representantes de las naciones unidas y, al final, recibirán una ovación de pie, cuando todos salgan juntos al escenario, haciendo realidad la frase que define al Festival: “nuestra danza es colectiva, aunque las fronteras busquen separar, el movimiento nos une”.

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